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 Mi hermana estaba leyendo en su habitación

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 Mi hermana estaba leyendo en su habitación. Tenía rasgos muy parecidos a los míos, su cabello lo llevaba cortado por el hombro, su piel no estaba tan bronceada y sus ojos eran verdes.

Sonreí al ver que el color de su cabeza estaba fulgurando con magnitud. Desde que había estirado mi zona-cuerpo me había pasado muchas veces para observar como estaba y podía comprobarlo más que nada por su color. Había visto a pocas personas con una luz tan potente, era fiera, amenazadora.

Ella tenía una mancha roja y enorme sobre su cara, tan dilatada que, a veces, no podía ver su rostro. Ella era poder, vitalidad, ambición, coraje, pasión, algo malévola y valiente. Era alguien que alcanzaría lo que se propusiera en la vida, que no se dejaría derrotar, que sería divertida también, y que se ganaría respeto.

—Te extraño mucho, Mindy Dindy —me incliné y le di un beso en la frente.

Alguien la llamó a su teléfono celular. Me enderecé. Era Pat, había conseguido el valor para lo que le había pedido.

—¿Diga? —contestó ella.

—Te espero frente a tu casa, tengo algo importante que decirte sobre Clay —se oyó del otro lado.

—¿Qué? ¿Quién eres, idiota?

Pat colgó, Mindy se asomó a la ventana, vio la silueta agitando una mano en la acera y luego de pensárselo unos segundos, tomó un abrigo y bajó.

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora