Capitulo setenta y tres.

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No había hablado con Tristan después de lo que había pasado con nuestra vecina pese a que empezaba a preocuparme un poco que después de su comportamiento, quisieran echarnos de nuestro piso. No me daba miedo hablar con él de eso, era simplemente que Tristan parecía haberlo olvidado enseguida, y simplemente se mostraba feliz mientras hablaba y reía con Connor, caminando delante de nosotros.

Decidí dejarlo estar y me centré en empujar el carrito de Daniel, que ya iba completamente dormido y tapado. James se había quedado a mi lado. Me mordisqueé el labio, vacilando sobre si contarle o no lo que había pasado antes de salir a la calle. Conociendo a James, sabía más o menos lo que iba a decirnos y sinceramente, quería evitarlo en la medida de lo posible y disfrutar de ese día con mis amigos.

- ¿Te encuentras bien? - Me preguntó James, sacándome de mis ensoñaciones.

- ¿Qué? - Pregunté.

- Estás muy raro desde que hemos salido de casa.

Me mordisqueé el labio lentamente y después de un momento de vacilación, decidí mentirle. Una mentirijila pequeñita. Asentí con la cabeza y James se me quedó mirando unos segundos antes de encogerse de hombros y dejarlo pasar. Levanté la cabeza y vi que Connor nos estaba haciendo una seña para decirnos que había una mesa libre y que se iban a adelantar.

James a mi lado asintió con la cabeza y yo solo pude sonreír muy levemente, bajando la cabeza para mirar al bebé, que aún dormía pese a todo lo que había pasado. Yo no quería que mi hijo creciera en un lugar dónde los vecinos no quisieran a sus padres por como eran o que pudieran llegarle a insultar. Ese miedo se instaló en mi estómago y me mordisqueé el labio, entrecerrando los ojos. El hombro de James chocó contra el mío en señal de cariño.

- Ya sabes que si necesitas hablar, estoy aquí. - Comentó, y yo asentí.

A continuación, mi amigo me adelantó, reuniéndose con Connor y Tristan ya en la mesa del bar donde íbamos a estar. Yo iba a seguirle cuando una sombra me despistó. Miré en su dirección, creyendo haber visto a alguien conocido y el alma se me cayó a los pies cuando la divisé. Por un momento pude ver a mi madre allí, en aquella esquina, mirándome con esa sonrisa que tanto me había asustado cuando me tuvo secuestrado.

Tragué saliva, negando con la cabeza y cerré los ojos con fuerza. Al volver a abrirlos, ella aún seguía allí, haciéndome señas para que me acercara hasta ella. Volví a negar con la cabeza, esa vez con más fuerza y empujé el carro ligeramente hacía delante. Sentí el pánico en cada molécula de mi piel, y también mucho frío, como si de repente el frío hubiera caído sobre la ciudad sin que nadie se lo esperase.

"Estás en la cárcel. Si no abro los ojos no eres real. Si no abro los ojos no me puedes hacer daño" - Susurré para mi mismo.

- ¡Brad! - Escuché que me llamaba Tristan. 

Mi mirada se trasladó desde donde estaban mis amigos hasta la esquina dónde había aparecido mi madre. Ya no estaba allí. Con pánico, miré a mi alrededor, esperando encontrármela, aunque por suerte había desaparecido. No pude respirar bien hasta pasados unos minutos en los que el estado de pánico me fue abandonando. Entonces, y muy despacio, comencé a caminar hasta donde estaban los demás. 

[...]

Habían pasado dos semanas desde que el bebé estaba con nosotros. Ya nos habíamos hecho por completo a la rutina de tener a un bebé de quince días en casa e incluso nos iba mejor de lo que yo mismo pensaba, teniendo en cuenta lo primerizos que éramos ambos para el cuidado de un recién nacido. Tristan había salido para hacer unos recados y yo había aprovechado que Daniel dormía para adelantar trabajo.

Stolen moments ∆ TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora