Capitulo veintinueve.

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- Tu madre sabía perfectamente de qué estaba hablando.

La voz de Tristan había salido en forma de susurro y me había costado un poco entenderlo. Tragué saliva, aguantando las ganas de preguntarle a qué se estaba refiriendo. ¿Es que acaso mi madre había estado hablando con él cuando yo no estaba? No entendía nada, y quería saberlo, pero no quería presionar a Tristan para que hablara conmigo. Tampoco hizo mucha falta.

- Cuando rompimos... volví a casa y se lo conté a mis padres. Mi padre me gritó cosas horribles, incluso mi madre le dio la razón. Yo me sentía tan mal... tan roto. Acababa de perder al amor de mi vida y a mi padre no le importaba... Poco después, mi padre enfermó gravemente, y, semanas después, falleció.

Mi corazón se rompió en dos al escucharle. Yo no lo sabía. Lentamente, levanté una de las manos, colocando ésta sobre su hombro, pero Tristan se apartó. Solté un suspiro y dirigí mi mirada hacía él. Tristan estaba llorando en silencio. Sin pensarlo, levanté una de las manos, pasando el dorso de esta por una de las mejillas de Tristan. Estaba helado.

Miré a nuestro alrededor y cogí una de las mantas que había sobre las sábanas, cubriendo lentamente su cuerpo. Tristan no se movió ni dijo nada en los siguientes minutos, y empecé a asustarme. Recordé que, una vez, Tristan me había contado algo malo y, después, se había quedado igual: callado. Aunque me dolía, decidí darle un poco de espacio.

No me aparté de él, y no dejé de mirarle de vez en cuando. Por suerte, ese silencio duró poco. Tristan soltó un quejido que consiguió que mi corazón se rompiera un poco más y, de repente, rompió a llorar de nuevo. Yo no sabía qué hacer para ayudarle y no quería que volviera a rechazarme si volvía a poner la mano sobre su hombro.

- Todo el mundo me echó la culpa de la muerte de mi padre... - Susurró, de pronto, y me asustó.

Tragué saliva, y sin decir nada, rodeé a Tristan con mis brazos. El rubio apoyó la cabeza en mi pecho y yo le acuné durante unos segundos, para que se calmara. Tristan sollozó sobre mi, y tuve que morderme los labios para no echarme yo también a llorar. Me daba pena descubrir que la gente que nos quería, había echado al culpa de todo a Tristan. 

La muerte de su padre no había sido culpa de él, había enfermado. Nuestra ruptura no tenía nada que ver, no podían simplemente decir que era culpa suya. Maldije a mi madre por haber sido tan estúpida, y por todo lo que le había dicho a Tristan. El rubio no había tenido culpa de nada, la culpa había sido de ambos al decidir romper.

- Tu no tienes la culpa de nada. Nunca la has tenido. Mi madre no tenía razón.

- T-Tienen r-raz... - Empezó a decir Tristan, pero lo interrumpí.

- No.

Me aparté un poco, lo suficiente para colocar las manos sobre los hombros de Tristan y obligarle a incorporarse. El rubio tenía los ojos aún más rojos y pequeñas lagrimas salían aún de sus ojos. Levanté una de mis manos, sin soltarle y, aparté varias de esas lágrimas. Nunca me había gustado verlo llorar.

- Tu no has tenido la culpa de nada. Ni de nuestra ruptura, ni de la muerte de tu padre. No volveré a dejar que te hagan daño con ese tema. Nunca más.

Hablaba tan enserio que hasta yo me sorprendí de la firmeza de mis palabras. Todo lo que acababa de decir era verdad. Tristan sorbió por la nariz y me rodeó con los brazos, ocultando el rostro en el hueco de mi cuello. No lo escuché llorar, pero por los movimientos que hacía su cuerpo, sabía que lo estaba haciendo.

Pasé las manos por su espalda en lentas caricias, tratando sobre todo de calmarle. Poco después, me moví sobre la cama, hasta conseguir colocar mi espalda sobre el respaldo y atraje de nuevo a Tristan sobre mi. Por suerte había dejado de llorar. Me relajé un poco al ver que había dejado de llorar y estaba un poco más tranquilo.

Seguí pasando las manos por su espalda con la misma lentitud. Los dos agradecíamos el silencio de la habitación. Era obvio que Tristan necesitaba estar tranquilo y olvidar por un momento que el mundo, y la gente, podía llegar a ser muy cruel y hacer mucho daño. En un momento dado, bajé la mirada hacía abajo y descubrí que Tristan se había dormido.

Con una sonrisa, eché el cuerpo del mayor a un lado, para dejarlo suavemente sobre la cama y después me aparté. Salí de la cama y, tapé bien a Tristan. Siempre me había gustado verlo dormir, me parecía muy tierno y, después de lo que había pasado, lo necesitaba ahora más que nunca. Me incliné sobre la cama, dándole un beso en la mejilla y, después, salí de la habitación.

Me había olvidado por completo de Connor y James, y me encontré con mis amigos en cuanto abrí la puerta. Ambos parecían querer saber cómo se encontraba Tristan, y no me extrañaba ya que yo había sido el único en entrar allí. Levanté las manos para tranquilizarlos y hacerles saber de algún modo, que no había pasado nada grave. 

- Está dormido, y se encuentra bien.

Eso pareció calmar a mis amigos, que dejaron escapar un suspiro. Aún así, por su mirada descubrí que querían saber de que habíamos estado hablando. Me mordisqueé el labio lentamente y señalé el otro lado del pasillo. Caminamos los tres hacia allí y al llegar al salón, me sorprendí. Tristan lo tenía todo ordenado y limpio, tanto que pensaba que no estábamos en su apartamento.

Caminé hasta el mueble dónde estaba colocada la televisión y eché un vistazo a las diferentes fotografías: Había una con sus padres, su hermano. Otra con Connor y James, incluso con Joe y Dean. Algunas de las fotos dejaban ver recuerdos de un Tristan de seis o siete años, también siendo un bebé.

Una de las últimas fotos llamó mi atención. El marco estaba volcado, y pensaba que se había caído. Levanté una mano y la cogí. En ese momento entendí por qué estaba tirada. Era una foto mía y de Tristan, una que yo recordaba haber perdido. Me mordisqueé el labio y la dejé bien colocada. Seguro que a Tristan le hacía ilusión verla después.

Escuché a James carraspear detrás de mi y me giré. Connor se había sentado en el sofá y James, estaba a su lado, aunque de pie. Sabía que era lo que mis amigos querían, y quería contárselo por que lo de guardar secretos entre nosotros nunca había sido bueno, y, además, no quería mentir a mis amigos.

- ¿Qué ha pasado, Brad? - Me preguntó James.

- ¿Por dónde empiezo? - Pregunté a mi vez, encogiéndome de hombros. 

Stolen moments ∆ TradleyTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang