XLII: Destinados a luchar

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Extracto de cuaderno de notas anónimo
Página 40, párrafo 23
"De aquí en adelante, se harán pruebas con distintos Señores para determinar la veracidad de mi teoría. Los Chisaki probarán primeramente con uno de los suyos y nosotros probaremos con dos. El primero de ellos será Dolca, que llegará a esta mayoría de edad en cien años, y el segundo será Bakugou, que ha nacido recientemente y alcanzará la mayoría de edad en quinientos años. A ambos se les permitirá salir antes de tiempo y recorrer el mundo libremente para hallar a sus esposas, para que podamos ver lo que ocurre. El resto seguirá siendo tratado de la misma forma".


———


La risa estridente asustó a más de un ave de las que habían optado por descansar en los árboles cercanos esa tarde. La luz del sol estaba color bronce, cayendo dulcemente sobre cabellos dorados y pieles claras.

Un par de pasitos. Un par de pasitos había sido todo lo que se había necesitado para tener a Hizashi dando alaridos como un loco. Tsunagu había girado los ojos. Katsuki miraba a su tío con curiosidad.

—¡Mira al enano! —exclamó entonces el bulloso hombre—. ¡Por fin ha dejado de arrastrarse por el suelo como una lagartija!

—Si volvei a comparer a'n de mes filei conna lagartija —advirtió el Bakugou padre con su profunda voz, pero el tono divertido aun discernible en ella—, te voi quitar alles tes dragonei.

—¡Lo sabía! —exclamó entonces Hizashi, señalando a Bakugou de forma dramática y con expresión de fingido horror—. ¡Desde siempre, todo lo que él ha querido es quedarse con mis dragones!

Tsunagu había procedido entonces a tomar a su hermano de la cabeza y doblegarlo hacia el frente, en un intento por acallarlo. Después de eso, los dos comenzaron a pelearse, darse de manotazos y discutir.

Esa fue la última vez que Bakugou vio a Hizashi reír de esa forma.

Katsuki tenía 52 años.


———


—Ustedes tienen suerte.

—¿Suerte?

Katsuki se despierta con un gruñido. Abre los ojos y percibe una luz clara en la habitación que, sin duda, indica que el sol ya tiene un rato de haber salido.

Han pasado un par de días desde que llegara a ese lugar infernal.

—Sí, suerte —responde la voz de Taishiro—. No sirven a los Chisaki. Las Sombras tienen formas terroríficas de metérsete a la cabeza. Te dejan un poco mal.

Cuando Katsuki se sienta sobre la cama y lanza una mirada a la salita, ve a Taishiro y a Hizashi sentados ahí. Los dos mayores voltean a verle.

—¿Por eso te desmayaste ese día que vino Shinso? —pregunta Hizashi, devolviendo la vista a su interlocutor, como si no se hubiese percatado del despertar de su sobrino. Katsuki frunce el ceño.

Su cuerpo sigue hecho una masa de heridas y dolor. Le dejan tomar analgésicos una vez al día. Se los trae una pelirroja que le hace tomarlos mientras le lanza sonrisitas extrañas a Tsunagu, mismas a las que el otro siempre responde desviando la mirada con un rubor en las mejillas.

Los analgésicos le entumecen un poco, pero no lo suficiente como para evitar que cada segundo despierto siga siendo un martirio. Por lo menos hacen a sus dolores de cabeza algo más tolerables, así que es en esos momentos que Katsuki aprovecha para ir al cuartito de junto a hacer sus necesidades y es también cuando tiene mayor lucidez para escuchar con atención todo lo que dicen los otros tres.

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora