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Pat nos contó cómo le había ido en el baile

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Pat nos contó cómo le había ido en el baile.

 Dijo que al principio todo fue como siempre, se había sentado en las gradas del gimnasio con un vaso de ponche en la mano mientras las luces estrambóticas iluminaban toda la pista. Pero luego había visto que una chica desaliñada en un vestido desarreglado y oscuro se sentaba a su lado con cara de hastío y brazos cruzados.

 La chica era Alicia, de sólo escuchar su nombre sentí que se me revolvía el estómago como si tuviera bichos volando o millones de corazones palpitando desenfrenados.

 Pat se había deslizado por las gradas toda la noche hasta que había quedado justo al lado de ella. Alicia lo había mirado preguntándose qué quería, pero como él no había dicho nada ella lo ignoró.

Pasaron horas sentados uno al lado del otro, en silencio, viendo a las demás personas flirtear, danzar, reír y charlar. Entonces sus padres habían ido a recogerla y ella se había levanto, su vestido había temblado al movimiento de sus piernas.

Lo extraño fue que dijo:

—Adiós —soltó Pat imitando el gesto vago que había hecho ella—. Lo dijo como dos amigos que se despiden después de hacer algo divertido. Soy a la única persona que le habla amablemente desde que llegó al colegio. Trataré de acercarme a ella sigilosamente.

—Es una noticia maravillosa —lo encomié dándole palmadas.

Pero el que no se sentía tan maravilloso con esa noticia era yo.

No me mal entiendas, estaba feliz de que Alicia fuera amable con una persona después de meses, pero dolía. Como al guitarrista que le gusta el sonido que crean sus dedos al rasgar las cuerdas y de tanto practicar se le ampollan las yemas, le duele, es cierto, pero es un dolor placentero.

Con desgana me pregunté si yo tocaba la guitarra, tal vez sí. Aunque no ya importaba lo que hacía o no. Confiaba en que ese dolor dulce se esfumara al abismo blanco en donde cada vez se escurría más rápido mi mente y mis dones musicales. Observé fijamente a Pat.

—Gracias —y lo dije con la mayor sinceridad como dos amigos.   

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora