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Cuando las personas se fueron me levanté y comencé a caminar

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Cuando las personas se fueron me levanté y comencé a caminar.

La hierba crujía bajo mis pies mojados y descalzos, el sol me iluminaba plenamente la piel lívida y pálida. Era algo así como un vampiro, de aquellos que se ven blancos y sombríos. Eso me hizo sonreír.

Sentí que me estaban viendo. Me detuve.

Topé con un anciano recargado en una cruz de mármol, había estado mirándome, pero al girar la cabeza desvío sus ojos con mal pretendida indiferencia. El hombre estaba vestido con una camisa y pantalones elegantes, pero se veía muy amarillo como si hubiera enfermado antes de morir. Su piel arrugada se arremolinaba debajo de una melena que atestiguaba haber sigo muy poblada en mejores días.

A sus pies tenía un ramillete de flores, eran margaritas, se la habían dejado como si fuera una ofrenda de paz envuelta en papel de madera. Aquellas plantas me provocaban algo, pero no sabía qué era, ni siquiera sabía si era bueno o malo. El hombre advirtió que las observaba, se agachó para recogerlas y me las tendió:

—¿Las quieres, muchacho? —inquirió inclinándose hacia mí, pero sin despegar los pies del suelo.

—Son suyas.

—Bah, no me interesan, jamás me regalaron flores cuando estaba vivo ¿Por qué mierda las querría ahora? Me hubieran traído revistas de cierto tipo ¿Sabes de lo que hablo no? —añadió con una sonrisa pícara y guiñándome un ojo.

Anonadado agarré las flores y sentí como el papel se doblaba bajo mi mano, pero seguramente eso no sucedía, era solo una ilusión y el ramo continuaba en su lugar.

—¿Son bonitas, verdad?

—Sí...

—¿Sabes qué es lo más extraño? Que están muertas, las mataron cuando las cortaron, pero continúan viéndose tan hermosas.

Reí.

—Como nosotros.

—La muerte no es fea, como siempre la presentan —admitió pensativo rascándose la barbilla y encogiéndose de hombros—. De hecho, lo es el tiempo que pasa y te barre, ahora las flores están frescas y exquisitas, aunque estén muertas, pero con el correr del tiempo se marchitarán. Creo que ese cabrón tiene la culpa de todo. No podemos luchar contra él. Un filósofo una vez dijo que el tiempo es un río, él lo comparó con eso porque puedes tirarte en el mismo lugar, pero jamás aterrizarás en la misma agua. Aunque yo creo que es un río porque si tiras una piedra allí se la lleva, la traga y te la arrebata. Para siempre. Como cuando se te cae algo en el mar ¿alguna vez se te cayó algo en el mar?

Negué con la cabeza, mi respuesta pareció decepcionarlo.

—Bueno, una vez que se te cae algo en el océano se lo lleva la marea, lo pierdes para siempre. Mi caña de pescar, por ejemplo, era de acero así que esa maldita cabrona debe seguir en el mar. Y mi hijo siempre perdía sus palitas de juguete cuando hacía castillos de arena, el muy idiota lloraba como si no lo hubiera esperado. Nunca hice hijos muy listos.

—¿Estás diciendo que el tiempo es como el mar?

—El tiempo es como todo, muchacho, puedo decir que el tiempo es como el jabón, como una flor —dijo señalando el ramo que tenía en mis manos— o hasta como un duende de jardín. Podría comprarlo con lo que sea y estaría igual de acertado que ese filoso que dijo que el tiempo era un río. O igual de desacertado porque tratar de comprender al tiempo sería como tratar de combatir a la muerte.

—¿Imposible?

Él me observó asombrado por mi respuesta, se cruzó de brazos y negó con tranquilidad, sacudiendo ligeramente su cabeza.

—No: inadecuado. A la muerte no se la combate, sería en vano porque tarde o temprano llegará y, como te dije, el tiempo es casi imposible de comprender. A la muerte se la espera sentado debajo del marco de la puerta y cuando llega se le pregunta: ¿Cómo estás?

—Suena raro —admití observando los pétalos blancos de las flores.

—Puede ser que no tenga sentido porque antes de morir fui encerrado en un hospital por demencia senil.

—Ah, bueno, creo que mejor me voy.

—De seguro tu eres Clay.

—¿Quién?

—Regresa a tu puesto porque un tarado en bata y que escupe cereal te busca hace días. No hace más que molestar. Y llévate las flores. Nunca las quise. Las flores son para los vivos y sanos con culpa que regalan a alguien que no está como ellos o para enamorados.

—Yo creo que son hermosas.

—Pues el mundo no gira en lo que crees o piensas.

Comencé a marcharme caminando de espaldas y pensé que ese hombre era como la muerte y el tiempo: incomprendido e imposible de combatir. 

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora