En una historia hay muchas vertientes. El malo intenta tapar la verdad, el inocente no sabe lo que sucede y el verdugo ve todo en silencio esperando su momento para atacar.
Las historias comúnmente están mal contadas, cada quien tiene una versión d...
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DhaliaIvanova.
Espero dentro del auto a qué todos se vayan del punto de encuentro de la pirámide. El deportivo de Luciano tampoco se va, y Adriel se quedó dormido junto con Alana. La cabaña queda completamente sola, incluso el sumiso que nos anuncia desapareció.
Suelto un suspiro y bajo del auto abriendo las puertas traseras, agarro a Alana pero el agarre que tiene Adriel en ella es relativamente fuerte. Vuelvo a intentar agarrarla y lo que siento es un golpe fuerte en las sienes, maldigo entre dientes y veo a Adriel.
— ¡Eras tú! —se asombra. — Hermana disculpame.
Suena alarmado mientras ve mi rostro, de seguro el lugar donde me pegó con la mano abierta se está poniendo rojo.
— Viste que eres idiota. —gruño y termino de agarrar a Alana.
— ¡No sabía que eras tú! ¡Pensé que alguien se quería llevar a la princesa!
Pongo los ojos en blanco con el malhumor hasta la médula. Me acerco al deportivo dónde Luciano ya me espera arrebatandome a la niña de los brazos.
— Llévala a Italia contigo. Tengo algo que hacer, luego te alcanzaré allá.
No me contesta, simplemente se da la vuelta y abre la puerta de los asientos traseros, logro observar adentro y veo una silla de niños para el auto. Intento con todas mis fuerzas no sonreír.
No me dirige la palabra cuando aborda el auto y arranca llevándose a mi vida.
Suelto un suspiro y me doy la vuelta, miro la cabaña con el ceño fruncido y luego hacia el bosque. Leonardo se posa delante de mi inmediato, pero no vemos nada que no sea árboles y poca nieve.
Abordo el auto y Adriel vuelve a su estado de invernar. Arranco con las camionetas siguiendome, agarro una ruta diferente que no me lleva hacía el centro de la capital pero si a ver a un viejo conocido. Veo el asiento del copiloto donde hay una muñeca de Alana, la agarro lanzandola hacia atrás y sigo conduciendo.
— Mi señora. —la voz de Leonardo sobresalta a Adriel. — Hay una moto siguiéndola.
Lo sé. La había visto desde que salí de la cabaña, estaba aparcada por la parte trasera pero la marcas en el piso son evidentes.
— Intentaremos sacarla del camino. —vuelve a hablar.
— No. Déja que nos siga.
Cambio el rumbo de la casa del presidente siguiendo derecho en la autopista. La persona que viene está totalmente vestida de negro y el casco evita que pueda verle el rostro, pero aún así se que es una mujer.
Recuerdo a la mujer de la reunión que venía vestida igual que la que me sigue.
— Adriel. —llame su atención de la ventana. — ¿Ves esa moto detrás de nosotros? —se gira y asiente pero sigue mirando la moto.