X: ¿Qué significa eso?

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Extracto de "Mi encuentro con el Señor de los Dragones" de Eneida. 
(Libro prohibido, su distribución ha sido vetada y su autora ha fallecido de forma misteriosa. Los ejemplares sobrevivientes permanecen bajo custodia).
Página 27, párrafo 4, línea 6
"... él me dijo: '¿Sabías que el primer rey de Drom fue un Señor de los Dragones? Hay una parte de la historia que no se le ha contado a nadie'...".


———


Izuku toca con las puntas de los dedos las cuentas de su collar. Su superficie es tan impecablemente lisa que sus dedos resbalan por ella. Brillan como si estuviesen recién pulidas y son bastante más pesadas de lo que parecen, lo ha comprobado antes cuando cargó en una mano la parte del collar que cuelga encima de su pecho. Sin embargo, lo que a Izuku de verdad le llama la atención es el hecho de que están calientes. Como si llevaran todo el día bajo el sol, mientras que éste apenas acaba de levantarse. Kacchan camina serio a su lado. Por ratos le mira con una suerte de curiosidad, como interesado en la forma en que Izuku explora su collar.

Izuku se ha planteado preguntarle de forma simple y directa si él es en realidad Bakugou, el Señor de los Dragones, y acabar por fin con todo ese misterio y secretismo. Izuku no odia a Bakugou, ni lo considera un monstruo ni mucho menos. Los Señores de los Dragones, piensa, son una de las razas menos comprendidas del mundo entero, y él no considera correcto creer todo lo que se dice de ellos. ¿Cómo podría la gente saber cosas respecto a los Señores de los Dragones realmente, si estos son criaturas que se ocultan la mayor parte del tiempo y cada vez son más escasos, dando lugar a que la gente que alguna vez ha tenido contacto verdadero con ellos sea cada vez menos?

Kacchan le da un poco de pánico. Es decir, sí, no lo va a negar, tiene la fuerza más grande que la de cualquier criatura que él haya conocido en su vida y ni siquiera parece tener control total sobre ésta, siendo que antes pareció lastimarlo por mero accidente. Su forma de ser, a decir verdad, asemeja más a la de un animal que a la de una persona, pues parece que lo hiciera todo por instinto. Incluso su capacidad de hablar está levemente limitada e Izuku no está completamente seguro de que eso se deba enteramente al hecho de que habla un idioma distinto.

Hay algo. Hay algo en él que va más allá de todas las leyendas y rumores que Izuku ha escuchado y lo sabe. Hay algo que no encaja.

Izuku le mira. Ve a las irises escarlata dispararse de inmediato en su dirección también. Como Izuku sigue mirándole, Kacchan finalmente gira el rostro por completo. Le observa.

—¿Quoi? —por algún motivo, aunque Kacchan logra memorizar casi todas las palabras que Izuku le ha enseñado, pareciera resistirse a dejar de decir "quoi". Izuku supone que es una palabra tan cotidiana y que uno dice tanto sin pensar que por eso le cuesta dejar de decirla mal. El de cabello negro le sonríe.

Intenta que su sonrisa sea amable. Que no se sienta forzada o falsa. Porque no está sonriéndole a Kacchan para hacerle creer que se siente cómodo. Le está sonriendo porque quiere que sea Kacchan el que se sienta cómodo. Ka frunce el ceño, da unos pasos más y luego se detiene. Izuku, confundido, hace lo mismo. Los dos se contemplan. La sonrisa de Izuku se ha ido. Kacchan ladea la cabeza. Entonces empieza a elevar suavemente las manos. Izuku baja rápidamente los ojos, viéndolas, y Kacchan se detiene. Arrugando ahora él el entrecejo, el chico del bosque vuelve a mirar al otro a los ojos. Y, aprovechando que ya no le ve las manos, el rubio nuevamente empieza a elevarlas. Lo hace suave, como para que Izuku no se asuste. Izuku opta por quedarse quieto y ver qué es lo que quiere.

Las manos calientes se posan con suavidad a ambos lados de su rostro. Los jades siguen centelleando frente a los rubíes. Los pulgares de Kacchan viajan a las comisuras de sus labios y, entonces, las jalan un poco hacia arriba. Izuku eleva las cejas. Kacchan le observa los labios con atención.

Izuku no puede evitar soltar una risa al darse cuenta de qué es lo que Kacchan parece estar haciendo.

—¡Kacchan! ¿Qué haces? —suelta divertido y lleva ambas manos a las manos del otro. Traga saliva cuando las toca. Fue un movimiento involuntario, inconsciente, pero ahora que sus manos están sobre las de Kacchan, la sensación que le recorre de los dedos al pecho está hecha de electricidad y de virutas de fuego. Tiembla. Ka le mira con atención, como intentando determinar qué es lo que pasa con él.

—Vuelve a hacer eso, Deku —indica en un murmuro. Izuku no está seguro de que habla. Parpadea, con las manos aún en las de Kacchan.

—¿Hacer... qué, Kacchan? —pregunta. Ve a los párpados de Kacchan cerrarse una vez.

—Ese sonido que has hecho. Hazlo otra vez.

—¿Ese...? —Izuku cree entender de pronto.

Reírse. Lo que ha hecho es reírse. ¿Eso es lo que Kacchan quiere que vuelva a hacer? No lo entiende, ¿qué podría tener de fascinante una risa? ¿Sobre todo para alguien como él?

—Ah, Kacchan, es que... no puedo hacerlo así como así, necesito un motivo.

Ka frunce el ceño. Sus manos siguen sobre el rostro de Izuku, aunque ha dejado de tocarle los labios. Pero, entonces, como si se le ocurriera algo, Ka baja los ojos y vuelve a poner los dedos en las comisuras de sus labios, haciéndolas hacia arriba.

E Izuku se vuelve a reír. Ka mueve los pulgares por las comisuras de sus labios y a los costados de sus mejillas, intentando seguir produciendo el efecto, e Izuku no puede evitar reírse ante lo absurdo de la situación.

—¡Kacchan, ya basta! —dice, pero sigue riéndose—. ¡Esto es muy tonto!

Ka sonríe muy ligeramente.

—Tonto está bien —replica. Izuku, que reía con los ojos casi cerrados, los abre y le mira apenas, encontrándose con la sonrisa. No es como fuera la sonrisa del día anterior, es bien distinta, y, aunque es una sonrisa pequeña, a Izuku se le cruza el pensamiento de que le gusta mucho cómo Kacchan luce sonriendo de verdad.

Kacchan no puede ser realmente malo. ¿Verdad? Es increíblemente extraño y soberanamente incomprensible. Es brusco y le hace daño sin querer. Pero... ¿malo? ¿Devorador de viajeros? ¿Asesino de masas? ¿Destructor de pueblos y reinos?

No puede ser.

Es solo.

No sabe por qué de pronto piensa en aquellas palabras del otro, como si tomaran un nuevo sentido dentro de su cabeza. Izuku le observa con cuidado. Como ha dejado de reírse e incluso de sonreír, a pesar de que los dedos de Kacchan siguen insistiendo, el otro se vuelve a enseriar también, confuso, al parecer. Quizá no entiende por qué lo que hizo a Izuku reír antes ahora ya no funciona. Izuku frunce el ceño. Suavemente, Ka parece rendirse y termina por retirar las manos. Izuku le suelta y le permite hacerlo.

—Uhm, oye... —llama. Ka le mira—. Dime, ¿nunca habías visto a alguien reír?

El rubio se toma un momento en responder.

—¿Reír? —pregunta. Y luego, el corazón de Izuku se rompe—. ¿Qué significa eso?

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora