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—¿Qué tienes Clay? —me preguntó Alicia, meciéndose suavemente en el columpio

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—¿Qué tienes Clay? —me preguntó Alicia, meciéndose suavemente en el columpio.

Parpadeé al observarla, su piel morena era iluminada por la luz de la luna y se veía con una tonalidad metalizada como si fuese cobre. Estaba arreglada con un vestido negro y zapatillas oscuras, era la ropa que lucía cuando había ido a mi funeral.

—Alicia.

—¿Pensando otra vez en mí? —preguntó con una sonrisa, el cabello se le derramó sobre los hombros.

—Nunca fuiste a verme —musité y agarré con mis dos manos las cadenas que me sostenían—. Quiero pensar que lo haces porque es duro para ti, pero es aún más duro para mí que no vayas.

—¿Sabes que esto no es real? ¿Verdad? —me preguntó enternecida con sus cejas inclinadas por el peso de la pena.

—¿Yo soy real?

—Lo fuiste —contestó.

Los metales chirriaron.

—¿Y ahora?

—Ahora eres real para Pat y para tus amigos. A veces sólo eres verdaderamente real para unas pocas personas, pero ellas son sin duda las que te aman —Humedeció sus labios—. Te diré algo que tal vez ya sepas, cuando mueres el mundo no se detiene, de hecho, el mundo colectivo, literalmente, continua igual que antes. Hay muchas estrellas en el universo como para lamentar que una se apague. Pero te aseguro que puedes desmoronar el mundo de las personas que te veían real.

—Lo sé —Asentí—. Por eso quise volver a construir ese mundo para ti. Pero a veces es difícil.

—Ya lo has logrado, Clay —Ella me dio un codazo amistoso—. Has hecho a muchas personas felices, me enterneces. Ya sabes que se acerca el final ¿Cierto?

Asentí.

—Me siento disperso.

—Entonces libérate.

—Un poco más —supliqué con los ojos anegados de lágrimas.

Ella asintió.

—El que tú quieras —me aseguró—, después de todo, el tiempo es relativo.

Dirigió su suave mano a mi mejilla y me enjugó una lágrima, su tacto me estremeció. Era sólo un sueño, pero no quería parar de inventarlo. Letal y seductor, como un suicida tejiendo la soga de su horca. Apoyé mi cabeza en su mano.

—Me hubiera gustado tener la oportunidad de despedirme de ti.

—Estoy aquí ahora, Clay, esté momento es nuestro —su voz era como un tónico, un jarabe para la tos, un elixir de vida.

—Pero no eres real —susurré—. Y no irás a verme ni a visitarme, jamás, porque no quise admitirlo, pero tú me superaste desde el primer día. Eras demasiado fuerte como para necesitar mi ayuda, podías sola, Ali, era yo el que necesitaba ayuda. Todo el tiempo lo fui, con mi familia también. Necesitaba ayudarte para no sentirme muerto. Siempre fue por mí.

Era cierto, siempre había sido por mí, Alicia me lo había hecho comprender. Tal vez yo sólo había amado de esa manera: sin lograr olvidar. Amar es como gritar porque sólo en algunos lugares puedes escuchar el sonido de regreso.

—Clay... yo...

—Te amo y no deseo más tiempo porque te amaré donde sea que estemos, pero me hubiera gustado tener más oportunidades para decírtelo.

—Me lo dijiste Clay, la forma en la que te preocupaste por mi bienestar, esa es la única manera que existe de decir te amo. Lo demás son solo palabras. Que tú no recuerdes las palabras de los pájaros de metal o del tiempo no signifique que dejen de existir. Las palabras son sólo sonidos, puedes olvidarte de ellas, pero todavía quedan allí las cosas, las formas, las sensaciones y los colores.

—Yo...

—Esa era tu segunda oportunidad, Clay, querías decirle a todos que los amabas, esta es tu redención, esta noche es tu tregua y estos columpios son el cielo que tendrás. Aquí estoy así que dímelo.

—No...

—Dímelo, Clay.

—Te amo.

Abrí los ojos. El sol había salido. La casa estaba vacía. Me hallaba en una especie de cosa que se balanceaba, oscilaba como un reloj colgante.

Me levanté y regresé a mi puesto.   

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora