CAPITULO 11.

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Me llevo el vaso a los labios con satisfacción, el televisor pantalla plana da las gratas y tristes noticias acerca de un robo inesperado en la casa presidencial

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Me llevo el vaso a los labios con satisfacción, el televisor pantalla plana da las gratas y tristes noticias acerca de un robo inesperado en la casa presidencial. Antes de salir deje un pequeño recuerdo, uno de mis explosivos el cual explotó todo el lugar dejando tan solo un edificio en ruinas.

El FBI investiga un asalto violento que se produjo a las 21.00 horas de ayer Viernes en la Casa Presidencial. La policía no tiene más información tan solo que un explosivo sin cereal fue explotado en el primer piso derrumbando el edificio completo.

La cruz que fue hallada sobre la medio quemada bandera original de Brasil que residía en la residencia, deja en claro que esto fue producto de mafias.

Mi habitación se encuentra llena de cinco bolsos de dinero, con más de mil millones de dólares, tengo otras tres llenas de joyas y un maletín especial lleno de uranio. Me cruzo de piernas mientras observo las terribles noticias, tengo listo el boleto de regreso pero no sale hasta hoy por la noche, así que me tomo el lujo de relajarme un poco y de disfrutar el jacuzzi que tiene mi habitación.

10 horas después.
Bulgaria, Bansko.
Fortaleza de la Mafia Negra.

El León.

Aspiro el olor que destila la casa de la Reina. Camino entre la oscuridad del lugar prohibido de la casa y entro sin problemas a la parte principal.

Camino por las zonas que no tienen vigilancia, y menos a esta hora de la madrugada. Aproveche para hacer una grata visita a la casa que solo servía de vacaciones para ella y que ahora llama "fortaleza".

El picor del pequeño rasguño que me hizo está presente en mi pecho. Se que no tiro a matar porque si lo hubiese querido me hubiera dado en la cabeza. Escucho ruido en la cocina, así que avanzo hasta allá con cuidado de que no me vean los francotiradores de la azotea.

Unos pequeños pies descalzos quedan a mi vista, y luego una niña de cabellos de oro y pijama de perrito. Frunzo el ceño automáticamente, nadie me informo de que aquí viviera una niña.

Veo que trata de agarrar un trozo de tarta que está encima del mesón, me acerco por detrás y se lo bajo hasta su altura. Se gira lentamente con los ojos abiertos de par en par y me mira aterrada.

Frunzo más el ceño cuando veo sus ojos. Uno más azul que el otro, ambos me miran fijamente y la cara se le pone pálida rápidamente, aunque no puedo distinguir por la oscuridad de la habitación. Su nariz perfilada, sus mejillas regordetas y sus pecas bien distribuidas me hacen apretar la mandíbula; tiene el cabello rubio, tan rubio como ella.

- S-señor... -su voz sale en tan solo un susurro. - ¿Quién es usted?

- El león... Amigo de tu mamá. - Salgo de mi trance y consigo articular esa oración.

Pienso en como salir de aquí tan rápido como pueda sin que ella diga que me vio. La tomo de los brazos y la siento en la barra a donde quería llegar. Saco mi cartera y le doy una pequeña faja de billetes, arruga la nariz...

Bendita expresión que siempre consigue sacarme de quicio.

- No quiero su dinero. Mi mami tiene mucho. -aleja mi mano.

- ¿En serio? -asiente orgullosa. - ¿Y quién es tu mami?

- Usted dijo que era su amigo. -enarca una ceja que apenas se le nota por lo rubia que es.

- Y lo soy, pero pensé que estabas loca.

- Loco está usted... Son las tres con treinta y tres de la madrugada. -coloca los brazos en jarra, pienso con calma para intentar entender lo que dijo.

- La hora del león. -respondo lo mismo que le dije a su mamá.

- La hora de los locos. -bufa y se cruza de brazos.

- ¿Qué haces caminando por la casa a está hora? -recuerdo toda la seguridad que tiene la casa.

- Venía por esta bebé. -agarra la tarta a su lado y comienza a comérsela rápidamente.

- ¿Cómo saliste de tu habitación?

Me mira y con sus dedos hace que se coce la boca y bota algo...

¿Por qué mierdas se parece tanto a ella?

Me recuesto de la barra que está detrás de mi, con los brazos cruzados mientras le observo comerse la tarta.

- ¿Cómo te llamas?

- Princesa Alana.

- Loca Alana deberías llamarte.

Se detiene entrecerrados sus ojos en mi dirección. Frunzo los labios en una fina línea cuando veo sus pestañas castañas abundantes...

Sus ojos, son mis ojos.

- Maleducado. -murmura antes de meterse la cucharilla a la boca. - No me ha dicho cómo se llama.

Extiendo mi mano pretendiendo seguirle el juego de la princesa. Ella acepta colocando su mano sobre la mía, debo inclinarme para poder dejarlo un pequeño beso en el dorso, notando que se sonroja y encoge visiblemente.

- Luciano Di Marco, un placer su preciosa alteza.

- Di Marco. -repite con suavidad.

- Pero es un secreto, no puedes decírselo a nadie. -asiente.

Continua con su misión de comerse la tarta, así que me limitó a mirarla en silencio. Tiene esa extraña vibra que te insiste en prestarle atención, sin duda cuando crezca tendrá el mundo a sus pies. Ladeó la cabeza observando el mentón pronunciado que se armoniza con aquellas mejillas que tiene. Le observo el cuello desde mi posición viendo que tiene un lunar.

El lunar de los Di Marco.

Mierda.

Aprieto la mandíbula aún más con ganas de regresarme a Brasil y reventarle la cabeza a punta de tiros a aquella mujer exasperante. La bajo de la barra una vez que termina de comer y desde las sombras espero que se vaya a su habitación, se despide de mi con su pequeña mano y en vez de subir las escaleras se mete por un pasillo y se desaparece de mi vista.

Salgo por el mismo lado que entre. Me tocó las bolas una vez más. Vuelvo a recordar esa vez que me dijeron que se había lanzado de un precipicio y creí que había muerto y todo ese tiempo estuvo ocultando a mi propia sangre.

La voy a joder.

La Reina Negra.Where stories live. Discover now