Capitulo setenta y dos.

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La primera semana con el bebé había sido un cúmulo de cosas. Había sido bonita y un caos a partes iguales. Al ser primerizos, había muchas cosas que no sabíamos hacer y muchas veces nos equivocamos, pero los últimos días habían sido los mejores. El bebé ya se había habituado a nuestro olor y a la casa y nosotros, también nos habíamos habituado a sus rutinas ya. Teníamos una especie de horario para las tomas de por la noche y por suerte, yo tenía dos meses de baja paternal antes de volver a trabajar (todo gracias a Joe).

Hacía ya unos días que la alarma en casa no sonaba por lo que esa mañana, cuando abrí los ojos, me dio la sensación de que había algo que no estaba del todo bien. Con el ceño fruncido, abrí los ojos, soltando un gruñido cuando la luz que entraba por la ventana (que se nos había olvidado cerrar) me dio de lleno en los ojos. Farfullé palabras sin sentido y me froté los ojos, mirando a mi alrededor.

En ese mismo instante supe que era lo que estaba "mal". Me incorporé corriendo, mirando en dirección a la cuna del bebé y me alarmé al descubrir que estaba vacía. Aparté las sábanas de mi cuerpo y empecé a sentir lo que algunos nos habían dicho que se llamaba "miedo prematuro". No sabía dónde estaba el bebé o si estaba en casa si quiera. Tristan no estaba en la cama, lo que me asustó todavía más.

Sin pensar en ponerme una camiseta o unos pantalones, salí al pasillo en ropa interior, corriendo hacía el salón, gritando tan fuerte que en cuestión de unos minutos ya me dolía la garganta. Entré en el salón, que estaba igual de vacío que mi habitación y me alarmé aún más. ¿Donde demonios estaba Tristan? ¿Y Daniel? El miedo comenzó a hacer mella en mi y mi corazón latía con tanta fuerza que estaba seguro de que los vecinos de todo el edificio podían escucharlo.

- ¡Tristan! - Grité, con todas mis fuerzas.

Nadie respondió a mis gritos, lo que me asustó todavía más. Me giré en redondo, echando a correr hasta nuestra habitación para vestirme y a la vez llamar a Connor y James cuando la luz de la última habitación me llamó la atención. No había nadie allí por que era la habitación de Daniel y aunque allí tenían también una cuna y el cambiador, Daniel era demasiado pequeño para dormir solo en su habitación.

Con pasos lentos, me acerqué hasta allí, echando un vistazo rápido. La luz de la ventana se colaba en la estancia, iluminando las sábanas de la cuna. Me mordisqueé el labio y estaba a punto de girarme para ir hasta mi habitación cuando vi una figura en una de las esquinas de la habitación. Mi primera sensación fue de miedo puesto que pensé que alguien se había colado en casa pero tras un segundo vistazo, el miedo se esfumó.

Tristan estaba durmiendo allí, con una manta y un pequeño bulto en sus brazos. Con lentitud, me acerqué hasta él para descubrir que era Daniel quién dormía sobre su pecho. Me mordisqueé el labio y levanté una mano, acariciando la mejilla del bebé con cuidado. Por suerte, ni se movió así que dediqué unos segundos a tranquilizarme por que mi corazón seguía latiendo con tanta fuerza que creía que se me iba a salir del pecho.

Volví a mirarles y me mordí el labio inferior sopesando la idea de despertarle para llevarme al bebé y que Tristan volviera a la cama, pero parecían estar tan cómodos que no quise hacerlo, algo me decía que no debía. Aún así, valoré la situación y decidí que al menos Daniel si que debía irse a dormir a la cuna, para estar mucho más cómodo y tener más espacio del que el pecho de Tristan le daba.

Con cuidado, me incliné hacía delante, apartando las manos de Tris para coger la manta y por consiguiente, a nuestro hijo. Lo cogí con cuidado entre mis brazos y esperé un momento antes de ir hasta nuestra habitación. Por un instante me giré para poder mirarle y vacilé. Una parte de mi quería despertarle, pero tras varios minutos, decidí no hacerlo. En su lugar, salí de la habitación con el pequeño. 

Stolen moments ∆ TradleyWhere stories live. Discover now