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 Enarqué las cejas y Pat humedeció los labios.

—Los chicos de la escuela siempre me molestaban.

—¿Molestaban?

—Molestan. Creen que soy raro, un fenómeno —corrigió con un resoplido, siempre observando de refilón en derredor y hablando por lo bajo—. Pero tú te interponías entre ellos, me defendías, incluso muchas veces recibiste palizas por mí. Ni siquiera sabías mi nombre y cuando te saludaba por los pasillos no me reconocías. Pero aun así continuabas salvándome, desinteresadamente, lo hubieras hecho por cualquiera. Cuando se burlaban de chicas por, no sé, sus faldas, ibas y los hacías callar o no permitías que se rieran de la orquesta de la escuela... Eso era lo que me encantaba de ti, siempre ayudabas a las personas.

—Te golpearon —dije observando su rostro amoratado, esa vez no había estado yo para protegerlo.

—Sí... —reconoció arrastradamente, tratando de ocultar los moretones con su flequillo sedoso y azabache.

Pero ni tanto pelo era suficiente para esconder la masacre que habían hecho con su cara, si quería cubrirlo todo terminaría como Tío Cosa de The Addams Family. Pat sacudió sutilmente la cabeza como si quisiera olvidarse de algo, alzó sus ojos cafés.

—En fin, sólo quería agradecerte y lamento comportarme como un idiota, lo que sucede es que aterrorizas, hombre, tuve que armarme de valor para regresar. Intimidas, mucho más ahora.

Inflé mi pecho con petulancia.

—Suelo ser un poco rudo, sí.

 Eso lo hizo reír y su risa me hizo sonreír, juraba que era la primera vez que toda esa tierra escuchó un sonido tan espontaneo y dulce como una risa, para mi sorpresa no le agarró un derrame cerebral.

—Como sea, si algún día necesitas un favor, dímelo, haría lo que sea porque...

—Averigua cómo está mi madre y mi hermana —pedí sin dejarlo terminar.

Él titubeo al observar mi decisión y presteza.

—Está bien... ¿Pero tú no puedes saberlo? Digo ¿No quieres que te dé tu dirección y las visitas?

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora