LIX: No viene a luchar

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Extracto de Grimoire Número Siete de la Serie de Posibles
Página 35, notas en la página completa

"Es arriesgado.
Pero, ¿y si funcionara?

100 mililitros (debería ser suficiente)
¿Dónde conseguirlos? 
Podría hacer que mis Magias lo hagan por mí.

Proceso de aplicación:
Sujeto 1: Raza – Animal (Caballo Mensajero)
Naturaleza de la aplicación: Sangre de Sombra de las Montañas (Mía)

Notas: El primer intento no salió bien.
5 años después probé con otro sujeto.
Maté a Penny, las chicas están tristes, debo conseguir otra".


———


Si Halcón está despierto, no tiene verdadera consciencia de ello. Entreabre los ojos y le parece que ve algo así como un paisaje en la lejanía, pero luce terriblemente difuso dada la nula capacidad de sus ojos de adquirir nitidez.

Está echado sobre algo bastante suave, aunque de textura extraña. Está muy húmedo, y muy caliente. Hay una brisa constante que le sopla sobre el cabello y sobre lo que queda de sus alas. Se queja, porque está adolorido, pero por fortuna el dolor no es demasiado terrible. Intenta levantarse, y para ello clava los dedos en esa cosa suavecita que tiene debajo. Súbitamente, un sonido gutural se dispara detrás suyo y la "cosa suavecita" se agita. Halcón es aventado hacia adelante y, cuando se da cuenta, la mitad de su cuerpo está en el aire con lo que parece ser una caída de unas cuantas decenas de metros por debajo suyo. Echa las manos para atrás y se sostiene de lo que puede, que resulta ser algo duro y firme. Cuando Halcón mira hacia abajo, su visión finalmente habiéndose aclarado, ve que las cosas sobre las que están apoyados sus muslos y a las que se ha aferrado para no caer son...

Unos enormes colmillos.

—¡¿Qué mier...?! —otro movimiento fuerte le hace caer hacia atrás. Termina sentado sobre... sí, eso sin duda es una lengua. Halcón mira a su alrededor y nota que se encuentra dentro de lo que parece ser una gigantesca boca. Ésta permanece entreabierta, así que el Maestro de Guerra puede ver el exterior entre los colmillos y sentir el aire que entra a través de ellos. La pregunta es por qué la bestia no cierra la boca ni se lo ha tragado.

Una vez que la impresión inicial ha pasado, el guerrero se mueve despacio, intentando que la criatura no vuelva a reaccionar. Se sostiene sobre manos y rodillas y gatea con cuidado hacia los dientes, intentando ver exactamente qué hay afuera.

Cuando lo logra, confirma que parecen estar a una gran altura, pues el suelo se ve considerablemente lejos.

La conclusión es obvia.

—Estoy dentro de la boca de un jodido dragón —murmura para sí mismo, cuestionándose qué cosa hizo para merecer semejante suerte. Después, se queda ahí un rato, cerca de los colmillos, para al menos poder mantener su vista enfocada en algo que no sea el interior de un enorme hocico cavernoso.

No huele tan mal, curiosamente. Huele un poco como a carbón. Además, los marmoleados colmillos lucen impecablemente limpios.

Quién iba a decir que los dragones tenían una excelente higiene bucal.

Al menos no moriré entre restos de cuerpos calcinados, se consuela el guerrero, pero, hablando de eso, ¿por qué no estaba muerto todavía?

—Quizá esto es parte del paseo para irse al otro mundo —teoriza. Le responde un repentino gruñido y asume que al dragón no ha de hacerle mucha gracia que esté hablando dentro de su boca. Halcón bufa—. ¡Entonces por qué no me tragas! —le grita. Se oye otro gruñido, esta vez más largo, pero que tiene una especie de tono resignado. Halcón enarca una ceja—. Bestia subnormal —concluye.

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora