(Extra 2) Deadvlei, Leitrim y Anathema

6.8K 861 352
                                    

Extracto de "Un estudio de las religiones de Drom" de Dragostei.
Página 10, párrafos 2, 3 y 4
"Las Divinidades se dividen en grupos llamados 'Conceptos'. Cada Concepto posee un Nombre, el cual podemos usar para llamar a las Divinidades y solicitarles favores específicos. Por ejemplo, las Divinidades del Concepto de la Prosperidad, se llaman Lumiér.
Los Conceptos no tienen jerarquía y son tan vastos como las ideas y los pensamientos de los seres racionales. Hay un Concepto gobernando sobre cada cosa que existe en nuestro mundo.
Pero los Conceptos no representan una 'separación' de las Divinidades. Estos tan sólo sirven para que nosotros, los no Eternos, podamos entenderlas mejor. Los Nombres fueron dados hace mucho a la gente antigua y poseen enorme poder. Pero no todos los Nombres responden a las mismas personas. Cada persona tiene mayor o menor afinidad con ciertos Conceptos, dependiendo de las decisiones de vida que haya tomado".


———


—Veintisiete maneras de asesinar a una persona. Ciento cincuenta y dos de inmovilizarla. Doce de dejarla permanentemente incapacitada. De ti depende qué harás con ella. Una vez que derrotas a alguien, su destino te pertenece. Las Divinidades dejan la vida de esa persona en tus manos. Dependiendo de lo que hagas, distintas Divinidades se quedarán a tu lado y otras se irán.

La cola macilenta de Ojiro se ondulaba de lado a lado como se ondula el humo cuando se enreda con las ráfagas de viento. Paciencia. Frío. Era invierno y caía una escuálida aguanieve, mojándoles las ropas y las pieles. Su cola estaba desnuda. Igual que sus pies. Estaba congelándose. Sus labios estaban secos y agrietados, pero Snipe lo mantenía en esas precarias condiciones, argumentando que así construía su fortaleza.

Parpadeaba a menudo para humedecer sus ojos y no perder claridad. La ropa blanca se le pegaba a la piel con el agua. Tenía los brazos levantados frente a él, el torso inclinado y las piernas flexionadas, una postura de guerra de una de las corrientes de combate cuerpo a cuerpo que Snipe dominaba, excepto que el mercenario la había adaptado para que encajara con la existencia de su extremidad adicional. Aire de guerra, conviértete en un aire de guerra, le repetía Snipe mientras le tomaba de los brazos y lo arrojaba al suelo, o cuando le torcía las piernas y le magullaba los músculos. A menudo se iba directamente a por su cola, alegando que ésta tenía que dejar de ser una debilidad.

"¿Viste cómo lucharon tus padres, Mashirao?"

"Aire de guerra. Tus padres eran un aire de guerra".

Aquel día en que sus padres finalmente le habían hallado después de casi un año de ser prisionero, todo se había vuelto confuso, muy confuso. Borrones de piel y aroma a sangre, gritos y golpes sordos. Dos gentiles Gentes del Bosque convertidos en bestias salvajes y violentas, desesperados por rescatar lo más valioso que tenían.

"No seas tan blando. ¿Es necesario que tengas algo para proteger para que puedas demostrarme la misma furia que tus padres?"

Oh, Mashirao tenía furia. Tenía muchísima furia. Era tanta que le subía por el pecho y le ahogaba, le lanzaba corrientes eléctricas por la cola y le fustigaba los brazos y las piernas, obligándole a levantarse como tormenta cada vez que caía al suelo, vapuleado y derrotado. Era tanta que no le dejaba morirse. Era tanta que no le dejaba llorar, porque le evaporaba las lágrimas.

Tenía muchísima furia, pero no sabía hacia quién ni por qué. Había tantas personas a quienes debía odiar y tantos motivos para hacerlo, que todos se entremezclaban en su cabeza y no podía decidirse por uno solo. Le confundían. Finalmente, sólo podía optar por tragárselo todo como agua hirviendo o leche podrida, algo que le daba náuseas pero que tenía que guardárselo en el estómago y en la sangre.

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora