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 Hubo un baile en el colegio, fue por el invierno

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 Hubo un baile en el colegio, fue por el invierno. Eddie se burlaba y decía que hacían bailes por cualquier cosa.

Pat se preparó nuevamente, se plantó frente al espejo y trató de erizarse el cabello, al parecer le gustaba más su nuevo corte. Se acomodó los pliegues de la chaqueta y evaluó con nerviosismo su reflejo.

Le deseamos suerte, pero esa vez fuimos.

No estuve toda la noche sobre ellos, les dimos su espacio. Eddie bailó con Bianca y yo me reía de lo mal que se sacudía mi amigo al lado de una bailarina profesional. Bianca de verdad se movía con gracia, estaba seguro de que si todos hubieran podido verla habrían hecho una brecha en la multitud para apreciar su danza con el detenimiento que se merecía.

Yo los veía, sentado en las gradas.

Alicia pegó su cuerpo al traje de Pat, los dos se habían animado a bailar, lo que era nuevo para dos marginados. Ella recostó su cabeza en el hombro de él y Pat se puso pálido. Nos buscó desesperado con la mirada para obtener un poco de ayuda.

Me volteé, me rodeé con los brazos, me acaricié la espalda y fingí darle besos a una persona. Pat puso los ojos en blanco y sonrió mientras se mecía al compás de la música con Alicia en los brazos y articuló con sus labios:

—Te mataré.

—¡Inténtalo, morenito!

Vi al adolescente de ojos rasgados coqueteando con un chico, nadie hubiera advertido el disimulado flirteo, pero yo sí. Era el chico de la cruz, el de la cascara transparente, pero ahora brillaba. Siempre que estaba con el chico de ojos rasgados la coraza del muchacho de cruz brillaba como una moneda.

El coqueteo era mutuo. Supe por mi intuición que se amaban y que estarían mucho tiempo juntos, el suficiente para perfeccionar el coqueteo y para no necesitarlo nunca más. Demasiado tiempo juntos, tal vez una vida o mil años. Me sentí feliz por Kevin, algo en él me hacía sentir que ya lo conocía y que debía darle importancia, pero no sabía por qué.

Sentí en mi interior que debería ponerme más feliz de lo normal por él, ya que tenía un gran secreto que no le contaba a nadie, y ese secreto involucraba al otro chico. Un secreto que sólo yo sabía, tal vez desde hace más tiempo del que pudiera recordar. Tal vez por eso lo veía solo, quería ocultar el misterio todo lo posible.

Pero ya nada importaba para él porque se lo veía feliz, nervioso y temeroso, pero sumamente conforme consigo mismo. El otro chico también estaba inquieto, no dejaba de pasar un vaso de bebida de una mano a otra.

Entonces pensé que él no necesitaba ayuda para mejorar, no necesitaba un héroe que lo hiciera sentir menos solo y desdichado, porque él mismo era su propio héroe, era su liberación y predicador. Había personas tan fuertes e imperturbables que podían ser la dama que corría peligro en la torre, el caballero y el dragón, todo a la vez.

Hablaron y bailaron toda la noche, sabía por mi intuición, que era la primera de muchas.

Me llevé el recuerdo de ellos apretados en un rincón oscuro, farfullando, riendo, sus colores se fundían.

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora