Capítulo 8. Al habla.

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Cuando Alba se encaminó hacia su despacho, después de tratar a su último paciente, aún le quedaba una hora para cerrar la clínica. Se sentó pesadamente sobre su butaca y resopló. El día había sido agotador. La sesión con Natalia Lacunza le había dejado para el arrastre. No es que hubiera sido exigente el trabajo físico que implicaba tratarla, pero el mental la dejaba exhausta. Había empezado mal, y por un momento temió que lo del miércoles hubiera sido un espejismo demasiado bonito para ser verdad. Cuando la vio con la cara tan seria y la mirada helada se preparó para el tortazo de realidad que se avecinaba. No era habitual que una estrella de su calibre fuera tan "normal" como lo había sido en su primera entrevista. Sin embargo, con el paso de los minutos su actitud se distendió. 

Estuvo un rato pensando qué había sido lo que había provocado dicho cambio, hasta que cayó en la cuenta de que todo había partido de la broma sobre la escayola pintada. Desde que me escuchó reírme de ella y hacerle un chascarrillo, se relajó, pensó Alba apretándose el puente de la nariz con dos dedos. 

Empezaba a entender los procesos mentales de la cantante, que tampoco eran muy complejos. Según le había contado Marta, María había insinuado que no se sentía cómoda con extraños y tenía cierta dificultad para las relaciones personales, sobre todo con gente con quien no tuviera confianza. No entendía por qué una persona como ella, que por su trabajo se veía obligada a estar en contacto continuo con desconocidos, tenía esos problemas. 

Si le hubieran dicho aquello después de su primer encuentro no se lo hubiera creído, pues su comportamiento no fue solo tranquilo, sino incluso divertido. Después del segundo había podido comprobar que aquello era cierto. Hasta que Alba no tiró del hilo Natalia se mostró hermética y distante, pero en el momento en el que la rubia le dio pie todo había fluido con mucha naturalidad. Alba era una chica inteligente, aprendía rápido. El próximo día no esperaría a tocar esa tecla sin querer al cabo del rato, y decidió echarle una mano con su inseguridad desde el primer momento. 

Sonrió pensando en ella. Una mujer con imagen de depredadora e interior de niña. Ver para creer. Sonó un mensaje en su teléfono. 

*Vir*

Hola, preciosa, a qué hora hemos quedado en el karaoke?

*Alba*

Hola, guapa 

Pues a las once, sabes dónde es?

*Vir*

Te conocí allí, Alba... 

*Alba*

Hostia, es verdad jajajaja

Hemos quedado antes para cenar, te apuntas?

*Vir* 

Por mí perfecto

Dónde?

*Alba* 

A las 9 en la parada de lavapiés, en la plaza de la cebada

*Vir*

Estupendo, allí nos vemos

No te pongas muy guapa que me da la fiebre

*Alba*

Ya sabes que eso es algo que no te puedo prometer ;)

Un beso! 


Sonrió hacia su móvil. La verdad era que Virginia era una chica divertida, preciosa y le gustaba. Una pena que no le removiera nada más allá de sus bragas. Y hablando de bragas, Lacunza podía volver a apuntarse un tanto. Mientras le hacía la maniobra había vuelto a caer en el influjo de la morena, en el ardor húmedo de su aliento en la cara, en esa maldita mirada suya, tan penetrante. Cuando la miraba así, como si estuviera inspeccionando el rincón más escondido de su interior, su cuerpo no podía sino reaccionar, y reaccionaba por debajo del pantalón. Alba no entendía nada. Si la mirara con lujuria tendría un pase, pero no había nada sexual en sus ojos cuando la traspasaba de esa manera. Parecía la mirada, más bien, de un animalillo indefenso

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now