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 En el viaje nos detuvimos dos veces a hacer cosas distintas

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 En el viaje nos detuvimos dos veces a hacer cosas distintas. Una vez porque había una persona enterrada en el jardín de una casa, lo supe porque su proyección estaba parada en la puerta, sin ánimos de irse de la propiedad y apartarse del cuerpo. Pat llamó anónimamente a la policía, luego nos fuimos pitando cuando vimos que las autoridades apresaban al asesino.

Eso retrasó nuestro viaje un día más. Fue extraño, participé mucho, pero a cada momento olvidaba lo que había hecho en el anterior. Pat dijo que fue mi idea parar, preguntarle al espectro lo que había pasado y avisarle a las autoridades. Dijo que quise ayudar y que me negaba a avanzar. Pero ya no recordaba por qué.

Lo único que recordaba era que el color que tenía el hombre era negro, sin una pizca de luz, consumía todo como el fuego. Su mancha no era como tinta ni humo ni nubes o luz. Un color azabache se suspendía sobre su cabeza, era un borrón puntiagudo como si alguien hubiera tachado su cara con un lápiz.

—Tal vez deba hacer eso —dijo el chico azul que estaba a mi lado, sosteniendo el volante con las dos manos—. Sé que no es un trabajo bien pago, pero debería resolver misterios, ahora que terminé el cole.

Pat me observó buscando apoyo.

—¿No irás a la Universidad? ¿Prefieres dedicarte a los demás?

Se encogió de hombros a mi pegunta.

—Lo que hicimos ayer estuvo loco y me gustó, claro, tuve que desenterrar un cadáver cuando el psicópata se fue al super por cigarrillos, eso me asustó de veras, y luego tuve que llamar a la policía para decirles lo que había hecho, pero sacando eso, estuvo genial haberlo atrapado. Yo... tal vez deba ser policía, no lo sé. Tengo tiempo para pensarlo. O tal vez podría usar mi invisibilidad para atrapar más gente como él, ya sabes, ser un vengador.

—¿Te sientes invisible ahora?

Él sonrió.

—Últimamente estás haciendo preguntas muy raras Clay, diciendo cosas que parecen trascendentales como si estuvieras a punto de entenderlo todo —Meneó la cabeza y aligeró los nudillos que tenía aferrados sobre el volante—. No, ya no me siento invisible hace mucho.

—Yo sí —susurré—. Pero me estoy dando cuenta de que no es tan malo, hasta creo que se siente bien.

Él sonrió, pero se lo veía asustado. Lo recorrió un respingo.

—Lo siento, todavía siento el miedo de lo que hicimos, ya se me irá.

—Eres un héroe.

—Somos dos héroes.

El azul de Pat estaba tan extenso que acaparaba casi todo el auto, era como si flotara en un mar, hice que mi mano navegara en aquella luz clarificada.

—Tu color es precioso —musité recostando mi cabeza en el asiento.

—¿Mi qué?

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora