III: Es una palabra antigua

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Extracto de "Los idiomas de la antigüedad" de Tangar
Página 14, párrafo 2
"En mis estudios he descubierto que el idioma utilizado actualmente en Drom no es sino un producto de la mezcla de varios idiomas antiguos que fueron amalgamándose hasta crear a un hijo bastardo. Nuestra lengua es impura y sucia si se la compara con los idiomas complejos y brillantes de otras épocas y otras razas. Lo peor es que, hoy en día, estos magníficos idiomas del pasado están perdidos casi en su totalidad".

Página 16, párrafo 1
"Me encontré con un ser que todavía podía hablar las lenguas antiguas. Las hablaba con tal maestría y belleza que quise ponerme a llorar al escucharle. Él era –y aunque muchos me señalarán con el dedo por mis asociaciones con este ser– un Señor de los Dragones".


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La Gente del Bosque no se pierde en el bosque. Éstos son meros libros abiertos para ellos, navegables como las palmas de sus manos, conocidos y familiares como sus propias y pequeñitas aldeas. Una persona del bosque nunca se siente nerviosa o extraviada entre los árboles, incluso cuando se encuentra con especies de arbustos o frutos que no conoce. Los bosques son sus territorios, los árboles son sus hermanos y las raíces revolcadas en el suelo son sus mapas.

Así que difícilmente exista algo que pueda intimidar a un Gente del Bosque cuando se encuentra dentro de éste. Y es por eso que, cuando Izuku escucha un sonido inusual en las cercanías, siendo que se encuentra a apenas metros de final del sendero, pudiendo divisar ya el camino descampado que se extiende hacia Mangaio, no se siente nervioso ni asustado. Por el contrario, el sonido le genera mera curiosidad pero, al no distinguir nada cerca, decide ignorarlo.

Sin embargo, al dar un paso más, el sonido, el cual sugiere a un animal grande moviéndose en los alrededores, se repite, esta vez al otro costado. Izuku frunce el ceño. De nuevo, no es por miedo o preocupación. Simplemente se siente confundido. No existen animales grandes en esos bosques que puedan moverse tan rápido como para llegar de un extremo a otro tan velozmente. Y los únicos animales que andan en manadas por esas zonas son los cerdos salvajes y los jabalíes, animales que no son precisamente sigilosos ni buenos para esconderse. Así que Izuku mira en la dirección del segundo sonido, nuevamente sin alcanzar a ver nada. Hay sólo la oscuridad paulatina del bosque que, mientras más se aleje uno del sendero semi-descampado, más aumenta. Hay árboles viejos y negros quietos y tranquilos, hojas caídas, plantitas naciendo en el suelo y tierra de perfume fuerte.

Izuku siente curiosidad. Se gira hacia la negrura del bosque y da un paso disimulado y silencioso. Enfoca los ojos en los retazos del bosque que son iluminados por rayos de luz diagonales que logran infiltrarse desde las copas espesas. Su pie desnudo aterriza sobre unas hierbitas.

El sonido se repite, pero esta vez más lejos. Ahora, la curiosidad de Izuku realmente ha sido picada. Como el buen hijo de su padre que es, inmediatamente decide ponerse los zapatos e ingresar al bosque para descubrir de qué clase de animal se trata. Quizá es una nueva especie que nunca ha visto antes. Quizá es una ardilla de tamaño descomunal. Así que se mete las sandalias para no lastimarse con el suelo irregular del bosque y, hecho esto, empieza a moverse en la dirección del ruido.

Izuku esquiva ramas, arbustos, piedritas en el suelo, raíces sobrecrecidas y mil cosas más, hasta que cree acercarse a aquel lugar en el que escuchó el sonido por última vez. Sin embargo, de pronto éste se repite, pero aún más lejos. E Izuku se mueve sin pensarlo siquiera en esa dirección. Tras unos minutos, cuando está por llegar, el sonido nuevamente aparece más lejos, atrayéndolo hacia él.

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora