LVI: Búsqueda

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Extracto de diario
Página 49, líneas 2 y 3
"A veces escucho a alguien que me llama. Esa persona tiene mucho miedo. 
Creo que está buscándome".


———


La situación es absolutamente desoladora. Una clase de horror que el Halcón no pensó llegar a ver nunca en su vida, aún si había pasado casi la totalidad de dicha vida entrenándose para luchar y combatir. Aun así... esto sencillamente es demasiado.

Recorre los pasillos atestados de una de las salas de la Torre Hospitalaria. Le han dicho que la persona que busca se encuentra ahí, así que barre el sitio con los ojos, intentando ignorar toda la clase de lesiones y rostros de sufrimiento que ve a su alrededor.

Finalmente, la localiza. Se apresura a andar hacia ella, teniendo cuidado de no pisar ninguna de las sábanas que se aglomeran en el suelo, ya que han tenido que poner pacientes por todas partes y las camas no han sido suficientes para el número de heridos. Halcón llega a lado de una cama y observa a la mujer sobre ella, la mítica Criatura del Agua Emi Fukukado, Maestra de Guerra, que ahora yace ahí, respirando con dificultad. Se la ve pálida y fatigada. Halcón intenta no tomar nota de todas sus heridas. Le han dicho que su vida no corre peligro y esa es toda la información que necesita. Le sonríe al verla y ella le sonríe de vuelta. Por lo menos las llamas perdonaron a su rostro, el cual luce casi normal.

—Mírela nada más, Maestra de Guerra, ¿realmente puede darse el lujo de andar descansando en momentos como éste?

Ella ríe un poco. Es evidente que le duele, pero nada en este mundo va a impedir que Emi Fukukado se ría de una broma.

—¿Sabes? Ayer trabajé todo el día, así que hoy he decidido echarme una siesta y dejar que mis alumnos hagan todo el trabajo.

Halcón sonríe divertido, pero después su expresión se suaviza.

—Las cosas no están muy bonitas, Emi.

—Lo sé. Ya me han contado que... —pausa y tose un poco—. Que a ti te debemos que esos bastardos se hayan ido... mataste a un Señor de los Dragones tú solo, ¿eh?

Halcón niega rápidamente con la cabeza.

—¿Solo? Claro que no, ¿quién te dijo esa mentira? Si no hubiese sido por la ayuda de Mei y Mina, no lo habría logrado. Además, siendo justos, elegí al menos agresivo de los tres.

Emi le observa atentamente. Halcón nota como un aire orgulloso se apodera de sus facciones.

—A que son geniales mis chicas —dice. Halcón asiente.

—Dignas alumnas tuyas.

Emi se ríe y eso hace que vuelva a toser.

—Deja de ser tan amable, pareciera que estoy en mi lecho de muerte.

Ahora es Halcón el que ríe de vuelta.

—Imposible. La Emi Fukukado que yo conozco no se moriría sólo porque tres Señores de los Dragones vinieron a atacar la ciudad.

Tras esas palabras, se observan un momento. El Maestro de Guerra termina por suspirar. Ya es hora de que trate el tema por el que realmente ha venido.

—Emi, escuché que el Comandante había venido a hablar contigo antes de... —no acaba porque no hay nadie en toda Marcelle que quiera decir lo que ocurrió en voz alta. Emi asiente.

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora