Capitulo setenta y cinco.

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No supe cuanto tiempo estuve durmiendo. Me removí en la cama, inquieto y mis ojos se abrieron despacio, dejando que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad que me rodeaba. Poco a poco, las imágenes de lo sucedido acudieron a mi mente, haciendo que me estremeciera y soltara algún otro jadeo. Mi mano tanteó sobre la mesita de noche hasta que dio con el interruptor de la mesita.

Me encogí en cuanto la luz me dio en los ojos, y me los froté varias veces, hasta que me acostumbré a la luz. Mi mirada recorrido toda la habitación hasta dar con la cuna vacía frente a mi. Me estremecí de nuevo, apartando entonces las mantas de mi cuerpo para poder ponerme en pie. Jadeé cuando mis pies tocaron el suelo y tardé unos segundos en levantarme de la cama.

Verme la mano herida tampoco ayudó a olvidar lo que había pasado, pero si que recordaba como James me había curado y.... El miedo en los ojos de Tristan y mis amigos. Me mordisqueé el labio y después de ponerme una chaqueta encima de la camiseta, y poner también unas zapatillas, decidí apagar la luz y salir de la habitación, buscando a los demás.

Sus voces me llevaron hasta el salón. Justo al llegar escuché que Tris decís mi nombre y decidí quedarme escondido allí, escuchando lo que decían. No parecía que estuvieran discutiendo, pero si hablaban en susurros, como si no quisiera que nadie los escuchara. Sus tonos de voz si que me indicaban que estaban preocupados, seguramente por lo que había pasado.

- Me aterró verlo así. - Estaba diciendo Tristan.

- Es normal, Tris... Por suerte todo pareció ser una alucinación y nada más.

- Había sangre en el suelo... Sobre Daniel, y pensé que quizás le había hecho daño...

"Daniel". El nombre de mi hijo resonó en mi cabeza y por un instante recordé todo lo que había pasado, la sangre sobre su rostro, su llanto. El miedo después de que rompiera el cristal con el bate de béisbol de Tristan. Echando un vistazo, miré en dirección a donde estaba la sillita del bebé, que en esos momentos se encontraba vacía. Volví a mirar a mis amigos y descubrí que Daniel estaba con James. Me relajé.

- ¿Le ha pasado más veces? - La pregunta de Connor volvió a llamar mi atención.

- No que yo sepa... - Contestó el rubio.

- A lo mejor es un trauma, ya sabes, por el secuestro. - James habló. - He estado leyendo. Las personas que han pasado por un gran trauma pueden llegar a tener esta especie de.... Visiones.

Después de esas palabras los tres se habían quedado en silencio. No me creían y aunque no quería pensarlo, me dolía. ¿Cómo podía haberse tratado de una visión si había visto a mi madre coger al bebé? ¿O no la había visto hacerlo? Ya no sabía que pensar, lo único que podía haber era negar. Yo no tenía ningún trauma, mi madre había estado aquí, y había querido hacer daño a nuestro hijo aunque mis amigos y mi pareja no quisieran verlo de esa manera.

Aproveché que estaban en silencio para entrar en el salón. Lo hice despacio. Primero me vio Connor y después James. Ambos me sonrieron. Tristan tenía la cabeza agachada pero estaba seguro de que me había escuchado acercarme hasta allí. 

Por fin levantó la cabeza y por un instante sentí la necesidad de huir de allí. ¿Si ellos no me creían, por que debía quedarme?

- Hola. - Susurró Tris, pero no le contesté.

En su lugar, me senté al lado de Connor, lo más lejos posible de él y me limité a no mirarle ni una sola vez pensé a que empezaba a sentir su mirada puesta sobre mi. Dejé que Connor me sirviera un poco de té, cogiendo con fuerza la taza entre las manos antes si quiera de darle un sorbo. Ninguno de los tres habló, y yo lo agradecí, más después de todo lo que había estado escuchando eso minutos.

- Sé lo que vi. - Dije, rompiendo de esa manera el silencio.

- ¿Qué? - Preguntó James, con el ceño fruncido.

- Se lo que vi. Mi madre estaba aquí, quería hacer daño a Daniel. - Afirmé.

- Brad... - Empezó James, pero yo negué con la cabeza.

Apreté los labios, cerrando los ojos y respirando hondo. Al abrirlos, dirigí mi mirada hacía la ventana que había roto un poco antes. Tristan la había cubierto con un trozo grande de cartón pero a pesar de eso, podía escuchar al viento aullar mientras se colaba en nuestra casa. No servía de nada seguir hablando de eso si ellos no me creían. Yo nunca hubiera querido hacerle daño a nuestro hijo, y tampoco me hubiera inventado algo como eso.

- Brad, hemos estado hablando y creemos que deberías visitar a un psicólogo...

Los miré a los tres sin creerme realmente lo que me acababan de decir. ¿Creían que estaba loco? Una rabia interior que antes no había sentido empezó a crecer en mi interior y los miré a los tres con los ojos entrecerrados, dejando claro que lo que acababan de decirme era una tontería. Mi mirada cambió, y empecé a desconfiar de ellos un poco. Apartando la mirada, vi que James aún tenía a mi hijo, dormido, en sus brazos.

Sin esperar, ni perder tiempo, me levanté del sofá, dejando la taza con tanta brusquedad sobre la mesa que se rompió en pedazos, el té verde manchó toda la mesa en cuestión de segundos. Ni me preocupé por eso, todo lo contrario, me hizo hasta gracia. Soltando una risita, me acerqué a James, cogiendo a Daniel de sus brazos y tras coger también el chupete que había sobre la mesa, me alejé de ellos.

Por el rabillo del ojo vi como Tristan se levantaba, con intención de coger a nuestro hijo, pero yo lo protegí entre mis brazos como buenamente pude, levantando una de las manos para obligarle a parar mientras yo retrocedía. Les dediqué una última mirada, una mirada con la que esperaba dejarlo todo más que claro. No estaba loco, mi madre había estado aquí de verdad.

- No te muevas. - Susurré.

A continuación, y sabiendo que no los podría parar durante mucho tiempo, retrocedí, caminando hasta el pasillo el cual recorrí con rapidez, acunando al bebé que no se había enterado de nada. Al llegar a la habitación del bebé, me metí dentro, echando un vistazo para ver como mis amigos me miraban desde la puerta del salón, sin atreverse a hacer nada más. Yo sonreí, y entonces, cerré la puerta.

Como no le habíamos puesto cerradura, decidí poner al pequeño en la cuna y después mover el armario hasta la puerta, bloqueando ésta para que ninguno de los tres pudiera entrar, ni siquiera para intentar hablar conmigo. Volví a acercarme hasta la cuna, cogiendo de nuevo al bebé y me senté en la silla que había en la esquina, colocándole bien sobre mi pecho para que estuviera cómodo.

Unos golpes en la puerta me hicieron levantar la cabeza, pero los ignoré. Los volví a escuchar unos minutos más tarde y me mordí el labio, intentando no soltar la barbaridad que tenía en mente. Respiré hondo, y me concentré en mirar todo el tiempo el rostro de mi hijo, al menos hasta intentar calmar los nervios que sentía bajo la piel.

- Brad, por favor, Daniel...

- El bebé está bien. - Le aseguré, acariciando su manita suavemente, sin intención alguna de despertarle o molestarle. - Se lo que vi..

Mi voz había salido en forma de susurro bajo, por que era cierto. Sabía lo que había visto, por mucho que mis amigos no quisiera darse cuenta de ello. Mi madre había estado en casa, y había intentando hacer daño a nuestro hijo. 

Stolen moments ∆ TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora