XI: Historias del pasado

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Katsuki Bakugou, Señor de los Dragones
100 años

El padre de Bakugou, según Bakugou lo recordaba, era un muchacho alto, con el cabello igual al suyo y la piel efervescente. No recuerda su rostro. Siente que su rostro siempre estuvo oculto bajo los destellos del sol. Entre las sombras de las cuevas. Tras las hogueras que solía encender.

Pero su padre era cálido. Caliente, más bien, igual que el fuego. Lo abrazaba y lo llevaba consigo a todas partes. Le había enseñado a caminar. A freír a las presas. A crear explosiones con sus pequeñas manos. A prender fuego. A su madre no la recuerda. Sabe que tuvo una, porque tuvo que haberla tenido, pero, después de 100 años, ella ya no estaba.

Bakugou apenas estaba empezando a hablar. Recuerda el idioma tosco y rápido de su padre. Recuerda su voz abismal. Recuerda su fuerza. Recuerda que, la mayor parte del tiempo, era demasiado callado.

Cuando cumplió 101 años, su padre se fue. No sabe a dónde ni sabe por qué.

Entonces llegó Ken Todoroki.


———


Shouto Todoroki, Caminante de la Tierra
10 años

Shouto vio a su padre bajar por la montaña. Había subido a ella cargando un carro de madera lleno de carne cruda, y había bajado con el mismo carro, pero vacío. Su padre hacía este viaje todos los días. "Alimentaba a las bestias", le decía él. Pero Shouto jamás había visto a ninguna bestia en las cercanías de la montaña.

Es decir, a ninguna además de su padre.

A los 9 años le había visto matar a un hombre. Un hombre que se dirigía a la montaña, por motivos y causas desconocidos. Quizá estaba perdido. Quizá tenía curiosidad. Quién sabe. Enji Todoroki no se había parado a preguntar. Había bajado a toda prisa de su castillo, se había acercado al tipo y, sin ninguna clase de advertencia, lo había ultimado. Partido a la mitad. La espada había mordido primero su brazo derecho, luego había atravesado el torso entero, llevándose a la columna a cuestas, y había resurgido por el otro lado.

Shouto lo había mirado desde lejos. Desde la ventana de la habitación empolvada del castillo. Había visto a la sangre encharcar todo rápidamente y a la carne despedazada desparramándose sobre el césped verde.

No entendía. No entendía por qué todos decían que era el Señor de los Dragones Bakugou quien se estaba comiendo a la gente, cuando, en realidad, quien se la comía era la espada de su padre.


———


Hisashi Midoriya, Gente del Bosque
54 años

Hisashi divisó el Monte de los Dragones. Miró su mapa, corroborando que se encontraba en el sitio correcto, y luego volvió a elevar la mirada. Cargaba una mochila grande y en los pies portaba unas botas que le habían costado bastante caras en una de las ciudades de los Caminantes de la Tierra. Tenía un sombrero de paja de ala ancha que le tapaba del sol.

Empezó a avanzar por la vereda disimulada que se extendía desde el borde del bosque hasta el monte. A su derecha, a poco menos de un kilómetro, se elevaba la afilada meseta sobre cuya superficie estaba construido el enorme y antiguo castillo de la familia Todoroki.

Un libro misterioso había caído en manos de Hisashi. Se lo había entregado un viajero, diciéndole que necesitaba que lo guardara y que lo mantuviera en secreto, prometiendo que en un tiempo le rastrearía y le volvería a pedir el libro. El hombre también le había dicho que era mejor si no leía el contenido del documento, puesto que era peligroso, pero que, si quería hacerlo, él tampoco iba a prohibírselo.

—El conocimiento —le había aleccionado—, viene con un precio. Piensa en cuánto estás dispuesto a pagar y actúa acordemente.

Después se había ido, desvaneciéndose como niebla entre los árboles. Hisashi había mirado el libro entre sus manos.

"Mi encuentro con el Señor de los Dragones" por Eneida B.

Era ese libro lo que le había traído hasta aquí. Destino, lo llamaría él. Le había mentido a su esposa, diciéndole que se dirigía a volverse parte de los Caballeros de los Pueblos, pero la realidad era otra. Aunque la realidad tampoco era demasiado distante: Lo que él quería hacer realmente era proteger a su familia. A su pequeño Izuku, de apenas cinco años.

Hisashi había dejado su mochila a un lado del camino, igual que el mapa. Se había desarmado. Se había despojado de todo. Iría a hablar con él. Con el Señor de los Dragones Bakugou. A descubrir la verdad.

Sin embargo, cuando se encontraba a apenas la mitad del camino, Hisashi escuchó algo a sus espaldas. No tuvo siquiera tiempo de voltear antes de que una espada se introdujera en su cuerpo y le partiera a la mitad.

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora