CAPITULO 24.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

NOTICIERO PRINCIPAL DE BULGARIA.

La policía local investiga la explosión de una casa a las afueras de Bansko.

Hora: 7:00 pm.

En la tarde de este martes, los vecinos de la zona alertaron a la policía local acerca de una fuerte explosión a las afueras de Bansko. Hasta ahora solo se han encontrado a quince muertos, los perros de búsqueda siguen en la casa esperando señales de vida.

NOTICIERO INTERNACIONAL.

Hora: 9:00 pm.

El jefe de la policía local hablo con La Oficina Federal de Investigación (FBI, en sus siglas inglesas), al sospechar que los cadáveres encontrados alrededor de la vivienda pertenecen a una organización criminal rusa. Se informa que consiguieron un cadáver más entre los escombros de la casa.

🧩🧩🧩

Apagó el televisor. Leonardo pago una buena cantidad de dinero a esas personas que avisaron acerca de la explosión, no dirán quien soy y tampoco el que tengo una hija. Su testimonio solo se basará en que ahí vive una mujer con una niña pequeña, que casi nunca se ven y que salieron de viaje y parece que no van a regresar.

Abrazo mi pierna mirando la pantalla negra del televisor. La noticia ya llegó a dónde se requería y los programas amarillistas vieron una oportunidad para aparecer y hacer su debido trabajo.

Mi teléfono sonó hace unas cuantas horas pero no lo había visto, veo el nombre de Luciano en la pantalla así que desbloqueo el aparato.

«No tienes que pagarme para cuidar a mi propia hija, no quiero tu ridículo dinero.» Anexó un vídeo donde está quemando los billetes y los lanza a la chimenea, pero me concentro más que todo en el bulto que se ve en sus pantalones.

Ignoro el mensaje, pero su nombre aparece en la pantalla. Enciendo el televisor antes de responder y coloco un noticiero italiano dónde están pasando la noticia.

- Ivanova. -murmure.

Escucho su respiración en el fondo pero no dice nada, tampoco lo hago pero no cuelgo. Veo los diamantes negros de la corona que está en la mesa frente a mi.

- ¿Eso lo hiciste tú? -va al grano.

Frunzo los labios con fuerza antes de responder. - Sí.

- Nadie va a saber eso, yo me terminaré de encargar. -no le respondo. - Puedes venir cuando quieras, a Alana nadie se le va a acercar eso tenlo por seguro y a ti tampoco.

- Lo sé.

Volvemos a quedar en silencio y no decimos nada. La único distracción de mis emociones era mi trabajo, el saber que todo tenía un balance en mi vida y ahora ya no hay nada.

- Dile a Alana que la amo. -susurro. - Que siempre he hecho lo mejor que puedo.

- No quiero escuchar tus discursos motivacionales.

Escucho la puerta de la habitación abrirse así que giro para mirar hacia allí. Observo a Luciano, no viene con sus típicos trajes elegantes, usa pantalones de mezclillas negros y una camisa de vestir del mismo color. Cómo siempre está bien peinado.

- Espero que también digas que me amas. -habla por el teléfono.

Fuerzo a mi mente para volver a mi armadura de siempre, no veo a Alana con él. Ambos colgamos al mismo tiempo, él avanza y cierra la puerta.

- Primero muerta. -se carcajea por mi respuesta.

- Testaruda.

Me mira desde donde está sin moverse y yo tampoco pretendo moverme.

- ¿Dónde está Alana?

- Con Adriel.

Me levanto del sofá, y sus ojos caen sobre el accesorio que está en mi mesa de cristal y luego vuelve a verme. Voy acercándome a él con cautela, pero el solo se limita a meterse las manos en los bolsillos.

Su perfume llena todos mis sentidos mareandome en el acto. Como movimiento de familiaridad alzo mi mano y le tocó el botón que siempre se deja abierto y luego mis dedos rozan su piel. Su mano rodea mi cintura y me apega a él.

- Dime lo que sucedió. -susurra solo para nosotros. - La verdad.

- Se iba a llevar a Alana, discutimos y tropezó contra la escalera.

- Le empujaste.

- Si ya lo sabes ¿Para qué preguntas?

Con su otra mano alza mi mentón, apega sus labios a los míos con fuerza, mi mano sube hasta su nuca y lo acerco a mi necesitando de él.

- Eres mi mujer. -me reclama. - Solo mía, Dhalia.

- No. -vuelve a besarme, girandome y empotrandome contra la puerta de la habitación.

- Donna Leone. -susurra aquella frase. - Eres mi mujer. Lo eres desde que te probé en mi habitación, cuando te seduje en aquella fiesta de la pirámide.

- Tenía solo diecisiete. -susurre con los labios entreabiertos.

- Y desde ahí te marque como mi mujer. -sus manos aprietan uno de mis glúteos. - Desde que dijiste que si y te jugaste la vida por mi. Ibas a trabajar con tu padre pero terminaste siempre en mi habitación.

- Cállate.

- No, Dhalia entra en razón de una puta vez. -gruñe y me muerde el labio inferior. - Eres la mujer del León, la puta ama y la Reina Negra.

Lo miro a esos ojos azules que ví muchísimas veces encima de mi. Su mano se mete dentro de mi pantalón de pijama tocando mi piel.

No quería volver al infierno y aquí estoy. Quemando mis pensamientos y mi rencor por él.

- ¿Por qué siempre te quedas? -susurre muy bajo.

- Porqué eres mía, Dhalia. Sabes que quemaría el mundo por ti, y todo aquel que intente tener a mi mujer se va a morir.

- No soy tuya, Luciano.

- Lo eres desde que me dijiste si...

- Solo fue un absurdo sí. -gruñe en mi oído y me clava su erección en la espalda.

- Para mí es más que eso. -su mano agarra mi seno estrujandolo con fuerza. - Tu eres más que un absurdo sí. Vuelve conmigo.

- Volveré... Pero con una condición.

- No voy a explicarte nada. No tengo por qué darte mis motivos.

Retrocede dándome el momento necesario para girarme y volver a encararlo.

- Yo iba a decir que me dejaras tener mi habitación propia. -sonreí de lado con gracia.

- Pues te jodes, no.

- Pero...

- No.

Ataca mis labios introduciendo su lengua en mi boca para que haga silencio.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora