27

423 119 21
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 —Ella está destrozada Clay, faltó a la escuela por casi medio año. Sus padres y su psiquiatra la obligaron a asistir. No parece ella. Digo, ya sabes que era hermosa —Asentí—, casi como una supermodelo. Pues está demasiado delgada, su ropa le queda grande, su cabello es una melena despeinada y grasienta. Y eso es por el exterior, ella tenía el mejor promedio de la escuela y ahora en sus exámenes solamente escribe «Mátenme» o citas de odio a los profesores, es muy creativa con los insultos, te lo aseguro.

Suspiró.

—Discutió con todas sus amigas, aunque ellas le siguen hablando, Alicia las esquiva, no quiere verlas. Le llaman la Solteloca, porque se volvió loca cuando te perdió. Golpea a todo el mundo que la trata con lástima y los que no lo hacen los ignora como si no existieran. Es violenta. Se rumorea que es una farmacia andando porque su psiquiatra la médica con muchas cosas. Hace tres meses dejó de asistir, creen que le agarró un colapso y la internaron. Lo último que escuché es que estaba en su casa. Algunos dicen que exagera, que nadie puede romperse tanto con una muerte. Yo pienso que la muerte no se asimila porque es un misterio y los misterios no son resueltos, así que no puedes procesarlo, solo lo sufres, sufres de diferentes maneras o formas hasta que sufres tan poco que comienza a ser llevadero.

Se encogió de hombros.

—Eso creo yo... pero otros mencionan que eras su mejor amigo de toda la vida, compartían todos los días desde los cinco años; se dice que jamás vivió sin ti y ahora se está acostumbrando a la fuerza. Que se pondrá mejor.

—¿De verdad crees que pueda suceder?

Pat guardó silencio, no lo culpe, él no sabía que a los amigos se les debía mentir, a veces, para ocultar la desgarradora verdad. Pero él negó con la cabeza comunicándome que Alicia no presentaba indicios de mejoras futuras.

Asentí aturdido. Me puse de pie, corrí la cortina y murmuré un torpe: gracias Pat.

Me marché de allí pensando en todo lo que había dicho. Eddie y Bianca estaban riéndose de algo en el rincón, Bianca separaba sus manos midiendo una distancia y exclama entre risas:

—Así de grandote.

Salí de la tienda sin llamarlos. No sabía a dónde ir así que volví a mi puesto llorando a mares por ella, rompí varias cosas en el camino, pero todos actuaban como si nada sucediera, grité y mis bramidos furiosos se perdieron en el vacío.

Las piernas me fallaron en una esquina y enterré la cara en mis manos porque estaba cansado de ver colores y no tener ninguno.

No sé cuánto tiempo transcurrí en esa esquina, pero perecía a cada momento

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora