LI: El guerrero y el protector

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Extracto de "Los Sangre Vieja y las Magias Raras" de Maeva.
Página 18, párrafo 2
"Se ha confirmado que aquellos que utilizan una Gran Potestad por un período demasiado prolongado de tiempo, experimentan un desgaste que no ocurre a otros Magias. Este desgaste es tanto físico como mental".


———


Chizome se lo había advertido, pero eso no lo hacía más sencillo. El dolor acuciante que cercena sus venas es tan grotesco que siente como si fuesen trozos de cristal en lugar de sangre lo que corre por ellas. No puede reprimir los gruñidos que surgen de sus labios, mucho menos las lágrimas que resbalan por sus mejillas.

Aun así, no se rinde.

—De... —regurgita a duras penas, la voz temblándole. El manto del firmamento oscuro les cubre, les observa, les vigila—... ku.

Inmediatamente vuelve a experimentar esa sensación, una que comienza de una manera sublime, pero termina de forma horrible. Tiene la mano extendida hacia el frente, hacia la nada, y cada vez que invoca a esa palabra, algo dentro de él se mueve, se insufla, se levanta, algo que parece haber estado siempre ahí, adormecido, esperando a que se le llamara. Izuku siente como una energía clara, suave, gentil y fresca fluye por su cuerpo, lo inunda hasta las puntas de los dedos y hasta el extremo de cada cabello.

Pero después, esa misma energía quema. Se convierte en algo volátil e incontrolable y le quema, le destruye, le hace daño. Cierra los ojos con fuerza, intentando soportar el dolor. Su cabeza se marea, su piel hierve, y cuando vuelve a separar los párpados, tiene las retinas llenas de líquido salado.

Frente a él, no ocurre nada. La oscuridad permanece tranquila e imperturbable y la tierra se conserva inmóvil sobre el suelo, poco interesada en corresponder a sus esfuerzos.

—¡Gah! —suelta el Gente del Bosque, llevando las manos a sus rodillas para sostenerse. Su cuerpo suda en abundancia y, a pasos de él, Chizome le observa en silencio, contemplativo y calmo, como si verle fracasar no le afectara en lo más mínimo.

—Tranquilo, sé que lo lograrás. Kacchan no te eligió sin motivo —dice Chizome, y efectivamente parece por completo convencido de que Izuku tiene que ser capaz de dominar a la Tierra de los Matices—. La fuerza de Deku existe en ti, Izuku. Está ahí desde que naciste, estará ahí hasta el día en que abandones este mundo. Es tu fuerza y la de todos tus antepasados. Tu fuerza y la de toda tu gente... —calla un momento y su mirada se pierde en la lejanía. Izuku se pregunta en qué está pensando—. La Gente del Bosque es igual a las Criaturas del Agua y a las Sombras de las Montañas. Nacemos con esta afinidad —le mira—, la diferencia, es que no la usamos. No tenemos porqué. Nunca hemos sido gente bélica. No combatimos por tronos, por poder o por riquezas. Por eso, jamás un Gente del Bosque se ha sentado en el trono de Drom.

Izuku respira con dificultad. Se endereza. Observa a Chizome con determinación. Después se voltea, vuelve a levantar la mano y vuelve a repetirlo.

—¡Deku! —exclama con todas las fuerzas que es capaz de extraer de su cuerpo. La sensación agradable vuelve a inundarlo, seguida inmediatamente por la desagradable. Entrecierra los ojos, aprieta la quijada, ve a su mano, simple y vacua, sin el más mínimo atisbo de alguna clase de magia o poder corriendo por ella. Eso no evita, no obstante, el dolor terrible que ya la ha invadido. Izuku aguanta todo lo que puede hasta que vuelve a detenerse.

Chizome hace una mueca analítica con los labios.

—A mí me tomó años poder llamarla. Pero hay una diferencia entre tú y yo. Yo soy un hombre del mar. Tú naciste en el seno del bosque. Estoy seguro de que puedes lograrlo más rápido y que, cuando lo hagas, podrás ser quizá hasta más fuerte que yo.

Mi Señor de los DragonesHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin