Capitulo treinta y dos.

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Después de una hora, por fin Connor comentó que era hora de irse. James lo secundó poco después, estirándose ligeramente y soltando un bostezo. Tristan, en su lugar, solo sonrió, negando con la cabeza cuando sus amigos hicieran esas tonterías. Podían llegar a ser muy infantiles, y a pesar de eso, no los cambiaría por nada del mundo. Eran mis mejores amigos.

Connor se acercó para abrazarme después de coger su chaqueta y cuando se apartó, fue James quién se acercó. Aproveché el abrazo de James para mirar en dirección a Tristan, que alzó las cejas, seguramente por lo que habíamos hablado antes en la habitación. Negué con la cabeza y cuando James se apartó, fingí mirar hacía la lampara del salón, esperando que mi amigo se lo creyera y no hiciera preguntas.

- ¿Vienes, Brad? - Preguntó Connor desde la puerta.

- Si, espera, voy a coger mi chaqueta.

Tristan se adelantó en ese momento y, sin previo avisó, le cerró a Connor la puerta en las narices. Pude escuchar un grito desde fuera y un golpe en la puerta que hizo reír a Tristan, pero no abrió la puerta. Yo si sabía lo que estaba pasando, y aunque me parecía una jugada muy fea por su parte, tenía que reconocer que había sido muy gracioso. Tristan se giró, mirándome y me acerqué lentamente hasta él.

- Eso ha sido muy cruel.

- No hubieran dejado que te quedaras... - Susurró el rubio.

En respuesta a lo que acababa de decirme, lo besé, apartándome poco después para dirigirme hacía la puerta y abrir. Mis amigos no se habían ido, seguramente me estaban esperando. Connor se veía especialmente molesto. Estaba intentando buscar algo que poder decirles cuando Connor, viendo mis intenciones, decidió interrumpirme.

- No vienes, ¿verdad?

Negué con la cabeza y mis amigos parecieron respirar más tranquilos después. Al menos no se habían enfadado. James apartó a Connor de delante de la puerta para acercarse hasta mi, lo suficiente para que el menor no pudiera escucharle hablar. No sabía por qué estaba haciendo eso, o por qué se lo ocultaba a Connor, pero no importaba.

- Tened cuidado. - Me susurró mi amigo, y me ruboricé.

Cuando James se apartó, escuché a Connor soltar una carcajada al verme tan rojo. Le lancé una mirada de odio y levanté el dedo medio en su dirección, esperando que entendiera la indirecta que le estaba mandando. Al parecer, no la entendió por que, un momento después, comenzó a caminar lejos de allí, aún riéndose. Solté un suspiro y esperé hasta que desaparecieron por la esquina para volver a meterme en el apartamento y cerrar la puerta. 

Al girarme, Tristan estaba detrás de mi, con una misteriosa sonrisa en los labios que hizo que me estremeciera. No sabía que estaba tramando, pero por su mirada, no parecía ser nada bueno. Lo dejé pasar y Tristan tiró de mi hasta que mi pecho chocó contra el suyo. El rubio me besó la nariz lentamente y, a continuación, me besó en los labios, lentamente también. Sin pensarlo, le seguí el beso, sonriendo contra su boca.

- Por fin te tengo para mi... - Susurró el rubio, y volví a estremecerme.

Durante unos segundos no pude hacer otra cosa que mirarle a los ojos. Llevaba mucho, mucho tiempo enamorado de esos ojos en los que me perdía cada vez que le miraba. Tristan me rodeó con los brazos y cansado, dejé que mi cabeza descansara sobre su pecho. Aproveché el momento para aspirar su aroma y dejé que sus brazos me brindaran cierta protección.

Podía escucharle reír, y sentía el movimiento de su cuerpo, por eso no dude en tener una pequeña venganza. Conseguí levantar una de las manos, comenzando a clavar el dedo en su cadera en pequeños toquecitos que hicieron que Tristan se retorciera y dejara de reír. Escuché un "¡ay!" pero no paré hasta que el rubio no me apartó de su lado. Cuando nuestras miradas se encontraron, Tristan tenía un pequeño puchero en los labios.

Aunque seguía sintiéndome muy cansado, tenía que admitir que esa pequeña broma hacía Tristan había sido la mar de divertida. Negué con la cabeza y Tristan hizo un puchero, pero volví a negar y escondí mis manos tras mi espalda. Tristan no parecía contento, de hecho, al ver que yo no hacía otra cosa que negar, comenzó a caminar para alejarse de mi. Fruncí el ceño, mirando su espalda, sin entender nada.

- ¿A dónde vas? - Pregunté.

Tristan se giró, mirando en mi dirección y se encogió de hombros. Poco después, Tristan volvió a darme la espalda, caminando para salir del salón. Con curiosidad, y un poco molesto, lo seguí, caminando de puntillas para que no pudiera verme. El rubio recorrió el pasillo hasta que llegó a una habitación que yo antes no había visto. Lo vi entrar, y vacilé. 

Aún caminando de puntillas, me acerqué hasta la puerta. Desde allí, pude divisar una batería y un teclado, por lo que supuse que sería el estudio de Tristan. La curiosidad por saber que estaba haciendo allí volvió a invadirme y dí un paso al frente. Empujé la puerta lentamente con el pie y  me estremecí ante el chirrido de la madera al correrse. Lo que no me esperaba para nada era lo que vi nada más la puerta se abrió.

El rubio estaba sentado en un pequeño sofá que había en la esquina, con un osito de peluche entre las manos al que no dejaba de mirar. Volví a fruncir el ceño y Tristan, que me había visto, levantó al peluche y comenzó a darle besos repetidamente, como si lo estuviera besando. Abrí los ojos por la sorpresa y tardé un poco en ser capaz de hablar.

- ¿Se puede saber qué estás haciendo?

- ¿Ah? Oh, nada. Es solo que como tú no quieres mis besos, pues se los voy a dar al osito. - Tristan se encogió de hombros.

No sabía si echarme a reír o a llorar, así que decidí comportarme como un novio celoso. Puse cara de enfadado, y Tristan, al verme, siguió dandole besos al osito de peluche. Como no me estaba haciendo caso, decidí pasar a la acción. Me acerqué hasta el rápidamente, y le quité al oso de las manos, tirándolo lejos sin mirar. Tristan volvió a fingir un puchero, pero esa vez no le hice caso.

- ¿Así que prefieres los besos peludos de un oso que los míos, eh? Pues eso se arregla enseguida... 

Sin darle tiempo a responder a la pregunta que yo mismo acababa de hacerle, lo besé. Lo hice rápido, sin darle tiempo verdaderamente a saborear mis labios. Tristan entreabrió los ojos, molesto por lo poco que había durado el beso y se inclinó para que pudiera besarlo de nuevo. En lugar de ceder a su petición, me comporté como si de verdad estuviera celoso de lo que acababa de ver.

Comencé a "golpearle" (apenas le estaba dando) con los puños cerrados, soltando algún que otro "¡Me has engañado!" "¡Te odio!" La risa de Tristan ni me sorprendió, de hecho me la esperaba. Minutos después, decidí parar con mi ataque fingido de celos y me tumbé sobre su pecho. La respiración de Tristan me tranquilizó enseguida y cerré los ojos dejándome llevar y sintiendo como sus brazos me rodeaban, protegiéndome una vez más de todo lo malo (o eso esperaba yo).

- ¿Así que el osito besa mejor que yo? - Pregunté, sin moverme.

Mi cuerpo se movió cuando Tristan se rió y yo sonreí. Tristan no me contestó de manera inmediata, así que simplemente dejé que su respiración me llevara a un estado de semi inconsciencia. No quería quedarme dormido, pero su respiración estaba consiguiendo adormecerme y no lo podía (ni lo quería) evitar.

- Tu besas mil veces mejor que el osito. - Susurró Tristan en mi oído, y sonreí. 

Stolen moments ∆ TradleyWhere stories live. Discover now