CAPITULO 54.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

Alana luce totalmente espectacular está noche, el color rojo resalta todos sus atributos igual que a cualquier mujer de mi familia, está encantada de que la temática sea muy parecida a la de un cuento de princesas, y prácticamente esto es así siempre que se hace una fiesta.

El principal parecido de la pirámide negra con algún estilo sería al de la monarquía, sin importar que algunos no sean parte de ella, en diferentes países todavía se gobierna con duques y duquesas, reyes o reinas; en España sucede, en Inglaterra también, en mi país y en muchos otros.

Llamamos la atención al estar vestidas de rojo ya que los colores en las fiestas suelen ser más sutiles a excepción de mi familia que siempre va vestida de negro.

— Papi. —miro hacia donde está mirando Alana.

Luciano viene vestido con un exquisito traje  negro con camisa blanca la cual tiene unos botones abiertos, sus ojos recorren el lugar hasta que se posan en mi recorriendo mi cuerpo pero se tensa completamente cuando ve a la niña a mi lado.

— Alana, vámonos.

La niña ni me refuta apesar de que se nota que quiere saludar a su padre y comienza a encaminarse a mi lado hacia la dirección a la que la llevo. Se la entrego a mi abuela la cual la saca para el jardín trasero junto con mi seguridad y yo me encamino hacia un pasillo que está relativamente oscuro.

Escucho los pasos detrás de mi, y cuando cruzó en una esquina me detengo para sacar mi daga.

— ¿Por qué mierda la trajiste? —gruñe girando y lo encuello antes de darle tiempo de pensar en algo más. Es alto, pero me asegure de montarme en los tacones más altos que tengo para llegar relativamente cerca de él.

— No te importa.

— Claro que me importa, está en la jaula llena de depredadores que no tardarán en atacarla.

— Alana es un depredador más, deja de menospreciarla.

— ¿Cambiaron los papeles? —me enarca una ceja. — Eras tu la que no creía en ella.

No le respondo porque es mentira, se muy bien la máquina asesina que tengo por hija y que no he querido explotar sus genes es una cosa muy diferente a no creer en ella.

— Debiste avisarme, le hubiera duplicado la seguridad, ¡Tienes que consultarme las cosas antes de hacerla!

— ¡No tengo porqué decirte que hago o no con mi hija, Luciano! —afinco más mi cuchillo a su cuello. — Tu nunca te preocupaste por saber de ella, incluso cuando la brasilera te contó de ella. ¿Crees que no me di cuenta que me estaban tomando fotos con mi hija? ¿Crees que fue coincidencia que la cámara apuntará directo a la cara de Alana?

Se queda en silencio con la expresión desencaja. El filo de mi daga está aclamando sangre y todo lo que le pasó a Alana me pasa factura queriando cortarle las bolas por maldito.

La Reina Negra.Where stories live. Discover now