100

272 84 5
                                    

 El miedo, el pánico a la distancia al principio fue insoportable, sentía que el pecho se me quemaba, mi cuerpo temblaba, lloraba y gritaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 El miedo, el pánico a la distancia al principio fue insoportable, sentía que el pecho se me quemaba, mi cuerpo temblaba, lloraba y gritaba. Sentía que me desgarraba ligeramente. Era dolor mortal. Pat me observaba asustado, pero le pedía que me ignorara y se concentrara en el tráfico. Estaba encogido en mi asiento, tratando de sofocar todo lo que sentía, para que él no se preocupara, pero era muy difícil.

Metí las manos dentro de mi boca para ahogar los gritos.

Cerré los ojos y traté de alejarme con la mente, de imaginar algo, pero para imaginar había que tener recuerdos que modificar y yo estaba solo y vacío.

Cada vez me sentía más disperso y raro, era como si el viejo yo se desvaneciera poco a poco y en su lugar quedara una nada que me ofuscaba y me asombraba, a la vez que desconcertaba y lo único que podía hacer era admirar anonadado aquel vacío. Ese era el nuevo yo: alguien taciturno y ausente. Alguien que miraba quieto.

Finalmente soñé con un abrazo triple, no sabía de dónde venía ni quién me lo daba, pero estaba ahí, como la oscuridad que siempre acude cuando se baja los párpados. Ese abrazo estaba acompañado de dos voces, lejanas y comprensivas, que susurraban:

«Un regalo para que me recuerdes siempre... ten...» «No tengo que ir a ningún lugar para sentirme mejor, con tu amor me basta. Gracias por dármelo»

—De nada.

Y con esas tres emociones pude soportar el resto del viaje.

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora