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 Después de escuchar tal cosa no podía hacer nada más que seguirla hasta mi casa, quería estar con ella en mi cumpleaños

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 Después de escuchar tal cosa no podía hacer nada más que seguirla hasta mi casa, quería estar con ella en mi cumpleaños. Pero no viajamos juntos porque luego de que se subiera a su coche fui por mis amigos.

—¡EDDIE, ES MI CUMPLEAÑOS! ¡HOY ES MI JODIDO CUMPLEAÑOS!

Eddie detuvo su clase imaginaria, cerró el libro y me indicó que me sentara detrás de su escritorio, lo cual era sentarme del otro lado de la placa que contenía su nombre completo y algunas fechas.

—Cuéntame más de eso, Clay —solicitó con diplomacia.

Le dije que se lo contaría en el camino y fui corriendo a por Bianca. Cuando llegué ella estaba estirando sus músculos en la puerta del mausoleo familiar.

—¡Bianca!

Ella me observó asombrada de mi actitud festiva y mi sonrisa entusiasta, se alejó levemente de mí y me observó de pies a cabeza. Había algo raro.

—¿Puedo ayudarte en algo?

—¡Bianca, iré a la casa de mi familia, quiero verlos, te explicaré en el camino! ¡Ya qué, ahora!¡Hoy es mi cumpleaños! ¡Vamos, estás invitada!

 Ella se pasó de pie, retrocedió los escalones hasta que chocó con la puerta y observó sus alrededores como si buscara ayuda o tratara de fichar el circo del cual me había escapado. Cuando no encontró ninguna de las dos cosas, se dirigió a mí con suspicacia y cuidado como si tuviera miedo de alterar a una bestia.

—Lo siento, pero no te conozco. 

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora