XXX: Viento negro

4.5K 849 151
                                    

Extracto de cuaderno de canciones
Página 20, canción 9, párrafo 1
"Mes bebei
Os quierom contar
D'una cosa meravigliosa
En la Montagna doa Canción
Y'n la Montagna doa Seda
Viven dú Segnorei
Que también os amarán".


———


—Katsukiii.

El sol estaba en lo más alto. Sonaba la risa de una mujer y la risa de dos niños.

Katsuki permanecía envuelto en telas, adormecido, bañado por un aroma fragante, confortante y materno. Por el rabillo del ojo, creía distinguir mariposas, flores, nubes y a sus hermanos. Lo que no sabía es que, posteriormente, no recordaría nada de eso.

Una sonrisa.

—Oh, ¿qué es eso, Señor Hizashi? —la voz tranquila de Eneida.

—Un regalo para mis sobrinos.

—Es lindo. No sabía que usted también hacía collares.

—Bakugou nos enseñó a hacerlos —respondió otra voz, más tenue ésta, al tiempo que nuevos regalos eran extendidos.

Tres collares naranjas y tres collares azules. De los cuellos de los niños colgaban ya tres collares rojos que eran demasiado largos para ellos, pero que algún día les quedarían bien.

Para dos de ellos, ese día nunca llegó.

—Katsukiii, ¿no vas a saludar a tus tíos? —canturreó Hizashi. La bolita de Señor se había movido entre las faldas de su madre, retirando un poco de éstas, recibiendo al sol en la cara y viendo a los dos muchachos rubios que se levantaban ante él—. Chiquillo, ¿qué se siente saber que tienes a dos tíos poderosos que cuidarán de ti para siempre, eh? —cuestionó Hizashi, como si Katsuki fuese a entenderlo.

Alguien se detuvo a un lado de Eneida, dejando una canasta llena de leña junto a ella.

—Tres —replicó el recién llegado, observando al rubio que había hablado de último. Hizashi dirigió la vista a él.

—¿Mmm?

Tres tíos —Chizome sonrió—. Mis sobrinos tienen tres tíos. No dos.

—¡Ah!

Hizashi se había encogido de hombros, una sonrisa un poco divertida en los labios.

—Akaguro, lo siento, pero no creo que vivas lo suficiente como para que los niños siquiera te recuerden cuando crezcan.

Tsunagu le había dado un golpe en la cabeza a Hizashi y Chizome y Eneida se habían reído.

Katsuki había vuelto a cerrar los ojos, adormecido por la risa de sus familiares.


———


—Katsukiii.

El aludido baja los ojos. La sangre gotea sobre la tierra. Frente a su brazo extendido, no hay nada.

Katsuki había lanzado un ataque prácticamente en el instante en el que ese hombre, su supuesto "tío", había dicho aquella barbaridad, aquella estupidez.

"La otra en la que mato a tu guerrera y a tu Deku".

La reacción había sido instintiva e inevitable, como si le hubiese invadido el temor repentino de que, de no actuar con velocidad, algo malo pudiese ocurrirle realmente a Deku.

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora