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 Esperamos a Pat en la entrada de cine, cruzando los dedos para que Alicia aceptara ir con él

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 Esperamos a Pat en la entrada de cine, cruzando los dedos para que Alicia aceptara ir con él.

Cuando Eddie aseguraba que no se presentarían los vimos llegar a los dos, Pat se veía realmente nervioso y ella no hablaba mucho, pero podía verse en su rostro que estaba exaltada y entusiasmada.

Pagaron las entradas, compraron golosinas y se sentaron en la cima de las butacas a observar una película clásica, de esas que el audio suena como si hablaran del otro lado de un caño y los colores solo son blanco y negro. Además, estaba en francés, o al menos eso dijo la empleada de la boletería, así que ninguno de nosotros prestaba mucha atención porque yo no comprendía los símbolos que había en el lado inferior de la pantalla, sabía que eran letras, pero no sabía nada más.

Eddie pasó los brazos por encima de Bianca y ella recostó su cabeza sobre la de él, luego le dio un ligero beso en la frente mientras ella sonreía y continuaron viendo la película.

—Oye Pat —dijo el profesor tragando cereal, señaló con la cabeza a Bianca, luego a su brazo y por último a Alicia—, haz esto con ella.

Pat me miró a mí con disimulo, pero no lo suficiente para que yo no lo notara.

—No me pidas permiso, no soy su madre.

—Mamá Clay —se burló Bianca.

Observé cómo Pat pasaba su brazo sobre los hombros de Alicia, ella le lanzaba una mirada curiosa y sonreía como si se acercara la parte favorita de una historia que conocía. Genial, había química, podía sentirlo, era una tención en el aire como la atracción de la gravedad. Sabía que Pat no daría el siguiente paso, tenía que intervenir.

—Ahora bésala —susurré.

—¿Estás loco? Es tu novia —moduló con los labios.

La luz plateada y cenicienta, proyectada por la pantalla, perfilaba los rasgos de ambos. Puse los ojos en blanco, bueno en más blanco, me revolví en mi silla y lo encaré. Le susurré en la oreja y luego hablé alto cuando recordé que nadie podía oírme.

—Sabes que eso no es cierto, Alicia no es nada mío, al menos ya no —lamenté y sacudí la cabeza— yo sé que quieres hacerlo, digo estarías loco sino quieres ¿Quieres?

Pat me miró, dudó y asintió suavemente. Alicia apoyó la cabeza en el hombro de él. Diablos, todo marchaba cómo lo había planeado, me detesté por no recordar lo mágico que podía ser un cine y una tonta película en otro idioma, de haberlo sabido hubiera dicho que fueran hace tiempo. Alcé las cejas como diciendo «A qué esperas, tigre»

Subí mis pies al asiento y me paré de cuclillas con la espada curvada hacia ellos. Pat respiró hondo, parecía que se metalizaba para una misión suicida. Un soldado dispuesto a dejar todo en el campo de batalla.

—Bésala.

—Hay una canción en la Sirenita para esto, era de besar a una chica, recuerdo que había un pájaro que decía «La situación requiere de una romántica estimulación auditiva»...

—Shhh —Bianca y yo callamos a Eddie.

Eddie desinfló el pecho que había hinchado para comenzar a cantar. Observamos a Pat. Estaba a punto de besarla. Contuve el aliento.

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora