CAPITULO 83.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

El mayor error que podía hacer mi enemigo era subestimar, a mi y a mi poder, era el puto Diablo en persona, tenía ojos en todos lados y tarde o temprano terminaban rindiendose. Nadie anuncio mi llegada a Sicilia porque llegué en vuelo común, los policías no me reconocieron porque gracias a mi explosivo todo lo que fuese Italia estaba en estado de emergencia y era obligatorio usar tapabocas.

Aprieto el volante entre mis dedos mientras observo a Bozhidara salir de uno de los clubes de alta sociedad que pertenecían a Luciano, iba del brazo de Emilia.

Asquerosa traidora.

Debí dejar que Alana hiciera de las suyas con esa pierna.

Enciendo el motor, no era un auto de los que frecuentaba a usar y mi topo italiano pudo haber escogido mejor pero al menos pasaba desapercibida. Avance por las calles vacías con espacio no quería pasarlas, ni llamar la atención. Mi topo me dijo que Bozhidara no se quedaba en la Cosa Nostra, así que mientras se mantuviera con Emilia iba hacer una doble ejecución en una sola tortura.

— Lucas está al teléfono. —agarro el aparato que me pasa Nikolay.

— ¿Qué me tienes?

Detengo el auto en una esquina cuando Bozhidara voltea a mirar el auto, las mujeres aceleran el paso y las pierdo de vista.

El edificio dónde se quedan está a dos cuadras de donde te encuentras, vive en el piso cinco, apartamento veintidós.

Cuelgo la llamada y vuelvo a poner en marcha el vehículo. Con razón mi mamá sintió lastima por Bozhidara y la dejo viva, pero yo no lo haría. Una cosa era querer mandar en mi organización donde podía ubicarla para que dejara de joder, y otra es aliarse con los enemigos que tanto odiaba para destruirme.

Entre familia no nos jodiamos, pero iba a pasarme esa regla por el culo.

Nos bajamos del auto, mientras Nikolay va por las cosas yo me adentro a la estructura. Hay una chica en la recepción y apenas me observa se encoge visualmente.

— Necesito subir. —murmuro.

— No... No puede sin permiso de algún huésped. —tartamudea y pierde el color cuando Nikolay ingresa y se detiene detrás de mi.

— A ver, linda. —saco mi pistola sin intensión de dispararle, matar crías adolescentes no me va. — Tu nunca me viste, me dejaras subir y saldrás del edificio apenas entre al ascensor. ¿Entendido?

El mentón le tiembla con fuerza y parece que no va a reaccionar.

— Señora, por favor, necesito el trabajo... Me pueden despedir...

— ¿La matas tu o yo? —observo a Nikolay.

Antes de que mi hermano pueda responder la niña se levanta y sale corriendo del edificio. Cruzo recepción y me detengo en el ascensor. No estoy apurada, y subir las escaleras en mi estado no es algo que me provoque emoción.

La Reina Negra.Where stories live. Discover now