XVII: Bakuro

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Extracto de "Geografía de Drom" de Diágoras. 
Página 25, párrafo 2
"Las costas son, probablemente, nuestro territorio más salvaje. Cuando se dice que alguien vive en la costa, en realidad significa que vive a por lo menos un kilómetro de ella. Es imposible vivir directamente en la costa, puesto que las olas nocturnas son tan violentas y destructivas que arrasarían con cualquier cosa que ahí se encontrara. La marea se eleva enormemente y el mar entra en demasía. Ahí tan sólo prospera la vida más fuerte, más impetuosa y con más voluntad".


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Eneida Akaguro. Tenía el cabello negro, largo y ondulado, los ojos grandes y expresivos, los labios delgados, los pómulos pronunciados, la nariz respingada, el cuello estilizado. Era preciosa, decían todos, mientras la veían crecer. Algún día, haría a un hombre del bosque muy feliz. Su hermano, Chizome, estaba muy orgulloso de ella. Y también la celaba, puesto que no estaba dispuesto a que nadie más que el mejor fuese quien llegara a desposar a su hermana. Tendrían que pasar por él primero y probarle su valor, antes de aspirar a cortejarla. Era como tenía que ser. Él era mayor y, por lo tanto, era su responsabilidad protegerla.

Chizome era pescador, igual que casi todos los chicos de su aldea. Salía en la primera hora de luz todas las mañanas, apenas las olas se tranquilizaban y el mar retrocedía, y retornaba por las tardes, antes de que las lunas salieran otra vez. También era considerado un chico guapo en su aldea, pero su padre había fallecido antes de que entrara a la adolescencia y, convirtiéndose inmediatamente en el principal proveedor de su familia, no había tenido tiempo para pensar en formar una nueva. Cuando Eneida se casara y se fuera a otra casa y entonces tan sólo tuviera que proveer a su madre, entonces podría pensar en formar a su propia familia. Antes no.

Pero estaba bien. Él no tenía ninguna prisa. Apenas tenía 17 años. Podía casarse después.

El día del cumpleaños número catorce de Eneida, se hizo una gran celebración en la aldea. En un año más tendría 15 y sería apta para casarse, por lo que todos los muchachos de la aldea que la pretendían habían asistido con excelentes regalos y habían contribuido con algo a la celebración. Era una forma de demostrar lo que podían producir con su trabajo y que, en un futuro, podrían darle la vida que se merecía.

Por supuesto, el espectáculo no era sólo para ella. Todos le pasaron detalles a Chizome de cuánto habían gastado en lo que habían comprado, o qué tan difícil había sido de conseguir. Como hombre de la casa, Chizome tenía injerencia sobre si su hermana se casaba o no y con quién, así que él también fue objeto de halagos.

En esa fiesta, Chizome tachó a algunos de forma definitiva de su lista de posibles pretendientes y a otros empezó a tenerlos en mayor consideración.

Sin embargo, fue también el día del cumpleaños número catorce de Eneida, cuando llegó él.

Él.

Como traído por las olas de la noche, el primero en encontrárselo fue Chizome, cuando estaba yendo a la playa a tirar cáscaras de frutas y restos de plantas que se habían desechado de la fiesta, con la intención de que las olas nocturnas se los llevaran. Lo vio ahí de pie sobre la arena, contemplando el inmenso mar de la media tarde. Sus pies estaban desnudos y sumergidos dentro de la arena mojada, las olas dormidas cubriéndolos cada vez que entraban. Los colores dorados y rojizos del cielo pintarrajeaban las nubes, la superficie calma del mar y la piel blanca del desconocido.

Tenía el cabello rubio, casi platino, corto y alborotado. Era alto y de apariencia fuerte. Debía tener aproximadamente su edad, Chizome calculaba.

El chico del bosque se acercó al individuo. Le saludó.

—Hola, ¿quién eres?

Él le miró. Sus ojos eran rojos como el carbón que se quema. Como el cielo del atardecer después de que ha llovido.

—Bakugou.

—Ah, es un placer, Bakuro. ¿Eres un viajero? ¿Tienes hambre? Estamos haciendo una fiesta y hay un montón de comida.

Chizome le sonrió. Bakugou parpadeó.

—Bakugou, nei Bakuro —corrigió. Chizome ladeó la cabeza. Después sonrió divertido.

—Vamos. Es el cumpleaños de la chica más bonita de la aldea y todos han traído cosas espléndidas. Te gustarán.

Bakugou entonces volteó el cuerpo hacia él por completo.

Si Chizome hubiese estado mejor informado, entonces habría sabido que lo que llamó la atención de Bakugou en su oración no había sido el ofrecimiento de las "cosas espléndidas".

Para nada.

Fue así que Chizome, sin querer, guio a su futuro cuñado hacia Eneida.


———


Notas: Yo sé que Mitsuki Bakugou es genial, pero espero que dispensen que en este fic haya algunos OC's para favorecer a la trama. Y bien, este es un capítulo cortito pero necesario. Tenía muchas ganas de introducir el paisaje de las playas de Drom. Como bien saben, la marea es influenciada por la fuerza de gravedad de la luna, así que imagínense cómo afectaría esto a un mundo con tres lunas. Pequeños tsunamis todas las noches :D

¡Gracias por seguir leyendo!

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora