Capitulo setenta y nueve.

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Tristan estaba prácticamente irreconocible. Tenía la cara hinchada y sangre y moratones por las mejillas y la frente. El rubio apenas podía abrir los ojos sin soltar un quejido. Sus labios, partidos y agrietados estaban tan hincados que casi ni podía hablar. Tragué saliva, y levanté los brazos, solo para pedirle que no le hiciera más daño. Mi madre se me adelantó, obligando a Tristan a caminar.

Juntos llegaron hasta la mitad de la habitación. Podía ver la sonrisa cruel en el rostro de mi madre, pero mis ojos iban y venían de su rostro al de Tristan que estaba tan magullado y roto que me rompía el corazón. La mujer a la que había considerado una madre empujó al rubio, que cayó de rodillas y a continuación se inclinó, atrapando varios mechones de su pelo entre los dedos para después tirar con fuerza.

- Dile que no lo quieres y os dejaré libre.

Tristan ahogó un gemido y negó con la cabeza, sintiendo un nuevo tirón de pelo por parte de mi madre. Intenté adelantarme un poco, ayudarle, pero en cuanto me moví, mi madre volvió a tirarle del pelo, esa vez con más fuerza. Tristan gritó, y su grito me hizo estremecer. Mi mirada se clavó en la del rubio, que volvió a negar con la cabeza pese a que mi madre volvió a tirarle del pelo.

- Nunca diré algo que no siento. - Farfulló Tristan.

Me había costado entender que era lo que había dicho por lo herido que estaba, pero a mi madre no pareció valerle esa respuesta, por que volvió a cogerle del pelo y no lo soltó hasta que no soltó de nuevo un grito. La cara del rubio estaba roja y no sabía si de rabia o por que le pasaba algo más. Mi madre, no contenta con la respuesta, empujó al rubio hasta que su cara chocó con un crujido contra el suelo.

A continuación, le puso uno de los zapatos de tacón en la espalda presionando hasta que Tristan volvió a gritar. Me sentía paralizado, sin saber muy bien qué debía hacer o decir. No quería que siguiera haciéndole daño. Por fin mi madre dejó de atormentarle, aunque en esa ocasión, volvió a coger, sujetándole con fuerza por el cuello. Podía ver la rabia reflejada en sus ojos mientras miraba en mi dirección.

- Di que no lo amas, maldita perra y os dejaré libres a los tres.

Casi me había olvidado de nuestro hijo. Pero ver sufrir así a Tristan me estaba rompiendo en trizas. Levanté los brazos, tratando de algún modo de poder rozarle, de hacerle saber que no pasaba nada por que dijera esas palabras. Solo quería que mi madre nos dejara en libertad, aunque para ello tuviera que sacrificar todo por lo que tanto habíamos luchado.

Mi madre, cansada tras aquella pequeña tortura, volvió a empujar a Tristan contra el suelo, aunque por suerte esa vez el rubio pudo frenar la caída con los brazos. Lo vi formar una mueca de dolor, pero por suerte mi madre no se atrevió a volver a hacerle daño. En lugar de eso, se acercó hasta la pared contraria a la que yo estaba esposado y escuché el titilar de un nuevo par de esposas que pronto ocuparon las muñecas de Tristan.

Se apartó solo para ver su pequeña obra de arte y con una sonrisa de satisfacción. Se dio la vuelta, saliendo de la habitación en cuestión de segundos. El silencio inundó durante los primeros segundos la estancia antes de ser interrumpido por los sollozos de Tristan, encadenado y acurrucado a mi lado. Sin pensarlo, gateé por el suelo sucio hasta que conseguí a duras penas rozar su brazo.

- T-Tris... - Susurré.

Pero el rubio no levantó la cabeza, simplemente siguió llorando. Decidí quedarme a su lado, tratando de algún modo de calmarlo pese a que sabía lo mucho que le hubiera gustado poder salvarnos a ambos. Incluso sabía lo que Tristan era capaz de dar por salvar la vida de Daniel y la mía. Poco después sentí un apretón en uno de los dedos y al levantar la cabeza ví que Tristan me había cogido uno de los dedos.

- Lo.. Lo siento..

- No. No. Tu no tienes la culpa de nada, Tris. Es ella... es todo culpa de ella.

- No he podido salvar a Daniel... - susurró.

- ¿A qué te refieres?

- Está mañana salí con intención de ayudar a la policía, entonces vi el coche de tu madre y lo seguí con un taxi. Aparcó cerca de aquí, pero entonces me descubrió y me.. golpeó.

Vi como el labio inferior de Tristan temblaba y quise poder acercarme a él para poder besarle, pero las cadenas eran tan cortas que apenas si podíamos rozarnos con las yemas de los dedos. Al menos sabía que las veces que Tristan había salido había sido para rescatar a nuestro bebé. Presioné los labios para no echarme a llorar y entrecerré los ojos. De nuevo, intenté tirar de las cadenas, consiguiendo con eso hacerme daño en la muñeca, pero al menos estaba más cerca de Tris.

- Todo va a salir bien. - Susurré, aunque ni yo estaba seguro de eso.

El llanto de Daniel me despertó. Abrí los ojos, dirigiendo mi mirada hacía la ventana, pero no conseguí ver nada. Seguíamos encerrados en aquella habitación. Volver a escuchar a Daniel llorar me hizo levantar la cabeza hacía el techo, escuchando un ruido procedente de mi derecha. Sabía que era Tristan, así que no presté demasiada atención.

- ¡Daniel! - Grité, sin pensarlo. - ¡DANIEL! PAPÁ ESTÁ AQUI, MI AMOR. TE VAMOS A RESCATAR.

Mis ojos se llenaron de lágrimas que pronto inundaron mis mejillas. De repente, el llanto cesó y me asustó la idea de que le hubiera hecho algún daño. A lo lejos escuché pasos y volví a tumbarme el el suelo. Sentía la mirada de Tristan puesta sobre mi y por un instante quise poder besarle, darle un beso y decirle de nuevo que todo iba a estar bien y que íbamos a salir de allí, aunque ni yo mismo me lo creyera.

La puerta se abrió de repente con un golpe que nos hizo dar un bote. Escuché los tacones de mi madre conforme avanzaba por la habitación y levanté la cabeza justo cuando la tuve delante, como desafiándola. Sentí el golpe en la mejilla y mi cabeza volvió a tocar el suelo, esa vez con un golpe sordo. El rubio intentó levantarse, pero mi madre le golpeó y decidió quedarse muy muy quieto.

- Eres un maldito bastardo. - Dijo mi madre, y se inclinó para estar más cerca de mi rostro. - Nunca saldréis de aquí. Nunca.

Solté un grito cuando recibí su patada en el estómago. Me encogí, pero mi madre fue más rápida y volvió a golpearme. Esa vez fue a mi al que cogió del pelo, tirando del los rizos hacía arriba para obligarme a levantar la cabeza. Podía ver desde allí la furia en sus ojos y la sonrisa cruel que no había borrado en ningún momento. Ella volvió a tirar de mi pelo y yo intenté levantar la cabeza para que me soltara.

- Pobre e ingenio Bradley... creyendo que podrá salvar a su familia. Está vez no, Brad. Está vez no.

Me soltó de pronto y tuve que poner las manos por delante para no llevarme un buen golpe contra el suelo. Respiré hondo, tratando de recuperar el aliento después de los golpes que me había dado y al levantar la cabeza vi que había soltado a Tristan. Esperaba que el rubio fuera rápido e intentará escapar, pero un grito por su parte me hizo levantarme de golpe. Mi madre había sacado una pistola eléctrica del bolsillo de los pantalones, dando una descarga a Tristan, que quedó medio inconsciente en el suelo.

- ¡TRIS! - Grité, tratando de alcanzarle.

Mi madre lo había cogido, alejándole de mi antes de que fuera si quiera capaz de cogerle la mano. Con miedo, intenté levantarme, pero resbalé, cayendo del nuevo al suelo. No me salía la voz, ni siquiera cuando vi que se lo llevaba a la otra punta de la habitación y lo sentaba en una silla que yo no había visto antes pero que al parecer ella ya había colocado allí.

Con pánico vi como comenzaba a atarlo a la silla, al mismo tiempo que colocaba una especie de tiras de colores contra su pecho. No supe que era lo que estaba haciendo, pero Tristan estaba recobrando el conocimiento justo en ese momento. Mi madre le cogió la cara, con tanta fuerza que vi como sus nudillos se ponían blanco y la sonrisa en su rostro se extendía.

- Di las palabras, Tristan. Dilas y te prometo que os dejaré libres. Te lo prometo.  

Stolen moments ∆ TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora