Capitulo sesenta y uno.

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Llegar al hospital había sido lo más fácil, lo difícil había sido tener que explicarle a la enfermera qué el bebé no era mío y qué lo había encontrado en un cine abandonado. Después de quince minutos de explicación, la mujer pareció creerme, aunque me pasó una tablilla para rellenar los datos mientras ella se llevaba al bebé para que pudieran examinarlo.

Lo que más me preocupaba en ese momento era que el niño estuviera bien y no tuviera ningún problema. Al terminar de rellenar el formulario, lo dejé sobre el mostrador y asentí cuando al enfermera de antes me indicó que podía sentarme en la sala de espera mientras ellos examinaban al bebé. Suponía que llamarían a los Servicios Sociales, así que seguramente tendría que dar algunas explicaciones.

Eché un rápido vistazo a la sala de espera. No había demasiada gente en ese momento, y en parte lo agradecí. Mi mirada se posó rápidamente en el teléfono que había en una esquina y sentí un pensó en el estómago. Me mordisqueé el labio, y vacilé. Finalmente, me levanté.

Era consciente de que debía llamar a Tristan y a los demás para hacerles saber que estaba bien, pero habíamos tenido una pelea muy fea y no quería que se enfadaran más conmigo después de lo que había pasado. Me costó un poco, pero hice de tripas corazón y me acerqué hasta el teléfono.

Me conocía el teléfono de Tristan de memoria de tantas veces como había querido llamarle cuando estábamos tan distanciados. Tomé un respiro profundo y rebusqué en mis pantalones antes de recordar que no tenía dinero allí. Fruncí el ceño, y me acerqué hasta el mostrador, esperando que la mujer de antes fuera simpática y no me dijera que no.

- Eh... disculpa.. ¿Podrías dejarme una moneda? Necesito llamar a mi pareja...

La mujer sonrió y se giró rebuscando algo y me tendió varias monedas. Le devolví la sonrisa y me aparté del mostrador para volver hacía donde estaba el teléfono. En ese momento las dudas volvieron a inundarme y tuve que respirar hondo. ¿Y si no me cogían el teléfono? ¿Y si seguían enfadados conmigo?

No podría soportar volver discutir con Tristan, no después de todo lo que había pasado. Finalmente me dejé llevar y metí una moneda dentro, descolgando el auricular y marcando rápidamente el número de Tristan. Mientras esperaba a que me cogiera la llamada, enredé y desenredé el cable, demasiado nervioso para hacer cualquier cosa.

- ¿Diga?

La voz de Tristan me sacó de mi ensoñación y por un momento no supe que decir. Balbuceé un par de palabras sin sentido y por fin me decidí a contestar, antes de que Tristan quisiera colgarme. No me di cuenta de que su tono de voz era nervioso, de hecho, parecía más preocupado de lo que yo pensaba.

- Tris... soy yo.

- ¿Brad?

- Si.

- ¿¡Donde demonios estás!?

- Es una larga historia... Necesito que vengas a un sitio...

- ¿A dónde?

- Al hospital.

Se hizo el silencio al otro lado de la línea y por un instante pensé que o bien me había colgado o que se me había acabado el tiempo. Pero entonces escuché un ruido y me preocupé. Al cabo de un par de segundos, Tristan volvió a estar al otro lado de la línea. Parecía nervioso, y por un instante me arrepentí de habérselo dicho.

- Estaré allí en cinco minutos.

- Tris, lo s..

No me dio tiempo a decir nada más. Colgué el teléfono y dejé escapar un suspiro. Por su tono de voz, Tristan estaba asustado y preocupado a partes iguales, lo que no me hacía estar precisamente tranquilo. Me mordisqueé el labio y decidí esperarle fuera, aunque hiciera frío o volviera a ponerse a llover.

Tenía mil cosas que decir, solo quería que Tristan llegara al hospital para poder hablar, y por que una parte de mi quería contarle lo que había pasado con el bebé, por que me parecía una historia muy triste y no quería irme de allí sin saber cómo estaba el pequeño. Una vez en la calle, me subí la cremallera de la chaqueta y aspiré suavemente.

Dediqué la espera a dar vueltas por allí. Seguía sintiendo el peso en el estómago y estaba demasiado nervioso. Me sentía como cuando era pequeño y me había escapado de casa. Temía la reprimenda pese a ser consciente de que Tristan parecía más preocupado que enfadado yo. Incluso se me había olvidado el por qué de ese enfado.

- ¡Brad!

Dí un bote en mi sitio y me giré de golpe. Tristan venía corriendo hacía mi. Me di cuenta, pese a la distancia, de que no llevaba chaqueta y que su camiseta estaba mal abrochada. Había salido corriendo de casa solo para venir a buscarme. Olvidando por completo todos los motivos, eché a correr hacía él, abrazándole en cuanto lo tuve enfrente.

Los brazos de Tristan me devolvieron el abrazo al momento, transportándome directamente a casa, a mi hogar. Escondí el rostro en su pecho y sentí que me daba besos en el pelo. Simplemente ese gesto hizo que se me encogiera el corazón. Tristan me apartó de su pecho, colocando una mano sobre mi mejilla.

- Mi vida...

- Estoy bien. - Le aseguré, girando el rostro hacía su mano. - Estoy bien.

Tristan no pareció creerme por que acarició mis mejillas con las yemas de sus dedos, en un intento de averiguar si tenía algún tipo de ayuda. Lo dejé hacer durante unos segundos antes de colocar mis manos en sus muñecas, bajando estás hasta que pude entrelazarlas con las mías.

- Tengo que contarte algo, Tris...

La mirada de Tristan reflejaba miedo. Negué con la cabeza y me incliné hacía arriba para poder darle un rápido beso. No quería que estuviera preocupado, por que en realidad era una buena noticia, o al menos, eso era lo que yo pensaba. Sonreí un poco, y me giré para mirar hacía el hospital y, después, volví a mirarle a él.

- Cuando me escapé de casa, empezó a llover así que me refugié en el viejo en el antiguo cine. Estando allí descubrí una caja y... dentro había...

- ¿Había? - Preguntó Tristan, preocupado.

- Dentro de la caja había un bebé, Tris. 

Stolen moments ∆ TradleyWhere stories live. Discover now