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 —Te lo advierto —dijo cuando lo vio y alzó un puño—

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 —Te lo advierto —dijo cuando lo vio y alzó un puño—. Si intentas algo te rompo la cara, sé karate. Tengo cinturón negro.

 Pat la observó a ella, levantó las manos en señal de rendición y reculó hacia la calle poco trascurrida. Me examinó a mí y alzó las cejas con aire inquisitivo, asentí sutilmente pidiéndole por favor.

 —Tengo algo que decirte, Mindy.

 —¿Quién eres? ¿Quién te dio el nombre de Clay?

 Pat se agarró la cara con las manos, suspiró prolongadamente y con sus ojos cafés escudriñó a la niña que se cruzaba de brazos. Podía oír los latidos de su corazón, ella se mostraba con actitud férrea, pero en realidad tenía tanto miedo como curiosidad.

 —Sé que te sonará extraño y puedes irte si quieres, pensarás que te estoy tomando el pelo, pero es la verdad. Y si alguna vez amaste a tu hermano, si algo te hace creer que continua aquí por favor, por favor, escúchame, hazlo por él.

 Sus brazos comenzaron a caerse y desanudarse como dos torres de bloques. Sus ojos se dilataron e hizo que el cuello del abrigo le cubriera el pecho, como si se sintiera desprotegida.

—¿Qué quieres decir?

—Que vi a Clay.

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora