CAPITULO 17.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

Las ganas de vomitar me abarcan cuando no me da tiempo de detenerlo. Alana se despide de mi felizmente por el vidrio trasero mientras el deportivo arranca a toda velocidad perdiendose en la autopista.

De pronto me falta el oxígeno, no escucho a Andrei que habla a mi lado y solo puedo señalar el lado por dónde se fueron.

Se la llevó.

Oh Dios se la llevó.

Se llevó a mi bebé.

— ¡Mierda! —grito golpeándome la cabeza. — ¡Dame las llaves! —Andrei me mira con el ceño fruncido. — ¡DAME LAS MALDITAS LLAVES!

Me las extiende y yo las agarro abordando la camioneta con Leonardo a mi lado. Presiono el acelerador cuando entro en la autopista pero ya no hay rastro de su auto, ni por la siguiente media hora. Claro que no los iba a alcanzar, a Luciano le encantan los autos de carrera que van a mucha velocidad y está camioneta nunca se va a comprar con eso.

El sudor frío me recorre la espalda, las ganas de vomitar no se me quitan y solo puedo pensar en qué le va a pasar a mi hija.

Sicilia, Italia.
La Cosa Nostra.
10 horas después.

Luciano Di Marco.

El clima cálido de Sicilia hace algo por el frío de mi cuerpo, como de costumbre está lleno de turistas y el olor salino es reconfortante después de pasar horas en aquel lugar frío. Bajo de la camioneta 4x4 con la niña en mis brazos, su cabeza descansa en mi hombro desde que nos montamos en el Jet privado.

Mi deportivo llega mañana, así que tendré que usar otro auto mientras llega.

El sol impacta contra nosotros, haciendo que se remueva en mis brazos y se despierte, se endereza agarrándose de mis hombros y me mira fijamente y luego se restrega los ojos antes de bostezar.

— ¡Mira una playa! —exclama de pronto observando el risco donde se ve el mar.

Vuelve a acostarse afincando su mentón de mi hombro y jugando a contornear la marca de mi cuello. Entro a la casa con mis guardias detrás de mi, las esclavas se arrodillan cuando me ven llegar y mis guardias se mantienen activos.

Escucho los tacones de Maia bajar las escaleras pero yo estoy distraído viendo a Alana quien se enderezó y ve todo su alrededor. Miro a la mujer y Alana hace lo mismo, Maia abre la boca para decir algo pero vuelve a quedarse callada.

— Hola. —murmura mirando a Alana fijamente. — ¿Quién es ella?

— La loca Alana. —murmuro solo por fastidiarla

Comienzo a subir las escaleras ignorando a Maia.

— Soy la reina Alana. —contesta ella antes de sonreírle.

Me carcajeo por la inocencia con lo que lo dice pero el peso que eso conlleva. Camino hasta el fondo del pasillo y entro a la última habitación, la cual es la más grande. Sus pies tocan el piso.

— ¿Es tu habitación? —murmura viendo a su alrededor.

— Nuestra.

— ¿Y de mami también? —me mira entre sus pestañas.

— Está ha sido su habitación desde siempre.

Sonríe y sigue mirando a su alrededor, yo no me muevo de dónde estoy, limitandome a verla. El cabello rubio se mueve mientras ella camina. Se detienen en una de las ventanas e intenta ver hacia afuera pero no puede, comienza a contar las puertas solo tocándose los dedos; entiendo inmediatamente lo que quiere hacer, está conociendo el lugar y buscando salidas pero lo hace muy obvio.

— Alana, ven. —le digo y ella se gira avanzado otra vez a dónde estoy.

— Cuando hagas eso, párate en un solo lugar. —coloco una rodilla en el piso, agachandome hasta su altura. — Solo necesitas estar en el lugar exacto para verlo todo.

La colocó delante de mi, y desde aquí puede ver toda la habitación, incluyendo mi cuarto. Sus ojos ven todo con rapidez y se gira para sonreírme.

— Su cuarto es muy grande.

— Si mueves algo de cristal, consigues una salida. Recuérdalo para cuando estés aquí y necesites escapar.

Frunce el ceño y voltea a mirar el lugar una vez más, cuando me entiende me asiente. 

— Mami tiene muchos túneles. —me informa.

Lo sé. Es una maniática de las salidas de emergencia.

— Vamos a salir.

Se quita el suéter de piel que tiene y alza los brazos, la agarro de las costillas y la elevó. Su mano se agarra de mis hombros.

— ¿Me compras algo?

— El mundo si quieres.

— ¿Cuándo viene mami?

— No debe tardar mucho.

Se vuelve a recostar de mi hombro mientras yo salgo de la habitación. Los guardias ya me esperan en la puerta de mi casa. Tengo algunas cosas que hacer pero mientras esté Alana aquí, las voy a posponer.

Lucían abre la puerta de su habitación de golpe sobresaltando a Alana, nos mira fijamente con una expresión extraña, intercala la mirada entre Alana y yo con los ojos abiertos de par en par.

— ¿Estoy viendo doble? —murmura desconcertado.

— ¿Está loco? —me susurra Alana.

— Si... —le asiento y ella me sonríe una vez más. — Lucían muevete, vamos a salir.

Sigo mi camino hasta bajar las escaleras, se escucha otro portazo y luego los pasos de Lucían venir detrás de nosotros.

— ¿Y tú quien eres?

— Reina Alana. —alardea.

Abordo el deportivo luego de colocarme los lentes de sol, Alana se sienta de copiloto así que me inclino para ajustarle el cinturón. Lucían aborda los asientos traseros y vuelve a su mirada extraña.

— ¿Tiene la corona de La Cosa Nostra? —escucho su voz cerca de mi pero sus ojos ven a la niña.

— Ajá.

— Quiere decir...

— Que es la primera niña en nacer en una larga generación.

El sonido de shock no tarda en llegar, Alana presiona el botón de uno de los cajones, observo de reojo la pistola que está ahí pero ella la ignora y agarra unos lentes de sol para colocarselos.

— ¿Qué haces? —frunzo el ceño.

— Lo mismo que tú y mamá.

Los lentes son del tamaño de su cara pero ella parece satisfecha con el resultado.

— ¿Mamá? —murmura Lucían. — ¿Es tu?

— Hija.

Se deja caer de espaldas sobre los asientos y se agarra la cabeza con las dos manos. Arranco el auto y en poco tiempo nos estamos adentrando al centro de Sicilia, Alana ve por la ventana entusiasmada y yo me detengo en el centro comercial.

Me bajo y rodeo el auto para cargarla. Los tres entramos a la estancia, primero vamos por zapatos y luego compraremos lo demás.

La Reina Negra.Where stories live. Discover now