XIII: ¿Qué hay en el cielo, Deku?

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Extracto del "Libro de las Razas" de Darwae. 
Página 99, párrafos 1 y 2
"Como se sabe, los miembros de dos razas diferentes no pueden generar descendencia. Se han dado casos de matrimonios entre razas diferentes, por ejemplo, Sombras de las Montañas que se casan con Caminantes de la Tierra, o Criaturas del Agua que deciden unir sus vidas a la Gente del Bosque. Pero de estas uniones no surge ningún hijo. En el mundo no existen seres que sean mitad de una raza y mitad de otra, jamás ha sido así.

Los únicos seres que parecen ser capaces de reproducirse con cualquier especie son los Señores de los Dragones. Esto genera muchas preguntas interesantes. ¿Por qué ellos? ¿Qué significa aquello? Dado que aquí hacemos un estudio biológico y descriptivo, no ahondaremos en esos temas. Pero, sin embargo, son preguntas que incluso los hombres de ciencia de todas las épocas se han venido haciendo y aún no son capaces de responder".


———


Izuku, sentado sobre la tierra, bajo la sombra de un frondoso y enorme sauce llorón, va envolviendo una baya en unas hojitas verdes de bordes dentados. Junto a él hay un montoncito de tallos cortados con las puntas llenas de espigas. Toma uno, le remueve las espigas y lo parte a la mitad, usando una de las partes resultantes para amarrar su bultito de baya, y luego la otra también, atravesándola de forma perpendicular. Entonces toma el bultito y lo deja de su otro lado, donde ya hay varios paquetitos armados.

Kacchan se ha encargado de traer un poquito de leña, para hacer fuego y cocinar lo que Izuku prepara, según éste le ha indicado. Ahora, el rubio observa con atención lo que Izuku hace. Sin embargo, tras un rato de hacer aquello, parece aburrirse. Se pone de pie y entonces se dirige quién sabe a dónde, sin decir nada. Izuku le lanza apenas una mirada pero luego prosigue con su tarea. Al final ha creado más de treinta bultitos, suficiente para llenarse. Está acomodando la madera de la fogata cuando Kacchan regresa. Izuku detecta un aroma extraño y voltea a verlo de inmediato.

...

Kacchan trae en cada mano al menos tres aves muertas. La sangre de algunas de ellas suelta gotitas por el suelo. Izuku hace una mueca.

—No gustas de la muerte —declara Kacchan, al tiempo que arroja a las aves a un costado, lejos de Izuku. Él observa los cadáveres y luego vuelve a mirar al rubio.

—No. Pero está bien si tú eres diferente a mí, Kacchan. No me enoja. Ni tampoco tengo intenciones de cambiarte.

Izuku entonces toma dos piedritas que recogió antes cuando fue en búsqueda de las bayas. Están detenidos en una sección junto al camino de los pueblos que es rodeada por un bosque pequeño, del que han extraído todas las cosas que tienen intenciones de comer. Izuku se acerca a la fogata y empieza a golpear las piedras con la intención de hacer fuego. Kacchan se agacha junto a él, observando sus manos.

—¿Qué haces? —pregunta.

—Intento hacer fuego —responde Izuku, mirándole. Kacchan le responde la mirada.

—Esa forma es lenta —dice. Entonces levanta una mano, la acerca a una de las maderas, la toca con el dedo y, en un instante, una pequeña llama surge de ahí donde toca. Izuku observa la acción asombrado. En instantes, la fogata ya crepita de manera saludable, uniéndose al calor del sol que les ilumina por encima.

—¡Vaya, Kacchan! ¡No sabía que podías hacer magia! —exclama el chico del bosque, mientras va a recoger sus bultitos para insertarlos en unas varas y luego poner estas al fuego. Ka no comenta nada. Se pone de pie y se dirige a sus aves para empezar a prepararlas para poder comérselas.

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora