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 Eddie y Bianca estaban bailando Footloose delante de un ángel de mármol con las alas extendidas y las manos alzadas en señal misericordiosa como si dijera «Todopoderoso, por favor, elimínalos»

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 Eddie y Bianca estaban bailando Footloose delante de un ángel de mármol con las alas extendidas y las manos alzadas en señal misericordiosa como si dijera «Todopoderoso, por favor, elimínalos»

 Las trompetas y bajos de la melodía salían de sus bocas y cantaban de una manera un poco descompasada, incluso ni siquiera tarareaban el mismo estribillo. Ambos se sacudían como si estuvieran enganchados a un cable de electricidad mientras los grillos chirriaban atemorizados.

 —¡Eso es nena! ¡Tú me elevas al cuadrado!

 —No entiendo una mierda de lo que dices, odio las matemáticas —contestó ella meneando la cadera, sacudiendo los brazos y chasqueando los dedos.

 —Lo arruinaste, acabas de dejarme en menos uno.

 —¡VOY A HACER QUE PAT SEA AMIGO DE ALICIA! —grité uniéndomeles.

 —¿Quién?

 —¡MI NOVIA!

 —¡Eso!

 —¡Tenemos que practicar y extender la zona-cuerpo! —dicté—. Ahora.

 Ellos sonrieron y nos fuimos corriendo lejos del cementerio. Jugamos carreras y estuvimos toda la noche gritando de pánico mientras más nos alejábamos pero aunque ellos se detuvieron a las veinte cuadras yo continué corriendo.

 Sentía mi corazón martilleándome contra el pecho, amedrentado, la sensación fantasma de sudor (que no existía) desbordándose de mis manos pero continué corriendo mientras Eddie y Bianca me alentaban en la distancia.

 —¡Tú puedes, Clay!

 —¡Corre por un demonio!

 Y corrí porque no sólo tenía un plan, tenía una meta. Y llegaría.

 Joder, lo haría. 

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora