Capítulo ocho.

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Después de tener esa pequeña charla con Connor decidí que era hora de ir a hablar con Tristan. Aún no había conseguido aclarar mis sentimientos y sentía mariposas en el estómago cada vez que pensaba en él, pero debía afrontar las cosas de frente. Respiré hondo y en cuanto la puerta se cerró detrás de Connor, me dirigí hacía mi habitación para poder vestirme.

No me lo pensé demasiado y me puse unos pantalones negros y una camiseta azul con pájaros. Corrí hacía el baño para peinarme un poco y lavarme la cara. Volví hasta el salón, escribiendo en una nota de papel la dirección donde vivía Tristan. Antes de salir me aseguré de coger el móvil, las llaves y la cartera. Entonces salí de nuestro apartamento, con la nota entre los dedos para no perderme.

Al llegar, eché un vistazo al edificio y me sorprendí. Parecía un edificio de estudiantes. Fruncí el ceño y caminé hasta la puerta, saludando al hombre que había al lado de esta al pasar. Dentro, eché otro vistazo. El edificio no parecía excesivamente grande y al mirar donde estaban los buzones, descubrí que no había más de seis o siete personas viviendo allí.

Aún con el ceño fruncido, me acerqué hasta un pequeño mostrador. La mujer que había detrás me sonrió y yo rápidamente pregunté por Tristan. La chica cogió un papel y me apuntó el número de la puerta, señalando detrás de mi, hacía las escaleras. Le agradecí su ayuda y caminé hasta allí. Conforme subía los escalones empecé a ponerme más y más nervioso.

Hacía casi seis años que no veía a Tristan, sin contar que lo había visto la noche anterior. Lo cierto era que lo que Connor me había contado había conseguido que me preocupara un poco. No entendía por qué Tristan había decidido alejarse de todo lo que le había hecho feliz durante años. La respuesta apareció ante mi casi en ese mismo instante: por mi. Me mordisqueé el labio inferior, tragando saliva y suspiré.

Si las cosas no hubieran acabado así, quizás Tristan no había sentido la necesidad de alejarse de algo que le hacía tan feliz. El sentimiento de culpa se instaló en mi interior y cuando llegué por fin al piso donde estaba el apartamento de Tristan, la presión sobre mi pecho se agrandó. Vacilé, sintiendo como la fuerza me abandonaba con cada paso que daba. 

Al llegar a la puerta, tuve que tragar saliva otra vez. Sentía las lágrimas pinchando tras mis ojos, deseando salir. Apreté con fuerza los ojos, quedándome así durante unos segundos, tantos que no escuché la puerta cuando se abrió. Respiré hondo, dispuesto a abrir los ojos y a llamar a la puerta, pero no tuve ocasión.

- ¿Brad? - Su voz me hizo estremecer.

Abrí los ojos y levanté la cabeza para mirarle. Me quedé sin respiración cuando nuestras miradas se cruzaron. Tristan parecía acabar de salir de la ducha; tenía el pelo mojado y peinado hacía un lado y ya no tenía barba, acababa de afeitarse. Tuve que tragar saliva, incapaz de hacer cualquier otra cosa. Todavía me sorprendía lo que su voz, y el tenerlo cerca conseguían hacer en mí.

- H-Hola... - Conseguí tartamudear.

Tristan soltó una risita y me sonrojé. Tristan pareció notar algo raro en mi por que enseguida la sonrisa se transformó en preocupación. El rubio se echó hacía un lado, entrando de nuevo en su apartamento y esperó a que yo hiciera lo mismo. Pasaron algunos minutos antes de que lo siguiera al interior, escuchando como la puerta se cerraba detrás mi.

Seguí a Tristan por el pasillo hasta el salón. Si antes estaba nervioso, ahora directamente estaba temblando. Recé para que Tristan no se diera cuenta de lo que estaba pasando. Al entrar en el salón, me sorprendí. Estaba todo ordenado, había un sofá, una mesa pequeña y una televisión. Me mordisqueé el labio al ver el árbol de Navidad colocado en un lateral. Me giré para estar frente al mayor, que parecía nervioso con mi presencia.

- ¿Qué haces aquí? - Preguntó y sentí una punzada en el corazón.

- Verás... Connor me contó que lo habías p-... - Tristan levantó una de las manos, obligándome a parar de hablar. 

- Ha pasado mucho tiempo de eso, Brad. Estoy bien. - Comentó, encogiéndose de hombros. - ¿Qué haces aquí?

Me quedé en silencio, analizando sus palabras y sus gestos. Tristan nunca había sido muy dado a contarnos sus problemas, solía callarse hasta que explotaba. Eso era algo que nunca me había gustado. Me adelanté un par de pasos, acortando la distancia que nos separaba y lo observé. Por un momento me dediqué a perderme en el azul de sus ojos. Tristan tragó saliva y dio un paso adelante.

Nuestros cuerpos estaban prácticamente pegados ya. Abrí la boca, dispuesto a decirle que estaba preocupado por él, pero no pudo hacerlo. Las yemas de los dedos de Tristan acariciaron muy lentamente mi barbilla, subiendo hacía mis mejillas. Me relajé en ese justo momento y cerré los ojos dejándome llevar por sus caricias. Me estremecí al escucharle sonreír y me imaginé su sonrisa.

Me sobresalté al sentir sus labios sobre los míos, pero no lo detuve ni me aparté. Todo lo contrario, mis brazos rodeando sus hombros, atrayendo le más hacía mi. Al principio, solo fue una leve presión, pero conforme pasaban los segundos, Tristan comenzó a moverse, besándome. Me dejé llevar. Sentí como mi corazón latía con fuerza mientras las manos del rubio acariciaban mis mejillas con extrema lentitud.

Sentí como mis sentimientos volvían a encenderse, sentí las mariposas en mi estómago y las lágrimas en mis ojos. Pero no me detuve, no me aparté. Los minutos pasaban y la urgencia del besó subió. Había echado de menos tenerlo tan cerca, sentir sus manos en mi rostro, su cuerpo pegado al mío. Había echado de menos tener sus labios sobre los míos o escucharle reír.

Unos minutos después, Tristan se apartó. Lo miré a los ojos. Tenía la mejillas teñidas de rojo y intuía que yo también. Nuestra respiración estaba acelerada. Podía ver como su pecho subía y bajaba mientras me miraba con la boca entreabierta. Tragué saliva varias veces. Ninguno de los habló durante lo que me pareció una eternidad. No dejaba de mirarme, y yo hacía lo mismo, no podía apartar mi mirada del rubio.

- Yo no... no deberíamos habernos... b-besado. - Tristan tartamudeó.

Por un instante sentí que no había significado igual para él que para mi. Sentí una punzada en el pecho, cerca del corazón y mi corazón volvió a latir de forma normal. La mirada de Tristan sobre mi había cambiado. Podía ver... ¿arrepentimiento? Eso solo consiguió hacerme más daño y me enfadé.

- Tienes razón. Esto ha sido un estúpido error. - Comenté, separándome un poco. - No tendría que haberte besado. No vales la pena.

Una chispa de dolor apareció en sus ojos y no me arrepentí de haberlo dicho. Levanté los brazos, golpeando su pecho con fuerza varias veces antes de gritar un "Conozco la salida". Recorrí el pasillo rápidamente y salí de allí, dando un portazo. No me importó que hubiera vecinos en el pasillo. Salí de allí como una flecha, tan rápido como pude. 

Stolen moments ∆ TradleyWhere stories live. Discover now