XXXVII: Guardián de los Secretos

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Extracto de "Historia de las Runas" de Agrippa
Página 3, párrafo 2
"Un Magia, en la definición más básica del término, es aquel que puede usar el poder de las Divinidades en su propio cuerpo a través del lenguaje de las Runas".


———


La luz del sol entra a borbotones, como un río desbordándose e inundando cada recodo disponible. Salpica los sillones, las alfombras y los tapices, así como las cortinas que endoselan la única cama de la habitación. Hizashi observa a través de la ventana al astro de fuego que se eleva en la lejanía. A esa hora, el mediodía, se deposita sobre la Montaña de los Reyes de tal forma que parece coronar a su cumbre. Hizashi recuerda que la primera vez que observó dicho fenómeno fue en la compañía de Bakugou, en la primera ocasión en que se le permitió visitarlo.

Han pasado siglos desde entonces. Siglos en los que aquellos recuerdos alegres se pudrieron dentro de su memoria, vandalizados por la mugre de sus tristezas. Hoy en día existen pocos que se rían tan escandalosamente como Hizashi.

Hizashi ríe para acallar a las voces tenebrosas. A los reclamos de su conciencia a los que no quiere oír.

Escucha el pasar de una hoja. Se voltea hacia la salita que hay en medio de la habitación y ve las espaldas de Tsunagu, quien por fin se ha levantado de su estado cuasi vegetativo.

Los han encerrado aquí. No hay nadie vigilando la puerta ni ninguna suerte de hechizo que les impida salir, pero les dieron una orden y los dos la han acatado como perros asustados que no desean más maltrato. Tsunagu no ha hecho un solo comentario con respecto a lo que ocurrió. Actúa como si no hubiese pasado. Pero habla menos.

El menor de los dos camina hacia la salita y se echa en el mueble que está frente a Tsunagu, todo comodidad, poniendo las dos piernas sobre la mesita del centro. Tsunagu eleva ligeramente la mirada y posa las pupilas rojas en él, pero después inmediatamente vuelve a bajar la vista. Su libro trata de geografía. A Hizashi no se le ocurre tema más aburrido, tomando en cuenta que los dos se conocen a Drom de cabo a rabo.

Han tenido tiempo de sobra para explorarlo.

—¿No tienes nada que decir? —inquiere Hizashi.

Es probable que, muy en el fondo, preferiría que Tsunagu le estuviese reclamando, insultando y tratando de forma horrible, antes que esa actitud tan... distante.

Tsunagu eleva la mirada.

—¿Sobre qué?

—Has estado inusualmente callado.

—Nunca he sido muy conversador.

—Pues no, pero... —parpadea detrás de las gafas. Después echa una mirada a la cama—. ¿No tienes nada qué decir con respecto a él tampoco?

—Cumpliste con tu deber —se apresura a decir Tsunagu y baja la mirada—. No me gusta verle así, pero esto es lo mejor para todos, por ahora.

—Para ti.

—¿Qué? —Tsunagu vuelve a verle. Hizashi le contempla un momento antes de proseguir.

—Siempre termino haciendo el trabajo sucio en pos de tu seguridad, ¿no?

Tsunagu le mira detenidamente por un momento. Después, suspira, cierra su libro y lo deja sobre la mesa. La luz del sol le cae sobre las espaldas.

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora