Capítulo cuatro.

156 20 11
                                    

"Querido Brad...

Se que nunca vas a recibir estas cartas por que me da tanto miedo que no soy incapaz de mandarlos. Quiero plasmar en estas cartas lo mucho que siento todo lo que ha pasado entre nosotros. Yo nunca quise hacerte daño, no pensé en las consecuencias reales de lo que estaba pasando y nunca pensé en que quizás lo único que necesitaba era tenerte cerca. Ahora te has ido tengo un vacío en el pecho que no se llenará nunca. No hay día que no piense en tí, o me imagine de nuevo junto a ti... "

Cerré los ojos con fuerza, dejando que las lagrimas salieran de mis ojos sin ningún control. Algunas de esas lagrimas mancharon la esquina del papel y al darme cuenta, intenté secarlas con los dedos, tratando de no emborronar las palabras de Tristan. Tomé un respiro profundo y terminé de leer la carta. Quería saber que era lo que Tristan había sentido después de que lo nuestro terminara.

Al acabar, cogí otra de las cartas, desdoblando la con cuidado mientras me acomodaba mejor sobre el cabecero de la cama. Cada palabra hacía que las lágrimas volvieran a mis ojos y tuviera ganas de gritar. Había cartas tan bonitas que nunca imaginé que Tristan diría algo así. En más de una ocasión tuve que dejar de leer por que las lágrimas habían ocupado toda mi visión y era incapaz de ver.

Las horas pasaron y cuando terminé de leer la que era la décima carta, aparté la mirada, dirigiendo ésta hacía la ventana. El amanecer ya podía verse a lo lejos, trayendo consigo el sonido del gallo. No podía creerme todo lo que había leído. Sentía una punzada en el pecho allí donde cada una de las palabras de Tristan se habían quedado grabadas.

Doble con cuidado la última de las cartas y eché un vistazo al interior de la caja. Había al menos otras doce que todavía no había podido leer. Miré hacía abajo, recogiendo una a una todas las cartas y las dejé todas juntas, para que no pudiera perderse ninguna. Quería conservarlas para poder leerlas una y otra vez hasta memorizarlas.

El sonido del timbre me obligó a levantar la cabeza con el ceño fruncido. Mi mirada se dirigió directa hacía el despertador, que no marcaba más de las 8:15. ¿Quién podría ser a esas horas? Volví a guardar las cartas en su lugar y decidí esconder la caja debajo de mi cama, para poder leerlas cuando quisiera.

Me desperecé antes de levantarme de la cama, caminando de forma lenta para salir de mi habitación y caminar hasta la puerta. Abrí de un tirón, sin mirar quién era o si quiera preguntar antes. En ese momento, después de haberme pasado la noche sin dormir fue cuando sentí todo el cansancio caer sobre mi. Mis ojos se cerraron levemente, sin prestar atención a la persona que estaba al otro lado de la puerta.

- ¿Brad?

La voz de Connor me obligó a abrir los ojos. Volví a desperezarme, levantando los brazos sobre mi cabeza y solté un bostezo que no pasó desapercibido para mis amigos, que me miraron un poco preocupados. En lugar de contestar, me giré, dándoles la espalda y me acerqué hasta el sofá, dejándome caer para después hacerme un ovillo, con los ojos cerrados. Escuché pasos detrás de mi y supuse que los chicos habían entrado y que estaban cerca del sofá. No me equivocaba.

- ¿Has dormido mal? - Me preguntó James, y abrí los ojos.

- Si... Estuve colocando cosas arriba hasta muy tarde. - Contesté, esperando que se creyeran esa pequeña mentira.

Durante los siguientes minutos, ninguno de los tres habló y yo lo agradecí. Me acomodé mejor en el sofá, con los ojos cerrados y intenté dormir. Pero no lo conseguí durante mucho tiempo. Aunque había escuchado ruido, no hice caso, por que no sabía que estaban haciendo mis amigos y tampoco quería abrir los ojos. El olor a café llegó hasta donde yo estaba y solté un involuntario "hm" mientras mi estómago gruñía en señal de protesta.

- Toma.

Escuché la voz de James sobre mi y abrí los ojos a regañadientes. Mi amigo tenía una taza de café en la mano y la otra estaba tendida en mi dirección. Poco a poco, me giré, quedando de cara a donde estaba James y entonces cogí la taza que me tendía. El café caliente resbaló por mi garganta en cuanto di el primer sorbo. Lo agradecí con una sonrisa y miré a mi alrededor.

- ¿Donde está Connor?

- En la cocina.

Connor salió de la cocina con varios platos en las manos y recé mentalmente para que ninguno se le cayera al suelo, si no, podría armarse un buen estropicio. Por suerte, Connor consiguió llegar a la mesa sin tropezar, dejando sobre esta los tres platos con las tostadas. Sonreí y me acomodé mejor, dispuesto a desayunar con mis mejores amigos. 

[...]

La noche había llegado y me encontraba delante del espejo, eligiendo la ropa que llevaría para la cena de Laura y Joe. De nada había servido decirle a los mis amigos que prefería quedarme en casa y descansar por que al final, me habían convencido diciendo que si no iba, Joe se enfadaría y eso era algo que realmente no quería que pasara.

Joe vivía en la misma calle donde estaba mi apartamento así que fue muy fácil y rápido llegar. Después de asegurarme que iba presentable para esa velada, salí de casa, cogiendo las llaves y una chaqueta y caminé apenas durante quince minutos antes de llegar al lugar. Un rápido mensaje a Joe valió para que mi antiguo manager abriera la puerta de abajo. Subí las escaleras relajado y tranquilo, dispuesto a disfrutar de aquella noche tan bonita en compañía de mis amigos.

La sonrisa me acompañó mientras subía los escalones y al llegar ante la puerta correcta, levanté la mano, dando un par de toquecitos para que Joe me abriera la puerta. Mi sorpresa llegó cuando, en lugar de Joe, Tristan abrió la puerta del apartamento. Su expresión cambió de tener una sonrisa a estar sorprendido de verme allí delante de él. Nos miramos durante unos segundos, sin saber muy bien que decir hasta que Tristan se apartó de la puerta, sin decir ni una sola palabra. ¿Y yo? Yo me había quedado clavado en la puerta, sin saber qué debía hacer. ¿Que podía hacer en ese momento?

Stolen moments ∆ TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora