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 Regresamos regodeándonos de nuestra pequeña victoria

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 Regresamos regodeándonos de nuestra pequeña victoria. Pat nos veía de reojo, a una distancia reticente, aunque le habíamos prometido que no usaríamos la regla número diecisiete con él.

—¿Van a lavarme el cerebro ahora? —preguntó con una sonrisa juguetona.

Bianca le alborotó el cabello.

—Sabes que jamás haríamos algo así, menos a ti.

—Además —agregó Eddie—, hay más posibilidades de que tu madre haya llamado a Ángel por pura coincidencia. Tienes que poner esa regla bajo más pruebas empíricas.

Me encogí de hombros.

—No conozco a nadie más, así que no sé me ocurre cómo ponerla a prueba, supongo que quedará así. En incertidumbre.

Las sombras proyectadas por los árboles impedían que las farolas alumbraran la calle, era como si camináramos en una caverna oscura, en el rincón del universo, un pasillo en penumbras rodeado de escarabajos de metal. Eddie nos abrazó a todos y Pat rio tratando de recuperar el equilibrio.

—¡Nos merecemos una noche de juerga! ¿Ya es de noche Pat?

—Lo es.

—¡Vamos!

—Hay un puente aquí cerca, está sobre un río, a cuatro kilómetros, queda ahora en nuestra zona-cuerpo —propuse—. ¡Podemos nadar allí!

Las sonrisas de todos se desvanecieron, tenía sus rostros cerca porque caminábamos juntos.

—¿Estás seguro de que quieres nadar, Clay?

Asentí.

—Supongo que no puedo matarte dos veces —dedujo Eddie.

—Sí, después de todo el agua no me mató, lo que lo hizo fue mi corazón. Mi corazón me falló, me traicionó —Fingí desenvainar un chuchillo y entrármelo en el pecho—. Me apuñaló, pero de frente.

—No, no, no, aquí el único que murió apuñalado de frente y de espaldas fui yo —confesó Eddie riéndose—. Y también me apuñaló en los costados, según el forense. Dijo «Demonios, nunca vi nada igual»

—¿Hablaba de tu fea cara o de las heridas? —pregunté conteniendo una risa y esquivando la zancadilla de Ed.

Bianca permaneció en silencio.

—Es raro ¿Saben? A Eddie lo asesinaron, yo me maté y Clay murió naturalmente.

—Tal vez Pat muera de viejo —opiné echándole un vistazo—. Así tendríamos todo junto como un show freak en el circo.

—Sí es una lástima que se haya acabado todo tan rápido para nosotros —admitió Bianca, observando cómo sus pies caminaban con gracia por el suelo—. Tal vez el mundo no nos quería dando vueltas por aquí.

Ed observó entristecido cómo se derrumbaba Bianca, infló sus mejillas, sacudió la cabeza y alzó la voz.

—¿Saben qué? Que se joda el mundo —opinó Eddie.

Lo observamos con curiosidad.

—Así es —aseveró—. ¿Quién quiere estar en un maldito lugar donde la gente se mata y nadie nota lo que planeaban hasta que lo hacen, donde las personas son asesinadas o donde jóvenes mueren sin segundas oportunidades? ¿Quién querría vivir en un maldito mundo donde un árbol o una tonta estrella vive más que una persona que daría su alama entera por tener un día más? Pues yo no. Que se joda el mundo. Yo no quiero vivir en él.

—Yo sí —opiné.

—Yo sí —concordó Bianca.

—¿Saben qué? Jódanse ustedes también.

—Somos un desastre emocional —opiné viendo cómo Ed y Bianca se abrazaban entre risas cómplices después de una conversación tan poco chistosa—. Somos un reto psicológico, pensadores sin buenas ideas y con mentes profundas. Somos como una maravilla que nadie ve. Una colisión de sentimientos, un Bing Bang de sonidos y colores, un grito inarticulado en medio de melodías de violines.

—¡No hay mejor forma de sentirse vivo que esa! —completó Eddie.

—Amén —concluyó Bianca.

Pat largó una risilla, había caminado en silencio y pensativo. Finalmente habló arrastrando las palabras como si se escaparan de su boca sin que él les diera permiso.

—Si tuviera que morir decidiría que fuera por el corazón. Es una manera...

—Poética —completé di unos pasos silenciosos con mis descalzos y mojados pies—. ¿Sabías que Víctor Frankenstein muere tratando de cazar al monstruo porque nadie creía que era el autor de todas las muertes de sus seres queridos era una bestia? Lo creían loquito, digo, no existen los monstruos y él no tenía pruebas para mostrarles que había creado uno. Así que quiere atraparlo, encontrar pruebas y justicia. Es irónico porque cuando su creador muere el monstruo lo encuentra y se siente mal por el destino de Víctor; le habla a una persona que estaba al lado cuando falleció su creador, era el capitán de un barco y le pide que no lo juzgue con demasiada severidad por sus crímenes porque nadie había sufrido por ellos tanto como él mismo. Entonces desaparece prometiendo ponerse fin. El monstruo se suicida.

—Me alegro de no haberlo leído antes —opinó Eddie.

—No, de hecho, tiene mucho significado, al menos para mí, porque en realidad el monstruo que comenzó a comportarse como una abominación cuando no recibió amor nunca había sido malvado. Sólo estaba enojado y triste, era él solo en el mundo. Y cometió errores, pero él no recibió una segunda oportunidad lo único que recibió fue la posibilidad de ponerse fin.

—Qué duro —opinó Pat—. Y te lo dice alguien que ama lo oscuro.

—¿Y cuál es la moraleja de eso?

—Que nadie es verdaderamente malo, sólo se sienten perdidos, están solos.

Pat y Eddie fingieron enjugarse lágrimas, Bianca rio y yo también. Y no estábamos solos, pero aun así nos perdimos en la noche.

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora