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 No podía decirle toda la verdad, no podía decirle a mi hermana que yo estaba a su lado, viéndola y sintiendo pena por no poder abrazarnos

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 No podía decirle toda la verdad, no podía decirle a mi hermana que yo estaba a su lado, viéndola y sintiendo pena por no poder abrazarnos. Eso era de locos y un poco macabro para ella que ahora tenía doce o un poco más. Habíamos ideado una gran mentira, Pat le haría la pregunta cuya respuesta yo estaba ansiando hace tiempo y le daría pruebas para que no saliera corriendo.

—Tu hermano se me apareció en un sueño, éramos compañeros de cole, me dijo que estaba muy intrigado por ti. Quería saber si te encontrabas bien, si eras feliz y si podía ayudarte de alguna manera.

Mindy retrocedió unos pasos y negó con la cabeza, pero no pudo continuar moviéndose porque se petrificó.

—Yo... yo no creo en esas cosas.

—Es cierto, me dijo que vio que Ángel te esperó en la puerta del colegio, te dio su número por si querías hablar, tú lo llamaste y luego fueron a una feria. Clay quiere saber si te encuentras bien y decirte que sigas juntándote con Án porque es un buen tipo. Y las buenas personas hay que tenerlas cercas porque nunca se van, no del todo. También quiere que incites a tu madre a que se relacione más con la gente, que empiece con Án, él la ama y no sólo a ella a la familia entera.

Mindy estaba llorando y negaba con la cabeza, pero no se movía de lugar, lo observó con una mirada fiera, sus ojos se veían como cristales.

—¿Nos espiaste?

—No, te estoy diciendo que lo vi en un sueño y él lo dijo, quiere saber si estás bien.

—¿Por qué no se presentó en mi sueño, entonces? —preguntó con la voz rasgada como tierra seca que se erosiona—. ¿Si es verdad por qué no vino conmigo? Lo extraño.

—Diablos —susurraron Bianca y Eddie que observaban todo en la distancia.

—No lo sé, Min.

—Lo extraño —repitió, se metió brutamente las manos en los bolsillos y se encogió de hombros con rigidez—. Lo extraño mucho, él siempre estaba ahí para mí.

Se sentó en el borillo de la acera porque sus piernas no la sostenían, me senté a su lado y le pasé una mano sobre sus hombros y Pat hizo lo propio. Sentía que mi garganta estaba a punto de desquebrajarse como un meteoro entrando en la atmósfera, los ojos me picaban y veía borroso.

—Yo también te extraño mucho Mindy Dindy.

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora