20

467 122 20
                                    

 —Hoy te eché de menos —confesó en un susurró

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 —Hoy te eché de menos —confesó en un susurró.

 Estaba alzando la cabeza para verlo porque yo me hallaba sentado en mi puesto y él estaba enterrando sus manos en los bolsillos como si quisiera sepultarlas. Hubo un silencio denso, no sabía qué decir. Me esforcé por mover la lengua:

 —¿Me extrañaste? ¿A mí?

 Asintió, observando sus pies y mi cara pálida.

 —Sí, cuando llegué me preguntaste por qué había venido, comenzaste a interrogarme si éramos parientes, amigos o vecinos, lo que me pone bastante mal porque creo que te estás olvidando de las cosas.

 —Eso no importa —mencioné un poco más rudo de lo planeado y le desvié la mirada oprimiendo los labios con aversión.

 —¿Dónde vives? —inquirió para probar.

 —No lo sé —musité, ahora era yo el que observaba mis pies mojados y descalzos—. No importa, puedo encontrar la dirección caminando sin rumbo o en la escuela, seguro todavía tienen mis archivos.

 —¿Cómo se llama tu mamá?

 —Beatriz.

 —¿Cómo te apellidas?

 Abrí la boca para contestar, mis ojos se desorbitaron al no encontrar la respuesta. Me desesperé, mi apellido, diablos, no podía ser que lo olvidara. Me embargó el impulso de golpearme con demencia la cabeza o tal vez golpear a Pat, darle una paliza, pero me habían adelantado.

 De repente recordé cómo llorar, pero también encontré un montón de orgullo que aterrizó en mi pecho como una nave extraterrestre. Me obligué a contener el nudo de la garganta.

 —¿Qué pretendes Pat? Si estás molesto y quieres que te deje en paz entonces ganas, ya deja de torturarme, diablos. No te perseguiré más —Me puse pie para ir directo a la tumba de Eddie y quejarme de él—. Me voy. Espero que estés feliz.

 —¡No, aguarda!

 Está vez Pat me acosó, avanzó a mi lado hasta que me sobrepasó, se interpuso en mi camino y observó en derredor para que nadie lo viera extender una mano y hablar con la nada:

 —Quiero ayudarte.

 —¿Qué?

 —Eras mi héroe, Clay. 

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora