Capitulo cuarenta y seis.

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Vi como los ojos de Tristan se abrían por la sorpresa y decidí que no le dejaría margen para que inventara cualquier excusa. Teníamos que hablar, y lo íbamos a hacer en ese momento. Di un paso al frente, lentamente y el rubio se movió hacía la derecha. Lejos de dolerme ese gesto, lo que hizo fue darme un poco más de valor.

- Tenemos que hablar. No vas a poder evitarme siempre.

- Pero puedo intentarlo.. de momento.

- No, no puedes.

Tristan levantó las manos en mi dirección, pero no me detuve hasta que no quedé justo frente a él. Me mordisqueé el labio. Tristan estaba evitando mi mirada. Levanté, muy lentamente una de las manos hasta colocarla sobre su barbilla. Giré su rostro lentamente. Sus ojos, siempre de un azul vivido, en ese momento se veían muy grises.

Le brillaban los ojos y sabía de primera mano que estaba a punto de echarse a llorar. Me acerqué hasta él, pasando las manos hasta su espalda. Escuché como soltaba un quejido que me rompió el corazón. Apreté su cuerpo contra el mio y sentí su aliento en el hueco de mi cuello. De repente dejé de tener ganas de hablar del tema. Lo único que quería era abrazarle y evitar que siguiera llorando.

- L-Lo siento, B-Brad.... - Lloriqueó.

Durante algunos minutos lo único que fui capaz de hacer fue cerrar los ojos y abrazarle. No dejaban de repetirse en mi cabeza sus anteriores palabras y podía dejar de sentir lo mucho que a Tris le estaba doliendo. Me aparté varios minutos después, y al levantar la cabeza descubrí que Tristan tenía los ojos enrojecidos de llorar. Muy despacio, levanté mis manos, pasando estás por sus mejillas para apartar las lágrimas.

Tristan se estremeció ante mis caricias, pero yo no me detuve. Conseguí limpiar su rostro, pero al cabo de unos segundos éstas volvieron a salir. Me estaba rompiendo el corazón ver a Tristan tan frágil, ver que estaba echándose la culpa de algo que sin lugar a dudas, no lo era. Nada de lo que me había pasado era culpa suya. Busqué a tientas sus manos, bajando lentamente por sus brazos, en toques muy suaves, apenas con las yemas de los dedos.

Cuando por fin encontré sus manos, intenté entrelazarlas con las suyas, pero Tristan las apartó rápidamente, dando a su vez un paso atrás. Esa vez si que me dolió un poco su rechazo. No sabía por qué estaba haciendo esto, pero parecía realmente asustado. Como un niño.

- Titty... - Susurré, y lo vi negar.

Me mordisqueé el labio, esperando que todo aquello no fuera más que un ataque de pánico y que se le pasara pronto. Ya no sabía cómo más decirle que nada de lo que había pasado había sido culpa suya, que todo había sido cosa de mi madre. Pero Tristan no parecía estar dispuesto a escuchar mis palabras. Dejé escapar un suspiro, levantando las manos para hacerle saber que no iba a seguir insistiendo.

Muy lentamente, me gire, dándole la espalda y caminé hasta el pasillo. No podía seguir viéndole así y estaba muy claro que no había nada que yo pudiera decir ahora que fuera a arreglar las cosas. Con el corazón en un puño, me alejé lentamente del salón hasta llegar a mi habitación. Al entrar, decidí dejar la puerta abierta, por si Tristan venía.  

El cansando que había sentido estos últimos días por el estrés, cayó de nuevo sobre mi, haciendo que me sintiera débil de nuevo. Me empecé a poner el pijama, echando cada pocos minutos un vistazo a la puerta, pero Tristan seguía sin aparecer. Soltando otro suspiro, negué con la cabeza y me acerqué hasta la cama, tirando de las sábanas hacía atrás. En más de una ocasión tuve que reprimir las ganas de levantarme y ir para obligar, de alguna manera, a Tristan a venir a dormir.

Finalmente me acosté, y en cuanto mi cabeza tocó la almohada, caí rendido. Estaba teniendo unos sueños muy raros, sueños en los que, de repente aparecía Tristan y cuando intentaba acercarme a él, el rubio solo se alejaba hasta que de repente, dejé de verlo. Escuché una voz decir "ya no te quiere" y al girarme, volví a ver a Tristan, pero la imagen hizo que me doliera el corazón.

Tristan estaba con otra persona, un chico al que yo no podía ver la cara. Intenté acercarme, pero en cuanto lo hice, Tristan lo beso. Ahogué un gemido y levanté los brazos, tratando, de algún modo de alcanzarle. Desperté sobresaltado, apartando las sábanas de mi cuerpo como si éstas quemaran. Me costó un par de minutos normalizar mi respiración, pero en cuanto lo conseguí, me giré en la cama.

El lado de Tristan estaba vacío, de hecho, las sabanas ni se habían movido. Reprimiendo un jadeo, me levanté de la cama, con intención de ir y ver donde narices se había metido Tristan. Por mi cabeza pasaba la posibilidad de que se hubiera ido a casa, pero al llegar a la puerta del salón rápidamente los hice desaparecer.

La luz de la lampara estaba encendida, pero el resto del salón se encontraba a oscuras. Lentamente, caminé hasta llegar a esa zona de la casa y mi mirada se deslizó rápidamente hasta el sofá, donde para mi sorpresa estaba Tristan. El rubio estaba hecho un ovillo, destapado y el pelo le caía sobre el rostro, cubriendo parte de sus ojos y su nariz.

Muy lentamente, me acerqué hasta él, quedando de rodillas. Parecía dormido, dormido y en paz y eso en parte consiguió calmarme. Eché un rápido vistazo a su rostro; tenía marcas de lágrimas en las mejillas y las mejillas coloradas. Supuse que había estado llorando mucho más rato después de que yo lo dejara solo.

Levanté una de las manos, apartando el pelo que le caía sobre el rostro y las aparté cuando vi que el rubio se removía. Aguanté la respiración, pero al ver que no se despertaba, respiré tranquilo. Volví a ponerme en pie, cogiendo la manta que había sobre el sofá y lo cubrí lentamente. Entonces, me incliné hacía delante, dejando un cálido beso en su frente.

Volví a mi habitación, no sin antes apagar la luz para que pudiera dormir más tranquilo. Al llegar a la habitación de nuevo, me acerqué hasta la mesita, mirando la hora. Eran las cinco de la mañana. Abrí la conversación de James, para escribir rápidamente un mensaje. Teníamos que encontrar un modo de hacer que Tristan se encontrara mejor.

"¿Podéis venir mañana? No muy temprano, a eso de las nueve o las diez. James, por favor, no llaméis al timbre".

Vacilé durante unos segundos sobre si mandar o no el mensaje, pero finalmente le di a enviar. Con un poco de suerte, mañana por la mañana podríamos encontrar una solución a todo lo que estaba pasando. Volví a dejar el teléfono sobre la mesita, y me deslicé entre las sábanas de nuevo, volviendo a cerrar los ojos para intentar dormir.

Unas horas más tarde, la vibración del móvil en mi mesita me despertó. Levanté el brazo, soltando un gruñido y al ver la hora que marcaba, dejé caer la cabeza contra la almohada de nuevo. Solo eran las ocho y media de la mañana. Volví a levantar la cabeza para ver qué habia causado que me levantara. Tenía un mensaje de James en el que confirmaba que Connor y él de pasarían a las diez.

Bloqueé de nuevo el móvil y volví a tumbarme, tratando de volver a dormir, pero pasados quince minutos, no lo logré. Fruncí el ceño, dejando salir el aire por la nariz y me levanté de la cama. Antes de salir de mi cuarto pasé por el cuarto de baño, para lavarme la cara. Dejé la puerta de mi habitación cerrada, y caminé por todo el pasillo a oscuras.

Tanteé en el bolsillo del pantalón hasta que mis dedos rozaron la pantalla del móvil. Me relajé un poco. Ya había avisado a James para que no tocara el timbre al llegar, por eso prefería tener el móvil a mano para abrirles y que no se despertara Tristan al escuchar ruido. Cuando llegué al salón, caminé de puntillas, y eché un vistazo hacía el sofá donde dormía.

Tenía el rostro totalmente cubierto por la manta y parecía estar encogido. Tuve que aguantar las ganas de acercarme y colocarlo en una posición más cómoda. Finalmente lo dejé pasar y caminé hasta la cocina, cerrando la puerta. Comencé a sacar las cosas necesarias para preparar algo de desayunar para los tres (iba a contar con Tristan también).

Saqué varias tazas, al mismo tiempo que pulsaba el botón de la cafetera y después, abrí el paquete de pan que había sobre una de las encimeras para hacer tostadas para desayunar. Comencé a hacerlo, escuchando el suave silbido de la cafetera, unido al ruido de las gotitas de café al caer cuando sentí que el bolsillo del pantalón vibraba. Dejé lo que estaba haciendo y saqué el móvil.

"Estamos en la puerta, Brad".

Dejé lo que estaba haciendo y salí de la cocina. Pasé de nuevo de puntillas por el salón, agradeciendo que las persianas estuvieran bajadas y que la sala estuviera completamente a oscuras en ese momento. Al llegar a la puerta, respiré hondo, tirando suavemente hacía abajo para abrir. Apenas dejé una rendija, y desde allí miré hacía mis amigos. 

Stolen moments ∆ TradleyWhere stories live. Discover now