CAPITULO 4.

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Recuesto a Alana de la cama en nuestra habitación, y luego que Emilia entra dejo a los guardias en la puerta y salgo de ahí

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Recuesto a Alana de la cama en nuestra habitación, y luego que Emilia entra dejo a los guardias en la puerta y salgo de ahí. Suelto un suspiro pasandome la mano por la frente, él que ese cabron haya decidido aparecer me jode sobremanera.

Bajo las escaleras cuando veo el Lamborghini rojo estacionarse a las afueras de mi mansión. Mis hombres abren la puerta y le piden que deje sus pertenencias.

— Eso incluye el cuchillo en tu bota. —hablo con voz demandante y ella sonríe al verme y se quita el arma estratégica que siempre tiene.

— Dhalia Ivanov. —entra contorneandose como de costumbre.

— Gina Zimmermann. —se detiene frente a mi. — ¿A qué debo este honor, Dama Alemana?

— No te hagas la loca, de seguro Lucas te aviso y tú secretaria.

Avanzamos por la casa hasta entrar a un pasillo que nos lleva a mi despacho, entramos y ella toma asiento, enciendo la calefacción para que no se congelé. Una de las sirvientas entra dejándole el típico café de costumbre y yo me sirvo un trago.

— Te ves mejorada.

— Soy una piedra, no pueden joderme.

Hago una mueca dándole la razón. Deja su cartera a un lado igual que el abrigo costoso que trae y se levanta para sentarse frente a mi.

— Necesito tus armas.

— Lo sé.

Voltea sus ojos de mala gana y yo me limitó a observarla, me gusta analizar a las personas.

— Por ordenes del líder no puedo negarte nada. —hablo y ella sonríe de lado con soberbia. — Pero eso no quiere decir que tenga que armarte armas de un día para otro.

— A ti nunca se te agotan las armas, eres la mejor exportadora.

— Incluso para tu gente. Pero me da curiosidad, —me levanto de la silla y comienzo a caminar por la habitación. — ¿Para que quieres mis armas?

— No necesito muchas, solo una pistola y dos cuchillos.

— ¿Pero para qué?

Mi curiosidad es un gran defecto que tengo, pero me ha dado completamente igual. No pueden esperar a buscar mis armas, y que no pregunte.

— ¿Por qué tanta insistidera?

— Porqué he visto lo que haces con un arma en las manos, y no quiero que mi organización vaya quedando regada por ahí. Me he mantenido lejos de la policía y tú no vas a venir a arruinar eso.

Ella no me dice sus razones y yo tampoco pretendo presionarla. Tocó un número en el teléfono que está en mi escritorio, colocándolo en altavoz.

— Mi señora.

— Tráeme una VEG-10 con tres cargadores y dos dirk búlgaros.

Dos de mis hombres entran con tres maletines negros a prueba de balas y acolchados por dentro. Los colocan en una mesa extensa que está en el lado derecho de mi despacho y ambas caminamos hacia allá.

— Mis armas no funcionan como las normales, —hablo mientras comienzo armar la pistola. — Son mejor que un armamento militar. La palanca de amartillado que sobresale en la parte superior  funciona como cerrojo, si la giras 90° bloqueará el cerrojo y funcionará como un indicador de que el arma está asegurada. Ahora escúchame bien, las balas están creadas con  trinitrotolueno, también conocido como TNT, también contienen plomo y otra cosa, están recubiertas por aluminio. —la miro fijamente. — Por nada del mundo se te ocurra dejar que las balas caigan de una gran altura o vas a volar con ellas.

— ¿Por qué creaste algo de tan poca seguridad?

— Porqué a lo que está bebé. —alzo la bala en mis dedos. — Atraviese el cráneo de alguien, va a explotar su cabeza. Ese es el punto de las venganzas.

Dejo la pistola armada dentro del maletín, sacándole el cargador y dejándolo vacío a un lado.

— Ahora, mis favoritos. —alzo los dos dirks en mis manos. — Los Dirks Búlgaros o dagas largas, son forjadas a manos... Y traviesan todo... En serio, todo. El filo nunca se desgasta.

— Es imposible.

— Creelo posible. —Guardo todo en la maletas y se lo pongo delante. — Ahora, te quiero fuera de mi casa.

— Eres una amargada.

— Lo sé.

Camino hasta la puerta de mi despacho y uno de mis hombres entra por las maletas, la acompaño hasta la entrada y ella se gira para decirme algo pero su mirada se detiene detrás de mi. Me giro inmediatamente y veo a Alana con un vestido blanco y una funda negra en la cabeza acompañada de Emilia y dos guardias.

Suspiro destensando mi cuerpo y giro a verla, se coloca el abrigo y le regresan sus cosas.

— No sabía que eras niñera.

— Ese no es tu problema.

Se da la vuelta y yo cierro la puerta sin despedirme. Es la mujer del líder pero aquí no manda.

Tengo un problema menos, tres problemas más. Avanzo hasta donde está Leonardo con un iPad en la mano, me hace entrega y veo que la semana de los carnavales en Brasil comienza a acercarse y con ella mi viaje directo al país latino más movido.

— El león dió regreso a la pirámide. —comienzo hablar con él. — Va a comenzar a vender una droga, necesito que consigas una muestras y la traigas, también que traigas a Adriel. Necesito que vayan por Dexlio, esa rata no va a estar escondido siempre... Habla con el pirata y dile que volamos a Brasil dentro de tres días.

Desvía su camino hacia otro lado cuando yo entro a mi habitación. Alana está acostada en el columpio y arropada con una manta en forma de cola de una sirena, viendo la pantalla plana y tomándose un tetero. Veo la hora y son las nueve de la noche.

Suspiro y voy por ella cuando se queda dormida, y después de bañarme yo también me recuesto a su lado pero sin dormir. Construí mi casa para que fuera una fortaleza impenetrable, una vez que se activan las alarmas se crea una caja de seguridad donde solo Leonardo, Alana y yo tenemos la clave.

Después de lo que viví y de tener una hija, prometí que nadie iba a tocarla. Y cree una mansión solo para ella. El león no me toca los cojones dos veces, primero lo mató.

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Gina Zimmermann.

Gina Zimmermann

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La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora