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 Después de unas semanas de prueba con cremas para el acné, practicando posturas seguras y erguidas, preparando atuendos en onda y divirtiéndonos pensando en los posibles desenlaces, llegó el día de presenciar nuestros resultados

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 Después de unas semanas de prueba con cremas para el acné, practicando posturas seguras y erguidas, preparando atuendos en onda y divirtiéndonos pensando en los posibles desenlaces, llegó el día de presenciar nuestros resultados.

 Por suerte Alicia no había asistido esos días así que ella se llevaría una gran sorpresa al ver a su taciturno amigo tan diferente como un grano de arena de un copo de nieve.

 Pudimos extender nuestra zona hasta la escuela secundaria y primaria de la cuidad. Estaba a treinta cuadras del cementerio así que lo esperamos en la puerta. Había un grupo de chicas amontonadas en la puerta que parloteaban como cotorras; sus colores, a pesar de que su personalidad se mostraba intensa, eran pálidos y la luz que irradiaban fluctuaba en ocasiones como la voz de un adolescente.

 Un chico vestido de camisa, con una cruz en el cuello, tenía un color que lo cubría de pies a cabeza, como si fuera una cascara y era casi transparente, cuando un chico lo saludó brilló tan fuerte que me hubiera quemado los ojos, pero luego volvió a apagarse.

 Contemplé a los alumnos que atravesaban las puertas o se sentaba en la escalinata a charlar con tablas de madera con ruedas en la base, traté de encontrar un rostro familiar, a Alicia, pero no pude reconocer a nadie. Estaba parándome en una barandilla de puntillas.

 Un chico con piel color del hueso, cabello sedoso, negro y ojos rasgados caminaba apurado. Era el que había saludado al adolescente de la cruz y la cascara pálida. El chico apresurado se chocó con una muchacha que usaba su teléfono celular.

 —¡Fíjate, Kevin!

 —Lo siento —contestó recogiendo el libro que se le había caído y caminando hacia un automóvil aparcado en el inicio del estacionamiento, se lo veía sólo.

 Me pregunté si no tendría amigos.

 —Ahí viene —Lo señaló Bianca, chillando como un ratoncillo emocionado. 

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora