CAPITULO 45.

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El olor a sangre sigue en mi nariz, suspiro varias veces para que se vaya la sensación de la adrenalina, Lucas se ve pálido por el olor que tenemos encima

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El olor a sangre sigue en mi nariz, suspiro varias veces para que se vaya la sensación de la adrenalina, Lucas se ve pálido por el olor que tenemos encima. Cuando la sombra de Tsarevets nos cubre las camionetas se detienen, antes de entrar me lavo las manos en uno de los baños que tienen los esclavos y Carla me pasa perfume para quitarme el olor nauseabundo.

Me adentro a la estructura medieval con la morena detrás de mi, el silencio se extiende entre nosotras. Camina con las manos agarradas en la espalda, y su posición solo alarga las cosas que quiere decirme y pregúntarme. Mis hombres toman sus respectivas posiciones en el lugar y los francotiradores están más que alerta.

Andrei sigue en tierra Búlgara porque deje a uno de mis hombres espiando en la zona. Alana no aparece cuando llegó, me encamino hacia mi oficina.

— ¿Qué quieres saber? —inquiero cuando el silencio me estresa.

— Se que es un abuso de mi parte...

— No comiences con las adulaciones y las disculpas.

— ¿Has visto a mi hija? —lanza la pregunta con la preocupación detonando en todo su rostro.

— Si, está siendo preparada para ser sucesora del clan Francés, la está críando Nadia Lefebvre. —asiente repetidas veces intentando convencerse que es mejor eso que nada.

— ¿Está bien? Digo, ¿Está sana?

Afirmo con un movimiento de cabeza y ella suspira profundamente, se que quiere preguntarme si puedo hacer algo para traerla, lo ha querido desde que la rescate del psiquiátrico de CIOS, pero no pienso meterme en problemas por una mocosa que no es mía.

Ruedo la silla del escritorio y prendo la MacBook para comenzar a trabajar, necesito arreglar la contabilidad de uno de mis negocios porque el maldito contador que tengo no está haciendo su trabajo como debe. Tengo que viajar a Dinamarca para arreglar unos negocios, y terminar de comprar el edificio que necesito.

Mis poderes son extensos. Tengo varios bares bajo mi poder que son un 5% de ganancia, algo mínimo para lo que me dan las armas y eso solo le pertenece a los gustos de mi hija. Prácticamente, todo el dinero que sale de los diez bares, me dan alrededor de veinte o treinta millones.

Veo una manito asomarse y luego las puertas pesadas de madera se abren de par en par, y mi rayito de sol entra sonriente con la melena suelta. Saluda educadamente a Carla antes de acercarse a mi y la alzo en brazos.

— Mami bonita. —sonrie y yo le correspondo. — ¿Dónde está papi?

— En Italia. —me asiente recordandolo.

— Mami quiero un perrito ¿O era un gatito? — frunce el ceño pensativa y yo también lo hago. Sus ojos se conectan con los míos y sus manitos van a parar en cada una de mis mejillas. — Es blanco, con rayas negras, pero no es chiquito no quiero un perrito chiquito. Quiero uno con dientes afilados. —me enseña sus dientes como si ella los tuviera así. — Y tiene orejitas paraditas, ¡Y también come ardillas!

La Reina Negra.Where stories live. Discover now