Explicación

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Todos los escritores se inspiran en algo a la hora de escribir, en mi caso fueron tres cosas que se toparon en mi vida: la muerte, el tiempo y el Alzheimer.

La muerte siempre fue algo que me obsesionó , al criarme en una familia Testigo de Jehová, desde pequeña, se me inculcó que cuando alguien muere no va al cielo ni al infierno. Simplemente deja de existir. Tampoco se convierte en un fantasma. Es como apagarnos o dormir sin sueños. Pero se me decía que, algún día, íbamos a resucitar, si fuimos buenos, en un paraíso para vivir eternamente felices. Si fuimos malos desapareceríamos para siempre, porque Dios nos ama y jamás haría algo tan cruel como el infierno.

 Alerta spoiler: solamente sos bueno si adorás a Jehová, ni católicos ni budistas ni ateos, tibios, judíos, musulmanes o cualquiera que no fuera de nuestra religión entraría al paraíso.

 Ahora como adulta y agnóstica veo todo diferente... y más triste.

 Pero no siempre fui "adulta" La muerte me atormentaba de chica porque toda mi familia no era de mi religión, por lo tanto, no resucitarían como yo, y estaría para la eternidad sin ellos. Es difícil de explicar para alguien que no se crió con esa idea en la cabeza porque todos, mi maestra de primaria Natalia a la que tanto quería, mis compañeros de clases, mi abuela, tías y primos, todos morirían excepto yo. Lo creía de verdad, por eso trataba de no quererlos, sé que suena raro pero mi vida era como una relación superficial, como hablar con Siri o con un programa de computación. Trataba de no amar a nadie, me esforzaba por sentir que estaba con personas pasajeras, como extraños con los que viajás en tren.

 Tenía miedo de extrañar a toda esa gente que no pasara al paraíso y ser la única triste en una tierra feliz. Por eso quería quitarme hasta sus recuerdos, ni siquiera quería pensarlos, incluso llegué a tener una relación distante con mi querida abuela Tomasa, algo que voy a lamentar por mucho tiempo.

 La segunda cosa que apareció en mi vida y me inspiró fue la eternidad.

 El tiempo.

 Siempre pensé en los recuerdos y el tiempo, no sé cuál fue la causa para que me obsesionara con los dos ¿estudiar historia? ¿la muerte? ¿crecer abruptamente? No sé, pero el tiempo es algo que me conmueve y estremece.

 Siempre Alice. Así se llama la película que literalmente me traumó. Se trata de una mujer que es joven pero contrae Alzheimer. Hasta esa película yo no estaba al tanto de lo grave que es esa enfermedad, digo, creí que era actuar como tonto y olvidarte cosas pero no. 

 Olvidar es más grave de lo que parece. Olvidar es deja de existir, es desintegrarse a pedazos, es la peor forma de morir.

 De poder hacerlo, todos los que padecen Alzheimer querrían arreglar la vida de las personas que olvidarán, me parece una muestra muy pura de amor. Desvivirte por alguien que no pronto no sabrás que está vivo. Aunque en la vida real no hay segundas oportunidades para ellos y a veces se desvanecen sin solucionar nada, en mi historia hice que fuera diferente. 

 Si bien Clay no padece esta enfermedad se le asemeja. 

 Supongo que junté todos mis miedos y los volqué en una historia cuyo protagonista acepta con una sonrisa y un poco de diversión todo lo malo que la vida le da.

Y espero que después de leer esta historia puedas hacer lo mismo, no sé quién sos, ni dónde estás, pero anhelo que puedas vivir, en paz, en el mundo que te merecés.

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora