Capitulo cuarenta y tres.

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Borré el mensaje en cuanto lo envié, rezando para que James no respondiera y simplemente fuera inteligente y se lo enseñara a alguien. Tragué saliva lentamente, y al escuchar un ruido en el piso de arriba me asusté. Eché a correr rápidamente hacía la puerta, y solté un grito al descubrir que estaba cerrada. Nervioso, corrí hacía la puerta de la terraza, pero era inútil, estaba totalmente encerrado.

El sonido de un mensaje me hizo jadear. James había contestado. Quería correr, coger el teléfono y llamarle, pero la puerta de la que había sido mi habitación se abrió con un golpetazo y escuché a mi madre gritar furiosa. Corrí rápidamente, buscando un lugar donde esconderme y abrí las puertas del armario, metiéndome dentro en cuestión de segundos. Me encogí tanto como pude, tratando de escuchar algo fuera de allí, aunque lo único que podía oír era mi respiración agitada.

La escuché andar fuera del armario, diciendo mi nombre en más de una ocasión. Tragué saliva, esperando que no escuchara lo rápido que latía mi corazón. Pero al parecer la suerte no estaba de mi lado por que unos minutos después, la puerta del armario se abrió y mi madre me cogió por la camiseta, lanzándome con fuerza contra el suelo. Ante ese impacto, me quedé sin respiración, y no tuve tiempo para actuar. Tampoco vi como mi madre se hacía con una figurita, solo que sentí mucho dolor y de repente, todo se volvió negro.

Me removí cuando sentí un golpe en la mejilla seguido de otros dos. No quería moverme, no quería abrir los ojos. Se estaba mucho mejor así, en la ignorancia. Pero a mi madre no parecía hacerle demasiada gracia, por que me golpeó en todo el pecho mientras gritaba un "ABRE LOS OJOS" que me obligó, por miedo, a hacerle caso. Podía ver la furia tras sus ojos y tuve que tragar saliva. Notaba la boca pastosa, y me dolía la cabeza, seguramente por el golpe que me había dado antes.

- ¿Creías que podías escapar de mi? Que equivocado estabas...

- Mis amigos me encontraran...

- Jamás te encontraran. Puede que hayas avisado a tu amigo, pero estamos en medio de una montaña, en una cabaña que no tiene teléfono fijo y a la que la señal telefónica llega muy débil.

- No...

- Me aseguré de eso, Brad. Igual que me voy a asegurar de que no salgas jamás de aquí. Al menos, no con vida.

Sus palabras me hicieron estremecer y solté un quejido. Intenté incorporarme, atacarla, pero había sido previsora y me había atado las manos a la cabecera de la cama y las piernas, a una barra de metal. Estaba totalmente inmovilizado. Gruñí, tratando de tirar de mis cadenas, pero mi madre solo río, alejándose de mi para quedarse cerca de la puerta.

- Ahora si que empieza tu pesadilla, Bradley.

[...]

Mi madre no mentía cuando me dijo que iba a ser una pesadilla. Ahora si que había perdido por completo el sentido del tiempo, y, además, mi madre había dejado de subir para verme. Tampoco me había traído comida o bebida, así que llevaba algunos días en los que sentía que me estaba muriendo. Mi estómago gruñía en señal de protesta y tenía la boca tan seca que era incapaz de hablar.

Una vez más, traté de tirar de las cadenas, ocasionando más daño en mis muñecas ya de por si lastimadas. Ahogué un gemido y las lágrimas que pinchaban tras mis ojos. Aunque me costó, me las tragué, no me iba a permitir llorar, no quería que mi madre viera debilidad en mi. No otra vez. Cerré los ojos y me centré en lo único que me había mantenido con vida desde hacía algunos días. No dejaba de pensar en mis amigos, y en que, después de mi mensaje, harían lo imposible para encontrarme. No me equivocaba.

De repente, un ruido en la parte de abajo me hizo abrir los ojos. Podía escuchar muchos gritos y algún que otro golpe. Por un momento temí que mi madre hubiera hecho daño a alguien abajo. Los gritos se repitieron una vez más y, escuché pasos que subían al piso de arriba. Alguien pateó una puerta cercana a la mía, gritando poco después. Tragué saliva, intentando reunir fuerzas suficientes.

- ¡ESTOY AQUÍ! - Grité, con la voz tan rota y cansada que sabía que nadie podría escucharme.

Oí como pateaban otra de las puertas y recé para que entraran en esta habitación. Alguien pareció escucharme por que empezaron a patear la puerta donde estaba hasta que se hizo añicos. Escuché que gritaban mi nombre, y asentí con la cabeza. Ya no tenía fuerzas ni para hablar. Una persona entró en la habitación y cuando se acercó a mi, me encogí, echándome hacía atrás.

- Brad... Brad, soy yo...

La voz de Tristan me hizo moverme. No podía creerlo, Tristan estaba allí, había venido a por mi. Sentí su caricia en mi mejilla y, de repente, alguien le apartó. En ese momento rompí a llorar como no lo había hecho en días, mientras alguien, delante de mi, me soltaba las cadenas y me preguntaban si me encontraba bien. Balbuceé algunas cosas, palabras sueltas y negué con la cabeza una de las veces. El agente que más cerca estaba de mi, se inclinó sobre la cama, con intención de cogerme en brazos, pero Tristan lo detuvo.

- Yo lo haré..

De forma involuntaria, asentí con la cabeza y los brazos de Tristan me cogieron. Escondí el rostro en el hueco de su cuello, avergonzado por estar llorando delante de unos desconocidos. Por una vez en quince días me sentía muy aliviado de encontrarme en brazos de algún conocido. Me sentía tranquilo, me sentía mejor. Toda la pesadilla había terminado. Tristan bajó las escaleras sujetándome con fuerza y yo no me moví. Escuchaba voces, muchas voces y algún que otro grito. Por suerte mi madre ya no estaba allí.

En cuanto Tristan puso un pie en el suelo del salón, James y Connor se abalanzaron sobre nosotros. Tristan se apartó un poco, dejando cierto espacio entre nosotros y susurró algo que yo no llegué a escuchar. Mis amigos no me tocaron, cosa que agradecí. Me encogí más entre los brazos de Tristan, buscando quizás un poco más de cobijo. Estaba totalmente aterrado con lo que acababa de pasar.

Una voz a mi derecha le dijo a Tristan que podía llevarme fuera, que había una ambulancia esperando fuera para poder atenderme. Solté un jadeo, y Tristan me pasó la mano por la espalda para tranquilizarme, aunque poco después comenzó a moverme. Intuía que mis amigos nos estaban siguiendo, y lo agradecí. Necesitaba sentir que había vuelto a casa después de toda esa pesadilla.

Entreabrí los ojos, viendo las luces de la ambulancia y uno de los médicos se acercó corriendo hacía donde estábamos nosotros. Le indicó, en un susurro a Tristan, que me subiera a la ambulancia y me dejara sobre la camilla. El rubio lo hizo, aunque vaciló un poco. Al sentir que, de alguna manera, dejaba de estar en sus brazos, me agarré con fuerza y vi como el médico trataba de hacer que me quedara tumbado para examinarme.

- Quédate... - Susurré, con la voz rota.

Tristan me miró, y después miró al médico que asintió con la cabeza y le dijo que podía tomar asiento frente a mi. Yo agarré su mano con fuerza, con la poca que me quedaba y sonreí un poco. Por fin, después de tantos días, empezaba a sentirme seguro. Poco a poco, mis ojos comenzaron a cerrarse, y me dejé llevar por el cansacio hasta dormirme.

- Te quiero. - Susurré. 

Stolen moments ∆ TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora